domingo, 13 de enero de 2013

Jesús llegó al Jordan para ser bautizado por Juan... pero ¿quien era este Juan?

JUAN EL BAUTISTA

En el capítulo II del libro “La infancia de Jesús” el Papa Benedicto XVI hace referencia a Juan, el conocido como Bautista, distinto del otro Juan, el discípulo amado que convivió con Jesús durante su vida pública, autor del Cuarto Evangelio e hijo de Zebedeo. A Juan el Bautista, hijo de Zacarías, la Iglesia le reserva la fiesta solemne de su nacimiento el 24 de junio, mientras que la del Evangelista se va al 27 de diciembre.
Juan el Bautista aparece como el hombre que precede a Cristo, el que va delante de Él a preparar sus caminos y el que anuncia el perdón de los pecados. Ambos nacieron con una diferencia de meses estando sus nacimientos relacionados entre sí, como explica el Papa siguiendo a los evangelistas Mateo y Lucas.
El nacimiento de Juan el Bautista pertenece al entorno de la Navidad. Fue hijo único de Zacarías e Isabel, que vivían en Ain Karen, a pocos kilómetros de Jerusalén, en Judea donde reinaba Herodes el Grande. Esta es su historia.
Zacarías era un sacerdote del templo de Jerusalén del turno de Abías, casado con una descendiente de Aarón, Isabel. «Los dos eran justos ante Dios y caminaban sin falta según los mandamientos del Señor». (Lc 1,5-25). Ambos eran de edad avanzada y no tenían hijos pues ella era estéril, por lo que rogaban a Dios para tener descendencia.
Estando de servicio en el Templo, Zacarías entró en el lugar Santo a la hora del sacrificio vespertino para ofrecer el incienso según la liturgia, mientras el pueblo quedaba fuera. El humo del incienso que subía era como una oración: «Suba mi oración como incienso en tu presencia, el alzar de mis manos como ofrenda de la tarde», dice el Salmo 141. De pronto se apareció un ángel del Señor a la derecha del altar que le dijo: «¡No temas, Zacarías! pues tu oración ha sido escuchada: tu mujer, Isabel, te dará un hijo a quien pondrás por nombre Juan…será grande ante el Señor, no beberá vino ni licor, convertirá muchos hijos de Israel al Señor. Irá delante del Señor para atraer los rebeldes a la sabiduría de los justos». En pocas palabras el ángel anunció a Zacarías la misión de su hijo.
Al analizar las palabras del ángel, el Papa considera a Juan como un sacerdote, -pues los consagrados a Dios no podían “beber vino ni bebida que pudiera embriagar”-, que llegó con la pujanza de un gran profeta que prepararía al pueblo para la venida del Señor. 
A preguntas de Zacarías de cómo sería eso si tanto él como su mujer eran de edad avanzada, el ángel, que se identificó como Gabriel, «el que está delante de Dios», le dijo que «había sido enviado para darle esta buena noticia», y añadió «Pero te quedarás mudo hasta que esto suceda porque no has creído mis palabras». 
Benedicto XVI repasa historias similares de niños engendrados por padres estériles que nacieron por voluntad de Dios. Es el caso de Isaac, hijo de Abraham con noventa y nueve años y de Sara que tenía noventa, (Gen 17,15-19); o el de Samuel, hijo de Elcaná y Ana que era estéril, pero imploró y prometió al Señor que le ofrecería un varón que de ella naciera y así concibió a Samuel. (1Sam 1). Para Dios nada es imposible.
Cuando el ángel Gabriel reveló a María que Isabel estaba embarazada de seis meses, fue a visitarla y se quedó con ella hasta que nació Juan. Seis meses después nació Jesús no muy lejos de allí, en Belén. Si Isabel y Ana, la madre de la Virgen, descendientes de Aarón, eran primas hermanas y María era sobrina de primas hermanas de Isabel, el parentesco de Juan y Jesús podía ser de tío y sobrino en tercer grado.
Según la ley, Juan fue circuncidado a los ocho días de nacer y querían llamarlo Zacarías, como su padre, pero Isabel advirtió que tendría que llamarse Juan. Ante el asombro de los presentes, Zacarías escribió en una tablilla «Juan es su nombre». En ese momento recuperó el habla y pronunció el Benedictus, un himno profético que, en uno de sus versículos dice refiriéndose a Juan: «Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo porque irás delante del Señor a preparar sus caminos».
De la infancia de Juan nada dicen los evangelios. Aprendería la Tora en la sinagoga e iría a Jerusalén en la fiesta de Pascua. Lucas solo dice que «crecía y se fortalecía en el espíritu, y vivía en los desiertos hasta los días de su manifestación a Israel».

Juan empezó a predicar antes que Cristo. Lucas lo describe así: «En el año decimoquinto del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea; Herodes Antipas tetrarca de Galilea y Perea, y su hermano Filipo tetrarca de Iturea y Traconítide…vino la palabra de Dios sobre Juan en el desierto. Y recorrió toda la comarca del Jordán predicando un bautismo de conversión para perdón de los pecados».

Juan fue un predicador vehemente que se vestía con una piel de camello y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Acudía gente de Jerusalén a quienes bautizaba en el Jordán. A los fariseos y saduceos les dijo: «¡Raza de víboras!... haced penitencia; todo árbol que no produzca fruto será cortado y arrojado al fuego». Al pueblo en general les recomendaba justicia y caridad: «El que tenga dos túnicas, que comparta con el que no tiene…no exijáis más de lo establecido… no hagáis extorsión ni falsas denuncias».
Cuando se extendió su fama, los dirigentes judíos le preguntaron si era el Mesías, o Elías o algún profeta. Él negó ser alguno de ellos y fiel a la verdad dejó este testimonio: «Yo os bautizo con agua; pero viene uno más poderoso que yo a quien no merezco desatar la correa de sus sandalias, que os bautizará con Espíritu Santo y fuego». Esto pasaba en Betania a orillas del Jordán.

Un día llegó Jesús de Nazaret de Galilea a ser bautizado por Juan. Es posible que esta fuera la primera vez que se vieran, pero Juan lo reconoció: «He visto al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma y se posó sobre él… y dije “Este es el que bautiza con Espíritu Santo”. Doy testimonio de que es el Hijo de Dios». Aunque Juan siguió bautizando, desde ese momento su figura se desvanece para dejar paso a la de Jesús el Nazareno.

Un poco más al norte, en Galilea, Herodes Antipas se había casado con Herodías, la mujer de su hermano Filipo, que era mujer ambiciosa. Como Juan le echaba en cara su adulterio, hizo que Herodías indujera a Herodes a darle muerte, pero éste tenía a Juan por un hombre justo y además temía al pueblo que lo veneraba como un profeta. Sin embargo  la influencia de los fariseos hizo que Herodes lo encarcelase en la fortaleza de Maqueronte a orillas del mar Muerto. La noticia entristeció a Jesús.

Una fiesta de cumpleaños de Herodes fue la ocasión de Herodías para castigar a Juan. En la fiesta bailó Salomé, su hija nacida del matrimonio con Filipo, y tanto agradó a Herodes que le juró darle lo que le pidiese. Herodías aleccionó a Salomé y ésta pidió la cabeza de Juan en una bandeja. Herodes ordenó decapitar al Bautista y entregó la cabeza a Salomé que se la ofreció a su madre. Los discípulos de Juan se llevaron su cuerpo y le dieron sepultura en la ciudad de Samaria. Luego fueron a dar cuenta a Jesús que se retiró durante unas horas a un paraje desierto, pero pronto se vio rodeado de la gente que le seguía y a la que enseñaba. Juan murió joven cumplida con creces la misión de mensajero del Señor: «Mirad, yo envío mi mensajero para que prepare el camino ante mí» había profetizado Malaquías.