viernes, 17 de junio de 2022

SIN LUGAR A EQUIVOCOS

Desde 2021 y hasta que finalice en el 2023, se está celebrando el Sínodo sobre la Sinodalidad convocado por el papa Francisco para aunar esfuerzos en reforzar los lazos del propio Papa y los Obispos con los creyentes, y que todos juntos caminen bajo la guía del Espíritu Santo. El Sínodo se centra en tres puntos: Comunión, participación y misión. De ningún modo se trata de modificar las enseñanzas de la Iglesia y menos adaptarlas al gusto del consumidor, más bien gira en torno a una reflexión sobre ellas a la luz del Evangelio. La doctrina tradicional de la Iglesia, -veinte siglos la avalan- está ligada al designio de Dios, y esto no admite interpretaciones sesgadas.

 

La labor de las asambleas sinodales consiste en desarrollar un proceso de escucha y juicio, que se concretará en la recopilación del trabajo realizado en cada diócesis hasta elaborar una síntesis final.

Uno de los temas que más se airean es la abolición del celibato de los curas y ordenar mujeres sacerdotes, propuestas por algunas diócesis españolas. Para que no haya lugar a equívocos, Monseñor Demetrio Martínez, Obispo de Córdoba pone los puntos sobre las íes en una carta que resumimos:

"Hemos respirado la armonía de la comunión de los fieles con los pastores. Bendito proceso sinodal que nos ha hecho percibir la belleza de la Iglesia.

 

En este domingo de la Santísima Trinidad, se nos ha revelado el misterio de Dios, con cuya imagen se va construyendo la Iglesia en sus distintos niveles. Un proceso que dura toda la vida y que se prolongará en la historia hasta su consumación en el cielo.

 

Sin embargo, no han faltado voces disonantes en algunas diócesis de España, que atentan contra la comunión eclesial, porque hacen propuestas que traspasan las líneas de esa comunión eclesial. Me refiero a las que son disonantes con la doctrina y la moral católica, y especialmente a la propuesta del sacerdocio femenino, como si la Iglesia tuviera que ponerse al día en esta reivindicación al socaire del feminismo reinante. A ver si de tanto proponerlo, se va creando la conciencia de esta reclamación.

 

Hace más de treinta años que el Papa Juan Pablo II zanjó la cuestión con su autoridad apostólica, aportando las razones en su Carta Apostólica “Ordinatio sacerdotalis” (1994), en cuyo número 4 nos dice: “Con el fin de alejar toda duda sobre una cuestión de gran importancia provenientes de distintos grupos y sensibilidades, que atañe a la misma constitución divina de la Iglesia, en virtud de mi ministerio de confirmar en la fe a los hermanos (cf. Lc 22,32), declaro que la Iglesia no tiene en modo alguno la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres, y que este dictamen debe ser considerado como definitivo por todos los fieles de la Iglesia”. Carta del 22 de mayo de 1994, en la fiesta de Pentecostés.

 

No se trata de una cuestión disciplinar, sino de un asunto que afecta a la misma constitución divina de la Iglesia, y sobre la que el Papa ha hablado, elevando la doctrina a rango de definitiva, es decir, irreformable. La autoridad del Sucesor de Pedro puesta al servicio de la fe del Pueblo santo de Dios ha dejado zanjada la cuestión. Por eso, cuando al hilo de las propuestas sinodales, vuelven a oírse en distintos lugares –no en Córdoba- propuestas que traspasan la línea de la unidad de la fe, deben saltarnos las alarmas del sensus fidei.

 

En el Sínodo cabemos todos, claro. Pero no caben propuestas que se salen de la comunión en una misma fe y que responden a ideologías de moda. Porque entonces habríamos convertido el Sínodo en juego peligroso de propuestas que no brotan de la fe de la Iglesia y que rompen la comunión eclesial. Eso ya no es el Sínodo al que el Papa nos ha convocado, eso es aprovechar que el Pisuerga pasa por Valladolid para infiltrar asuntos inadmisibles. Eso sería aprovechar la preciosa ocasión que se nos brinda para salirse del tiesto. Y con la fe de la Iglesia no se juega.

 

Que la fiesta de la Santísima Trinidad nos ayude a profundizar en esa plena comunión eclesial que tiene sus raíces en este gran misterio."

 

La carta no da lugar a equívocos.

 

No hay comentarios: