viernes, 4 de noviembre de 2016

SIERVO DE DIOS

Ocho siglos antes de la primera venida de Jesucristo, Isaías, un modelo de  hombre religioso, histórico de los tiempos de los reyes de Judá Ozias, Jotán, Ajaz y Ezequías, profetizaba sobre el conocimiento del Señor, el santo de Israel como él lo llama. Su vocación profética, que ejerció durante cuarenta años, la recibió en el Templo de Jerusalén donde tuvo la revelación de la trascendencia de Dios. 

El libro de Isaías contiene cuatro Cánticos del Siervo de Dios, un término que emplea en muchos pasajes para referirse a un personaje que carga con los pecados del pueblo, y que los primeros cristianos identificaron con Jesús de Nazaret. En el primer Cántico el Siervo es presentado como elegido por Dios. «Mirad a mi Siervo, a quien sostengo; mi elegido, en quien me complazco. He puesto mi espíritu sobre él, manifestará la justicia a las naciones». (Is. 42, 1)

En el segundo Cántico predice la misión del Siervo como luz que trae la salvación de todas las gentes.  «Te pongo como luz de la naciones para que mi salvación alcance hasta los confines de la tierra». (Is. 49,6). En el tercero invita a tener confianza en Dios: «El que de vosotros teme al Señor y escucha la voz de su Siervo, aunque camine en tinieblas, sin ninguna claridad, que confíe en el nombre del Señor y se apoye en su Dios». (Is. 50,11).

En el cuarto Cántico anuncia el destino del Siervo, la pasión de Cristo: la detención, la humillación, las bofetadas, los salivazos, el juicio injusto, la flagelación, la coronación de espinas, el camino del Calvario, la crucifixión y la agonía. «Despreciado y evitado de los hombres, varón de dolores, acostumbrado a sufrimientos, ante el cual se ocultaban los rostros, fue despreciado y desestimado. Soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores, mientras nosotros lo creíamos azotado, herido de Dios y humillado. Fue traspasado por nuestras culpas, triturado por nuestras iniquidades. Nuestro castigo cayó sobre él, aguantó y sus cicatrices nos curaron». (Is. 53, 3-5).

Por la Cruz de los padecimientos de Jesús Nazareno, llegamos a Dios ayudados por la gracia de su misericordia. Los alejados de Dios por el mal, se acercan a Él por el bien de la Redención. Del camino del Calvario con la Cruz sobre el hombro, brotaron ríos de vida que desembocan en la Resurrección y la Vida Eterna.

POST DATA. Cada viernes Santo en la penumbra del anochecer sale Jesús Nazareno con la cruz a cuestas. Año tras año su Imagen severa nos dicta desde lo alto del trono la lección magistral de su Pasión. No pronuncia palabras elocuentes, solo con el gesto de su mirada toca el alma de los albojenses que acuden a los lugares por donde pasa. Ahora, en este otoño seco y desabrido volverá a hurgar en la fibra de nuestros mejores sentimientos al verlo por las calles y plazas de nuestro pueblo de Albox. Será el 19 de noviembre.