jueves, 25 de marzo de 2021

EL BUEN LADRON

Hoy 25 de marzo de 2021 Solemnidad de la Anunciación, es el día de San Dimas, el Buen Ladrón

En los “pasos” de Semana Santa que representan la Pasión de Jesús Nazareno y su Muerte, se aprecia la presencia de soldados, sayones, los discípulos de Jesús, Caifás, Pilato, Herodes, Barrabás, el Cirineo, las mujeres, el Bueno y el Mal ladrón. Son personajes secundarios que estuvieron muy cerca del condenado: los que le enjuiciaron y condenaron; los que le ayudaron a llevar la Cruz; las mujeres que lo vieron pasar; o los dos malhechores que fueron crucificados a su lado.

Dice el evangelio: “Y cuando llegaron al lugar llamado Gólgota, lo crucificaron a él y a dos malhechores uno a la derecha y otro a la izquierda. Cuando los soldados se burlaban de Jesús, dijo: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen». Uno de los malhechores lo insultaba diciendo: «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros». Pero el otro le respondía increpándole: «¿Ni siquiera temes tú a Dios estando en el mismo suplicio? Nosotros, la verdad lo estamos justamente, pues recibimos el justo pago de lo que hicimos; mas éste nada malo ha hecho». Y dijo a Jesús: «Acuérdate de mí cuando estés en tu reino». Jesús le respondió: «En verdad te digo, que hoy estarás conmigo en el paraíso» (Lucas  23,33-34,39-43). No se sabe ciertamente el nombre de este malhechor; la Iglesia autorizó el de Dimas, bajo el cual se le venera, por una tradición de la iglesia griega, en su fiesta del 25 de marzo.

¿A qué se debió la conversación de este malhechor de su derecha, que tal vez nunca habría visto a Jesús, aunque hubiera oído hablar de Él? ¿La rumió mientras oía a los acusadores lo que decían de Jesús? Las acusaciones a Jesús no encajaban con la acusación por la que él fue condenado. El era ladrón, ratero sin trabajo, sin familia y sin amigos. No había comparación. Observó que Jesús calló ante las burlas, los azotes, y camino del Calvario y durante la crucifixión. A poco de estar en la Cruz le oyó hablar de perdón. Es posible que una mirada fugaz de Jesús le llevara al creer que aquel hombre era realmente Hijo de Dios.

La conversación de Dimas con Jesús surgió espontanea. Dimas reaccionó al oír al otro ladrón increpar a Jesús. Temeroso de Dios reconoció sus culpas y pidió perdón: ¡Acuérdate de mí! La respuesta fue inmediata: Hoy mismo estarás en el paraíso. Dos frases, petición y perdón y un feliz resultado

         El sufrimiento del Señor en las últimas horas se vio paliado por un momento de alegría que le llegó de este malhechor, un pecador que se arrepintió de sus pecados al acercarse la hora de rendir cuentas a Dios Todopoderoso. Era la oveja descarriada que volvía al redil, el hijo prodigo que regresaba a casa de su padre. “Habrá mucha alegría en el cielo por un pecador arrepentido”, dijo Jesús en alguna ocasión.

Dimas era consciente de su condena porque se sabía bandido y ante la muerte se vio desamparado. El ejemplo de Jesús y su mirada de misericordia le dieron un hálito de esperanza. Confió en la justicia divina y obtuvo la recompensa.

Conocido como el Buen Ladrón, Dimas, fue el primer santo de la Iglesia. El mismo Jesús le prometió el Paraíso. Solo aparece en el Gólgota y en textos apócrifos. En el Evangelio de Nicodemo se llama Dimas al ‘buen ladrón’ y Gestas al ‘mal ladrón’, y en el Protoevangelio de Santiago, José de Arimatea explica que se llamaba Dimas, era galileo y atracaba a los ricos y favorecía a los pobres.

 

A pesar de no estar canonizado oficialmente por la Iglesia, San Dimas figura en el Martirologio Romano el mismo día de la Anunciación de la Virgen.

sábado, 6 de marzo de 2021

JOSÉ, ESPOSO DE MARÍA

De él se dice que era casto, justo y callado. No se le atribuye ninguna palabra o frase, solo escuchaba y callaba. José formó parte del linaje de Jesús en primera persona. Lo vio nacer, estuvo cerca de Él y fue su padre adoptivo al estar desposado con María. Además tuvo el privilegio de ser el custodio de la sagrada Familia.

El año 2021 está dedicado a san José. En su solemnidad el salmo anota: “Su linaje será perpetuo”. Constituido en eslabón de la descendencia de Dios Padre, en José concurren la obediencia y el cumplimiento del designio divino, y por ello su alianza con Dios será estable.

De este gran santo, Patrono de la Iglesia Universal, apenas hablan los evangelios. En Mateo aparece como hijo de Jacob, descendiente de la estirpe de David. Pudo nacer en Belén, fue carpintero y también albañil. Como los solteros trabajaban donde los llamaban, José se marcharía de Belén y se iría a trabajar a Nazaret.

José conoció a María por mediación de los sacerdotes del Templo que buscaban jóvenes de la estirpe de David para el matrimonio. Sus padres concertaron su unión con María. Celebraron sus esponsales y después María se marchó a Nazaret con Ana, su madre, y José se fue a Belén, y luego a Nazaret.

María rondaría los 15 años cuando el ángel Gabriel le anunció que concebiría un hijo. Ella se aturdió pues aún no había cohabitado con José, pero el ángel le aclaró su embarazo y asintió. Luego marchó a ayudar a Isabel y cuando ésta dio a luz, volvió a Nazaret con claras señales de maternidad. Al verla José se sobresaltó y pensó repudiarla en secreto para evitarle el castigo, pero un ángel de Dios le explicó que la concepción de María era obra del Espíritu Santo, que él actuaría como padre legal del niño y le impondría el nombre de  Emmanuel.

Desde entonces José asumió el papel de esposo y padre. Se dispuso a recibir a María en su casa siguiendo la costumbre judía. Ella esperó en su casa con vestido nupcial la llegada de José y entre cánticos y danzas recorrieron algunas calles hasta la casa de José. En ese momento empezaron su convivencia en su casa de Nazaret.

Ambos vivieron el tiempo de espera del nacimiento de su primogénito cada uno en su tarea. José siguió trabajando y María se afanaba en los preparativos del parto. Tuvieron que viajar a Belén de Judea para empadronarse a donde llegaron después de un viaje penoso y al no encontrar posada José habilitó un establo para cobijarse. En esa situación María salió de cuentas y dio a luz a su hijo que envolvió en pañales. A los ocho días de nacer el niño fue circuncidado y quedó inscrito en un pergamino.

Pasados cuarenta días, José y María fueron al Templo de Jerusalén a la presentación del niño a Dios y a la purificación de María. Habían previsto pasar unos días en Belén y regresar luego a Nazaret, pero enterados por un ángel de que Herodes el Grande mandó matar a niños inocentes y avisado José, se fueron a Egipto.

Atravesaron las montañas de Hebrón y Gaza, y continuaron por el desierto del Negueb donde sufrieron toda suerte de penalidades. Luego avanzaron por el valle del Nilo hasta Heliópolis y Matarieh, una pequeña aldea donde buscaron refugio.

José se ocupó de mantener a su familia durante los años que permanecieron allí, hasta que el ángel de Dios le advirtió que volviera a Israel porque había muerto Herodes. Pero José conoció la crueldad de Arquelao, hijo de Herodes, y temiendo ir a Belén marcharon a Nazaret, en Galilea, donde se establecieron.

José, María y Jesús en Nazaret harían una vida normal. José retomaría su oficio, María atendería las labores domésticas y Jesús aprendería la ley de Moisés. José  cumplía la obligación de ir Jerusalén en las fiestas de Pascua acompañado de María y Jesús. Una vez, al regresar, advirtieron que Jesús no iba en la caravana, se volvieron y lo encontraron en el Templo rodeado de escribas y ancianos.

José murió cuando Jesús rondaba los treinta años. Es un santo glorioso, modelo  esposo de María y cooperante generoso con Dios, tuvo la dicha de vivir ocupado en cuidar de Jesús en su infancia. Como dice el papa Francisco, «Con corazón de padre, José amó a Jesús».