lunes, 16 de mayo de 2016

LOS MAS COMPETENTES

Ahora que se habla tanto de Cervantes –se cumplen 400 años de su muerte- por ser la gran figura de la literatura española, habría que esforzarse en desterrar el cutrerio reinante y poner en valor la Cultura con mayúscula, que por ser como el alma de una nación, sin ella, ésta queda abocada a una situación de franca decadencia. Hay que fertilizar el gran bancal de la cultura española empezando por educar mucho mejor a las nuevas generaciones que al paso que vamos no van a saber quién era Cervantes. 

Se ha estado educando –y se sigue- en la indolencia intelectual, en la ley del mínimo esfuerzo, en el desprecio a la transcendencia y en la irrelevancia de la moral, todo ello con el señuelo de la libertad, hasta llegar a caer en la falta de fe y del conocimiento, además de en la incapacidad para auparse en las dificultades más elementales.

Con esta perspectiva habrá que trabajar empezando por reconstruir el humanismo cristiano como referencia cultural que nos ofrece el progreso del saber y la madurez de la civilización. Dice el Libro de los libros que el “principio de la sabiduría es el temor de Dios”, pero solo los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza.

Estamos a unas semanas de unas nuevas elecciones, consecuencia directa de la insolvencia cultural y política demostrada por unos personajes más atentos a su ego que al bien común de los demás. Han dado un ejemplo claro de la debilidad de sus principios básicos en el arte de la convivencia, porque, aparte de ser ignorantes, carecen de agarraderas solidas en la fe y en la ética más elemental. Por lo que hemos visto en los últimos meses, su capacidad de gobernar deja mucho que desear. Alguno de los que han destacado, ¿sería capaz de ofrecer soluciones a los problemas derivados de la falta de moral de nuestro tiempo? ¿Sería capaz de esbozar un programa de recuperación de la Cultura con mayúsculas? ¿Sería capaz de ordenar una justa distribución de la riqueza (no de boquilla) en sintonía con el amor al prójimo? ¿Sería capaz, en suma, de basar su gobierno en las obras de misericordia?

Visto lo visto, los votantes tenemos el deber de sopesar la calidad del voto, si es que votamos y no nos quedamos en casa, para, a tenor de lo dicho, otorgarlo a la opción  cuya ideología se asiente en el Humanismo Cristiano, en la Democracia y en la Libertad, -todo con mayúsculas- sin mas Ley que cumplir y hacer cumplir los Derechos Humanos tantas veces conculcados. Siempre respetuosos con las opciones no elegidas. Ir a votar dejándose llevar por la palabrería, los insultos, las formas groseras y los ademanes teatrales o televisivos de los aspirantes, es contribuir a una adulteración de la política; una profesión muy devaluada que puede llegar a ser muy respetada y beneficiosa para todos si elegimos para ejercerla a los más competentes.