“Mi corazón está perturbado, se conmueven mis entrañas, -dice el Señor-. No actuaré en el ardor de mí cólera, porque yo soy Dios y no hombre, y no me dejo llevar por la ira” (Oseas 11,8c-9).
Tras la Solemnidad del Corpus Christi sigue la devoción de los siete dolores del Corazón de Jesús, propia del mes de junio: Los siete dolores del Corazón de Jesús enseñan siete trances amargos que le produjeron situaciones de suma tristeza:
· Primer dolor: La traición
de Judas. El Señor
sabía que Judas lo iba a traicionar; grande sería su dolor cuando le puso un
poco de pan eucarístico en su boca.
· Segundo dolor: La agonía en
Getsemaní. Se notó
desamparado ante la indiferencia de sus discípulos que se quedaron dormidos, y
muy dolorido se postró rostro en tierra.
·
Tercer dolor: La huida
de los apóstoles. Al verlo preso y maniatado, los apóstoles lo
abandonaron y huyeron. Lo dejaron solo ante la turba que iba a prenderlo, con
Judas al frente.
· Cuarto dolor: Los negaciones de Pedro. Que Pedro negara
conocer a Jesús, resultaría más duro y dolorosa para el corazón de Jesús que la
traición de Judas.
·
Quinto Dolor: Encuentro con su
Madre. Cargado con la Cruz camino de Calvario su corazón quedó transido de
dolor al ver a su afligida Madre.
·
Sexto dolor: María al
pie de la cruz. En medio de tan cruel castigo Jesús inclinó su cabeza y la
vista de María llena de amargura, le traspasó el corazón.
·
Séptimo dolor: Abandonado en la Cruz. Suprema humillación en el suplicio de la Cruz: “Dios mío, Dios mío, por
qué me has abandonado”. Aceptó la voluntad de Dios Padre.
Pero Jesús también tuvo sus momentos de alegría; sobre
todo cuando favorecía a los demás con sus milagros o les prestaba su atención
para hacerlos felices. Compartía su felicidad. Estos son algunos de sus gozosos
momentos:
· Una boda en Caná. Estando María
en una boda en Caná notó que se les acababa el vino. “No tienen vino”, dijo a Jesús. Y
Éste, para mayor alegría de los invitados y los novios convirtió el agua en
vino y contribuyó al final feliz de la boda.
· Vocación de Leví. Caminando Jesús por la orilla del mar de Tiberiades, vio a Leví cobrando impuestos. Se acercó y
le dijo: “¡Sígueme!”. Leví, o Mateo, abandonó la recaudación y lo siguió. La actitud de Leví produjo una gran
alegría a Jesús.
· Curación de la hija de una sirofenicia. Una mujer que tenía una hija poseída supo que Jesús estaba en la región de Tiro. Era pagana pero tuvo fe. Se acercó a Él y le pidió que echase el demonio. Jesús las hizo felices haciendo salir al demonio.
· Resurrección de Lázaro.
Fue la gran satisfacción de Jesús darlo todo por un amigo. No esperaba la
muerte de Lázaro y se sintió triste, pero invocó a Dios Padre e insufló vida a
Lázaro que vio la gloria de Dios.
·
Jesús
y los niños. Jesús sintió predilección por los niños; le complacía su inocencia
y su sencillez. Vivió buenos ratos entre ellos; rezaban juntos y les enseñaba. Por eso decía “Dejadlos
que se acerquen”.
·
El
criado del centurión. En Cafarnaúm un centurión le rogó que curase
a uno de sus criados. Jesús quiso ir con él, pero el centurión dijo: “No soy
digno de que entres en mi casa, basta tu palabra”. Jesús quedó admirado y respondió
“Ve y que se cumpla lo que has
creído”.
· La
institución de la Eucaristía. Sin duda fue el momento más glorioso de sus tres años de
vida pública. Pese a la traición de Judas, Jesús nos legó el pan eucarístico,
su más preciado regalo. El gran misterio de la fe.