lunes, 5 de noviembre de 2012

AÑO DE LA FE

ANNUS FIDEI 2012-2013

«La puerta de la fe» (cf. Hch 14, 27), que introduce en la vida de comunión con Dios y permite la entrada en su Iglesia, está siempre abierta para nosotros. Atravesar esa puerta supone emprender un camino que dura toda la vida. Éste empieza con el bautismo (cf. Rm 6, 4), con el que podemos llamar a Dios con el nombre de Padre, y se concluye con el paso de la muerte a la vida eterna, fruto de la resurrección del Señor Jesús que, con el don del Espíritu Santo, ha querido unir en su misma gloria a cuantos creen en él (cf. Jn 17, 22).

Así empieza la Carta Apostólica en forma de motu proprio, Porta Fidei, del Papa Benedicto XVI para convocar el Año de la Fe que comenzó el 11 de octubre, en el 50 aniversario de la inauguración del Concilio Vaticano II, y concluirá el 24 de noviembre de 2013, Solemnidad de Cristo Rey. 

La convocatoria «es una invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del mundo» y un llamamiento a los cristianos a renovar la fe. Los cofrades, como miembros activos de la Iglesia, tenemos la oportunidad de dar testimonio de que Jesús, el Nazareno, en el centro de nuestra fe y de nuestra vida. Para ello nada mejor que acudir al Credo, la oración que es la síntesis de nuestra fe.

El Credo es la fórmula de la profesión de fe cristiana. Se llama así por ser la primera palabra de la fórmula latina: «Credo in unum Deum...». Los primeros cristianos tenían un código que aprendían de memoria para poder ser bautizados: era el Símbolo de los Apóstoles, cuyos artículos fueron formulados por los Doce. Hoy lo conocemos como Credo, y en él se resumen las verdades principales que profesamos los cristianos.
 
Mucho se ha empezado a escribir sobre el Año de la Fe. De la revista Alfa y Omega extraemos parte de lo escrito por algunos teólogos sobre el Credo. El cardenal luso José Saraiva Martins reconoce que hay una indiferencia religiosa creciente, el ateísmo, pero «El Credo, en síntesis, nos dice que si tú crees verdaderamente los que anuncias, si lo vives en profundidad, no debes tener miedo de nada».

Monseñor Pierangelo Sequeri, Rector de la Facultad de Teología del Norte de Italia, apunta que «En el Credo, la historia del hombre y la historia de Dios, se narran juntas, como en una única narración». Y añade «Sería estupendo que el Año de la Fe llevara a encariñarnos con el Credo».

Más conciso es el dominico Giorgio María Carbone de la Facultad de Teología de Bolonia: «El Credo es la síntesis de la Revelación. En vez de leer todos los libros de la Biblia, la Iglesia, conociendo la pereza humana, nos ofrece en unas líneas la síntesis de la fe».

Finalmente el Arzobispo Rino Fisichella, Presidente del Consejo Pontificio para la Nueva Evangelización, explica que, «al final del Año de la Fe, querría que el Credo se convirtiera en la oración diaria de los cristianos, es decir, la profesión de fe recitada y coherentemente vivida». Lo propone con palabras de San Agustín: «Recibid la fórmula de la fe, que es llamada Símbolo. Y cuando la hayáis recibido, grabadla en el corazón y repetirla cada día, antes de dormir, antes de salir de casa, en la plaza o en la calle, y para antes de comer».

«El Credo es, ante todo una oración que se recita dentro de la celebración litúrgica. Es la síntesis de lo que la sabiduría creyente ha seleccionado como esencial», escribe la Teóloga de la Universidad Pontificia Gregoriana Stella Morra.

Sirva este Año de la Fe como punto de partida para descubrir los contenidos de la fe profesada, celebrada, vivida y rezada, confirmando día a día nuestras creencias en Dios Padre, el Creador; en Jesucristo, nuestro Señor Redentor; en el Espíritu Santo, el Consolador; en la Resurrección al final de los tiempos, y en la Vida eterna, compartiéndolas con los demás.