jueves, 28 de noviembre de 2024

AL OTRO LADO DE LA VIDA

En los países de tradición católica, -España, lo es- los días 1 y 2 de noviembre se celebran dos fechas enfocadas en aquello que trasciende nuestra vida terrena y se relaciona con la vida eterna. Esta vida, según la fe, es eterna tanto para bien como para mal, aunque Dios, a través de su Iglesia, procura por su misericordia la salvación de todos.

El Día de Todos los Santos y el Día de los Fieles Difuntos, son conmemoraciones de suma importancia en el calendario cristiano. No obstante, en las sociedades laicistas, carentes de formación cristiana, es necesario explicar su sentido religioso y espiritual.

El Día de Todos los Santos, el 1 de noviembre, es una fiesta en honor a los que han alcanzado la santidad y la vida eterna en el cielo. No solo abarca a los santos canonizados, también a todas las almas santas que vivieron en unión con Dios, y cuya vida fue un testimonio de fe. Es una celebración de esperanza y de comunión. Al honrar a los santos, recordamos que la santidad y la unión con Dios son posibles y que constituyen el objetivo último de la vida. Los santos son ejemplos de fe, amor, sacrificio y virtud que nos inspiran a vivir una vida cristiana más plena.

La Comunión de los Santos es la creencia de que todos los cristianos (vivos, fallecidos en proceso de purificación y santos en el cielo) están unidos en una “comunidad de fe”. La Iglesia considera que los santos interceden por nosotros, y esta relación espiritual fortalece la unidad del Cuerpo de Cristo.

El Día de los Fieles Difuntos, el 2 de noviembre, es un día para recordar y orar por las almas de nuestros familiares, amigos y conocidos ya fallecidos, que están en proceso de purificación, es decir, en el purgatorio, con el fin de alcanzar la presencia de Dios. Este día está marcado por la esperanza en la resurrección y la misericordia divina, y nos invita a orar y ofrecer sacrificios por las almas que necesitan purificación.

El Día de los Fieles Difuntos tiene un tono de intercesión y caridad espiritual. Es una oportunidad de mostrar amor y solidaridad hacia los difuntos mediante la oración, considerada una obra de misericordia. Las oraciones y ofrendas de los vivos pueden ayudar a las almas de los fieles difuntos a alcanzar la paz eterna.

En las últimas décadas, se ha popularizado la moda del Halloween, que nada tiene que ver con el sentido cristiano de la muerte y que desvía la atención de lo que verdaderamente importa. Algunos cristianos lo rechazan por su conexión con rituales paganos, mientras otros lo ven como una fiesta cultural sin intención de contradicción con su fe. La temática del Halloween centrada en la muerte y el miedo contradice el sentido cristiano de la vida.

Los días 1 y 2 de noviembre tienen un mensaje de comunión, esperanza y caridad. Celebrar Todos los Santos y los Fieles Difuntos invita a los cristianos a reflexionar sobre su vida y a recordarles vivir en santidad y amor hacia Dios y hacia los demás. Esta conmemoración recuerda que la muerte no es el final, sino el inicio de una vida eterna, y que el amor y la fe pueden superar las barreras del tiempo y espacio, manteniendo a vivos y difuntos unidos en Cristo.

Para los cristianos, estas festividades no solo son momentos de recuerdo, sino también de transformación espiritual, orientados hacia una vida que refleje los valores del Evangelio, en la esperanza de la resurrección y la vida eterna.

Humberto Pérez-Tomé

martes, 12 de noviembre de 2024

LA MUSICA EN LA MISA

          Luis Meseguer, un compositor católico se lamenta: «Seamos honestos, se han empobrecido los cantos en la Misa». Este joven compositor trabaja para recuperar en las celebraciones litúrgicas el sentido de lo sacro.

La música ha tenido desde hace muchos siglos un importante papel a la hora de vivir la fe cristiana, bien con las grandes composiciones clásicas, el Magnificat de Bach o el Réquiem de Mozart, o con otras más actuales como las del grupo Hakuna o las de Hillsong. En este último apartado se inscribe el joven catalán Luis Meseguer, autor de Ángelus, Sanctus o Liturgia misal, para órgano, y director de la revista de arte sacro Transfiguración.  En una reciente entrevista en la Asociación Católica de Propagandistas reflexiona sobre cómo se usa la música en la liturgia.

Para el autor la música religiosa está hecha para la religión, pero la música sacra tiene un valor añadido: es sagrada, ungida. La música moderna puede ayudar para la devoción popular o para la evangelización, pero durante la liturgia, la veo difícil. Veamos porqué: La reforma litúrgica del siglo XX puso mucho empeño en que el pueblo participase y se descubrió el aspecto comunitario de las celebraciones, pero para conseguirlo se han empobrecido los cantos, y es una pena. Para que haya equilibrio y la gente participe y pueda cantar, tiene que haber un buen nivel musical.

Ante todo, hay que partir de la Palabra. La liturgia tiene textos muy claros, el Kyrie, el Agnus Dei o el Sanctus, que han de guiar cómo debe ser la música. La Eucaristía es una fiesta y es sobre todo una boda: La de Jesús, el esposo, y nosotros, la Iglesia. Que sea muy solemne no quiere decir que sea una celebración aburrida. Seriedad no significa aburrimiento, pero hay que ser elegantes. El día de la boda los novios se vestirán con símbolo de respeto y amor entre ambos.

Como muchos no tienen sensibilidad musical debe haber un equilibrio entre cercanía al pueblo y liturgia. El problema es meter con calzador un lenguaje musical que al pueblo no le encaje. La música pegadiza capta la atención, pero existe el peligro de que atrofie la sensibilidad. Lo mejor es introducir pequeños pasajes que abran un poco las ventanas: en vez del canto habitual del santo, poner el Sanctus de Schubert, no todo tiene que ser Mozart ni cantos breves modernos, sino una mezcla de lo mejor de cada género. Hay quienes han disfrutado con el Veni Creator Spiritus gregoriano.

La revista anual Transfiguración quiere recoger el fenómeno del arte sacro actual, como algo global: no solo el arte litúrgico, también el arte donde se manifiesta lo sagrado. Hay artistas interesados en lo sagrado: en su álbum, Motomami, Rosalía concluye una canción con un audio de su abuela diciendo en catalán que Dios es lo más importante para ella. Además, cuenta con la colaboración de una fotógrafa que imprime sobre pan de oro, que habla de toda la tradición de fondos dorados e iconos bizantinos. Como obsequio, a los suscriptores se les entrega una radiografía del Niño Jesús, que simboliza el nacimiento de la revista. El primer número trataba sobre la luz, y poniendo esa lámina a contraluz, se ve cómo la luz se filtra a través de Jesús.

Sobre el texto anterior, un lector comenta: La Misa ha perdido el recogimiento y la unión espiritual con Dios que tenía hace años. Ahora es un guirigay de guitarras, panderetas y voces desafinadas que rozan el ridículo. Se ha eliminado el sentido trascendental de la función, en sintonía con el mal gusto.

Guillermo Altarriba Vilanova
Periodista

miércoles, 23 de octubre de 2024

JOB

Job era un varón justo y temeroso de Dios, un ejemplo de generosidad y honradez, que contaba con la bendición divina. Vivía con su mujer y tenía siete hijos y tres hijas. Era muy rico, poseía ovejas, camellos, yuntas de bueyes, asnos y muchos servidores. Cuando sus hijos celebraban banquetes, invitaban a sus hermanas, y al terminar Job los purificaba por si habían pecado contra Dios.

Un día que Satanás, el adversario de Cielo, deambulaba por la tierra, Dios le preguntó: “¿Te has fijado en Job? Es un hombre que vive apartado del mal y persiste en su honradez”. Al oírlo Satanás tentó a Dios: “Hiérelo y verás cómo te maldice” y Dios contestó: “Tú haz lo que quieras, pero respétale la vida”.

Satanás continuó su camino, vio a Job y lo hirió con llagas malignas de pies a cabeza. Job se raspó, se sentó en el polvo y su mujer le dijo: “¿Persistes en tu honradez? Maldice a Dios y muérete”. Él contestó: “Si aceptamos de Dios los bienes, ¿no vamos a aceptar los males?”. Job desoyó a su mujer y no pecó.

Tres amigos de Job, Elifaz, Bildad y Sofar, al conocer sus desgracias, acudieron para consolarlo. Al verlo rompieron a llorar, se rasgaron los vestidos y sufrieron con él durante siete días. Al cabo Job habló: “¡Muera el día en que nací! Conviértase ese día en tinieblas. Me sucede lo que temía y carezco de paz y de sosiego”.

Lo oyeron sus amigos, e intervinieron. Primero Elifaz dijo: “Tú, que a tantos instruías, ¿ahora te espantas? ¿No confiabas en tu piedad? ¿No ponías la esperanza en tu honradez?”. “Yo, en tu caso, apelaría a Dios. Él hace prodigios misteriosos; dichoso es el mortal a quien Dios corrige y pone a los humildes en lo alto”.

Job respondió: “Llevo clavadas las flechas del Todopoderoso. Ojalá que Dios se decida triturarme. Me serviría de consuelo no haber renegado de sus palabras. ¿Qué fuerzas me quedan para esperar? Aclaradme en qué me he equivocado si pensáis que es viento lo que dice un desesperado”

Después intervino Bildad: “¿Hasta cuándo hablarás así? Si buscas a Dios, si diriges tu súplica al Todopoderoso, si eres intachable y recto, Él velará por ti y te devolverá tu legítima morada. Dios no rechaza al honrado, ni sostiene al malvado. Llenará tu boca de risas, y lanzarás gritos de alegría” 

Respondió Job: Sé que el mortal no es justo ante Dios. Él es sabio y poderoso y hace prodigios insondables: Desplaza montañas, estremece la tierra, manda al sol que no brille y guarda las estrellas. Pero siento asco de mi existencia y daré rienda suelta a mis quejas. Diré a Dios: “No me tengas por culpable; dime porqué disfrutas viéndome oprimido, mientras apruebas los planes del malvado. Aléjate de mí, deja que disfrute antes de que vaya al país tenebroso, con sombras de muertos, en la oscuridad”. 

Sofar le contestó: “Con tanta palabrería, ¿daremos la razón a un charlatán? Tú has dicho: “Mi doctrina es limpia, nada puedes reprochar”. Ojalá, Dios te hablase y te enseñase secretos de sabiduría; sabrías que Dios te ha castigado menos de lo que tu iniquidad merece. ¿Pretendes descubrir la perfección del Todopoderoso?  Si diriges tu mente a Dios, si le extiendes tus manos, y no alojas la injusticia, podrás alzar la frente, te sentirás seguro y sin temor, y olvidaras tu sufrimiento”.

Job no sabe que sus males vienen de Satanás y no de Dios que trata de probar su fidelidad. No apela a Dios; lo acusa de mala voluntad, y dice sentirse abandonado por Dios y por sus amigos: “Sabed que Dios me ha hecho daño y vosotros me habéis humillado”. Ahora Sofar se centra en la sabiduría divina y Elifaz le pide que vuelva al Todopoderoso para rehabilitarse.

Cuando Dios se hace presente no atiende las quejas de Job, le habla de las maravillas de la Creación y le pregunta: “¿Conoces las leyes del Cielo?”, “¿Tienes el poder de Dios?”. Job le responde: “Te conocía de oídas, pero ahora que te han visto mis ojos, me retracto y me arrepiento”. Quedó rehabilitado.

Dios bendijo a Job al final de sus días. Murió anciano tras una larga vida, rodeado de sus hijos, sus nietos y biznietos.

                                                                                                               José Giménez Soria

viernes, 4 de octubre de 2024

MIGUELA

           Conocí a Miguela un viernes por la noche en el centro de la ciudad. Estaba en la puerta de una iglesia y por espacio de unas dos horas su misión consistía en salir al encuentro de todos los que pasaban por allí para invitarlos a entrar a encontrarse con el Señor.

En el todos incluyo a chavales jóvenes de la edad de Miguela, algunos la miraban con burla o desprecio. A ella le daba igual, porque tenía algo demasiado grande que ofrecer a los viandantes como para, por miedo, pasar un mal momento.

Miguela hace de lo que muchos hablan, pero pocos practican: ir a las periferias. No para quedarse vagando por allí sino para que el alejado se acerque, que de eso va la evangelización. La gente que Miguela conseguía conquistar con su sonrisa -sonrisa de Dios- encendía una vela y andaba por el pasillo central de la iglesia hasta el altar, donde estaba expuesto el Santísimo. Algunos se arrodillaban, otros dejaban la vela y se quedaban un rato de pie, otros rompían a llorar. Miguela iba con ellos, a veces con la mano encima del hombro, o caminaba detrás por si necesitaban algo y siempre los acompañaba hasta la puerta con su eterna sonrisa.

El pasillo del templo se convirtió en un desfile de personajes que no habían pisado una iglesia en su vida, pero el Señor había salido a su encuentro valiéndose de Miguela y habían aceptado la invitación.

Lo preocupante es que Miguela sea una anomalía o desaparezca. Ella es el rostro de Cristo que sale a nuestro encuentro sabiendo que puede llevarse un bufido. Miguela en dos horas hace lo que nosotros estamos llamados a hacer toda nuestra vida: encontrarnos con el Señor y buscar a otros para que se encuentren con Él.

Nosotros nos resistimos a ser como Miguela, por vanidad, por respeto humano o porque simplemente no dejamos que Dios actúe en nosotros. Por eso en el mundo empieza a haber escasez de Miguelas. Todos en algún momento, necesitamos una Miguela en nuestra vida.

Jaume Vives. Periodista

viernes, 6 de septiembre de 2024

¿QUÉ ES EL SALIENTE?

Carta para los peregrinos de la Romería 2024: Extracto.

        Muy queridos peregrinos:

Hace años, un catedrático aragonés ascendió hasta el Roel para investigar acerca de nuestro Santuario y pidió entrevistarme. Cuando nos encontramos, me preguntó ¿Qué es el Saliente? No era una pregunta sencilla, como lo prueba la cantidad de respuestas con que, a lo largo de la historia, se ha tratado esta cuestión. Ahí están los historiadores que acumulan sus tesis al respecto y las buenas gentes que excitan su fantasía con leyendas más o menos piadosas. También los antropólogos, escasos por estos lares, se esfuerzan por realizar analogías con otros lugares sagrados y no faltan los comerciantes que, ávidos de ganancia, tratan del atractivo del lugar. Quizás los poetas y los artistas intuyen algo del misterio que aquí sucede.

¿Qué es – por tanto – el Saliente? Cada peregrino abriga un interrogante similar. A semejanza de los coetáneos de Jesús, un interrogatorio parecido al que Él les planteó: «¿Qué salisteis a contemplar en el desierto, una caña sacudida por el viento? ¿O qué salisteis a ver, un hombre vestido con lujo? Mirad, los que visten con lujo habitan en los palacios. Entonces, ¿a qué salisteis?, ¿a ver a un profeta?» (Mt 11, 7 – 9). En efecto, cuando los pies del peregrino se encaminan hacia el desierto del Buen Retiro, aquí se encuentra algo que enmudece las palabras y abre el corazón.

En el Saliente se descubre la historia de la Salvación. Dios, haciéndose peregrino en el seno de María, se hace camino y meta de los peregrinos. Al Saliente llega el peregrino cargado de recuerdos y dolorido por las ausencias; pero con la certeza de ser transformado para continuar la peregrinación de la vida. El verdadero peregrino no se escandaliza por la evolución de los tiempos ni tiene miedo por el futuro. Tampoco es esclavo del pasado, porque su razón de ser es avanzar y saludar las nuevas realidades. El Saliente no es una recreación del ayer, ni está encadenado a más nombres que el de María… siempre viva como Madre de todos los Desamparados.

El Saliente es una experiencia de encuentro, personal y transcendente. Si la religión cristiana, más que una transmisión de conocimientos divinos es un encuentro con Jesús, este Santuario es un punto privilegiado para encontrarse. Esto lo confirman los miles de peregrinos que compartís vuestras experiencias. Sois personas de distintas edades, condiciones sociales y niveles culturales, con muy distintas creencias religiosas que, de un modo asombroso, experimentáis en este Santuario un encuentro muy especial. ¡Cuántas veces he escuchado a peregrinos que por su presencia en el Saliente han descubierto un sentido nuevo en su existencia!, ¡Cuántas personas han encontrado en el Saliente un motivo para seguir viviendo y afrontar las dificultades. 

En el Saliente María, como en las bodas de Caná (Jn2,1-11), advierte nuestras necesidades y las presenta a Jesús. Eso es el Saliente. Es la caricia maternal, dinámica y resolutiva, que nos abre a la esperanza. Peregrinar al Saliente es decir al propio corazón de uno: “¡Sigue adelante, la vida vale la pena y tú embelleces al mundo!”.

Nuestra vida no es un miedo a que nos arrebaten la felicidad, sino peregrinación de lucha hacia la victoria definitiva. En María, «…mujer vestida del sol, y la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza» (Ap.12,1), vencemos las amenazas del dragón. Peregrinar al Saliente es liberarse de los miedos, enfrentarse a los problemas y vencer con Jesús.

                                                                             Antonio J. M. Saldaña Martínez  
Rector del Santuario del Saliente

lunes, 2 de septiembre de 2024

EN HONOR A LA VIRGEN DEL SALIENTE

La imagen de la Virgen tiene un lugar de honor en su Santuario del monte Roel. Al proclamar su grandeza la honramos como Reina del Universo y Mediadora Santísima en el camino de la Redención.



 


I.-Coro popular:

Oros del sol naciente en tu corona,
siglos de amor forjaron cada estrella,
mirando los fulgores de tu cara
se hace dulce el dolor, la vida bella.
Pon en la emigración y la sequía
la cosecha feliz de tu mirada,
Señora del Saliente, Madre mía.

II.-Invocación:

De los riscos desciende
una fiesta de pájaros
al quedar la corona
colocada en tus sienes,
y flota tu mirada
en un viento de trinos
mientras tu manto cubre
a la tierra desnuda.
Señora del Saliente, Madre mía.

 

III.-Estrofas

Lázaro de Martos tuvo
visiones de primavera
la orquesta de Dios sonaba
y el cielo se hizo ladera.
Estos ángeles sostienen
el peso de la alegría.
Por amor se hizo serrana
la hermosura de María.

Vocación de nido tienen
tus manos de amor unidas
dejando un cálido hueco
para cobijar la vida.
Se hace fecundo el desierto
la pena se hace alegría,
el amor se hace plegaria
la tristeza romería.

Tu manto flota cubriendo
a todo desamparado
y cesa el dolor del mundo
en su viento enamorado.
Sálvanos de la sequía,
de un corazón sin veneros;
que llevemos en la frente
un concilio de luceros.

 

Autor del poema Julio Alfredo Egea 1988

martes, 6 de agosto de 2024

PARTICIPAR EN LA MISA

Con frecuencia se dice “Voy a oír Misa”, siendo más correcto afirmar “Voy a participar en la Misa”, porque quien acude a una Iglesia donde un sacerdote celebra la Santa Misa, participa en ella, o debe participar en ella. Lo contrario es como ir al cine y ser un simple espectador de la película.

Después de la Resurrección, los discípulos empezaron a celebrar lo que hoy llamamos la Santa Misa, recordando lo que hizo Jesús en la Última Cena y su posterior sacrificio en la Cruz. Los primeros cristianos la llamaban “la fracción del pan” y pronunciaban las mismas palabras de Jesús, para la consagración. Pronto se fueron concretando los ritos litúrgicos, los gestos, las posturas y el ritual, que observaban las comunidades cristianas.

El modo de la celebración de la Misa ha cambiado. Hoy mantiene este ritual: La preside el sacerdote celebrante; el diácono, los acólitos y los lectores le ayudan, y los fieles participan. La celebración comprende dos partes: La Liturgia de la Palabra, centrada en las lecturas bíblicas y en la oración de los fieles, y la Liturgia Eucarística que comprende la Consagración y la Comunión hasta el final.

Después del concilio Vaticano II, al comienzo del Misal de 1970 se incluye la «Ordenación General del Misal Romano», que expone lo que se celebra en la Misa, detalla cada una de sus partes y los gestos, posturas, vestiduras y lugares, a tener presentes. Es un conjunto de normas y explicaciones para que los fieles participantes en la Misa lo hagan de forma adecuada, y sientan y comprendan que la celebración sirve para santificar a las personas y para dar gloria a Dios.

Salvo por razones de salud u otras circunstancias siempre hay que mantener determinadas posturas durante la Misa. En posición de pie, se estará desde la entrada del sacerdote hasta el inicio de las lecturas y también en el aleluya, en el evangelio, en el credo, en la oración de los fieles y desde la oración de las ofrendas hasta el final. Se podrá estar sentado durante las lecturas bíblicas -salvo el Evangelio-, en la homilía, en la preparación del altar y antes de que empiece la oración después de la Comunión. Finalmente se estará de rodillas en la Consagración desde la invocación del Espíritu Santo, cuando el sacerdote extiende las manos sobre el pan y el vino, hasta la aclamación: “Éste es el sacramento de nuestra fe”, y después de comulgar.

Todas las posturas tienen un significado. Ponerse de pie es señal de respeto hacia el celebrante y de reconocer la Palabra de Dios en el Evangelio. La postura de rodillas se identifica con penitencia, con adoración, y estar sentados es postura para la escucha, -las lecturas bíblicas- y meditación, después de la Comunión. Las posturas manifiestan la participación en la Misa y no vale acomodarlas a ningún antojo.

Otra faceta de la celebración Eucarística son los gestos. El más común es la Señal de la Cruz con la que empieza y termina la Misa. Es el símbolo de la Redención. Otro es el Saludo de la Paz, con un apretón de manos y un saludo. Por último, la Instrucción General, nos pide que hagamos una señal de reverencia antes de recibir la Comunión.

Las posturas y los gestos no son ceremoniales. Tienen un gran significado, porque así realzan nuestra participación personal en la Misa. Son actos que nos integran en la celebración de la Santa Misa.

Juan Manuel Sierra López
Doctor en Liturgia y Profesor de la Universidad San Dámaso

viernes, 5 de julio de 2024

LA OPCION BENEDICTINA

Rod Dreher, periodista y escritor norteamericano, es el autor del libro “La opción benedictina”, una obra con gran éxito en los EE. UU., poco conocida en España. El libro contiene propuestas interesantes para los cristianos, que a juicio del autor son asumibles.

Ante la avalancha de secularismo, películas, series, aborto, divorcio, pornografía, educación estatal, novelas inmorales y todo un complejo cultural y social anticristiano, Dreher propone que los cristianos creen «lugares», «tiempos», instituciones, en las que poder vivir cristianamente.

La opción de Dreher no es apartarse del mundo, ni encerrarse en monasterios, sino crear espacios y tiempos del día y de la interacción social que no estén ligados a la lógica del mundo anticristiano.

Su propuesta siempre ha tenido su espacio en la Iglesia, es como la oración respecto de la acción cristiana, un «lugar» de recogimiento y entrega al Dios cristiano que impregne luego toda la vida social, trabajando porque finalmente toda ella se haga cristiana y se adopten formas de vida social cristianas. Eso llegará, y llegará con el esfuerzo del misionero, del soldado que defiende una tierra, del político hábil para buscar un acuerdo ventajoso para todos, con la catequesis del párroco y la vigilancia del obispo, pero no olvidemos que el alma de todo ello, el alma de ese cuerpo cristiano es la oración, el recogimiento y la vida espiritual, todo lo opuesto en suma a esa vida social y cultural actual donde algunos se sienten tan cómodos.

No olvidemos que a fin de cuentas quien cristianizó la sociedad en los siglos de la alta edad media, cristianización de la que aún seguimos viviendo, no fueron los intelectuales públicos, sino los monjes, en especial, los benedictinos.

Jacobo Negueruela Avellà. Profesor de Humanidades.
Universidad CEU Cardenal Herrera

sábado, 22 de junio de 2024

ELOGIO DE LA SABIDURÍA

Del último libro del Antiguo Testamento, titulado Sabiduría,

no se conoce la identidad de su autor.

Pudo ser un judío religioso de la diáspora que se inspiró en textos de la Escritura.

En los versículos siguientes, Salomón primero elogia la sabiduría

 para después pedir a Dios ese don para gobernar al pueblo con justicia.

 

En ella hay un espíritu inteligente, santo, único, múltiple. sutil, ágil, penetrante, inmaculado, diáfano, invulnerable, amante del bien, agudo, libre, benéfico, amigo de los hombres, firme, seguro, sin inquietudes, que todo lo puede, todo lo observa y penetra todos los espíritus, los inteligentes, los puros y hasta los más sutiles.

La Sabiduría es más ágil que cualquier movimiento, y en virtud de su pureza, lo atraviesa y lo penetra todo. Es efluvio del poder de Dios, una emanación pura de la gloria del Todopoderoso: por eso, nada manchado la alcanza.

Ella es irradiación de la luz eterna, espejo límpido de la actividad de Dios e imagen de su bondad.

Aunque siendo una sola, todo lo puede; sin salir de sí misma, todo lo renueva y, entrando en las almas buenas de cada generación, va haciendo amigos de Dios y profetas. Pues Dios solo ama a quien convive con la sabiduría.

 

Ella es más bella que el sol y supera a todas las constelaciones. Comparada con la luz del día, sale vencedora, porque la luz deja paso a la noche, mientras que a la sabiduría no la domina el mal.

Se despliega con vigor de un confín a otro, y todo lo gobierna con acierto.

Libro de la Sabiduría (7,22-8,1)

martes, 4 de junio de 2024

LA ÚLTIMA TILDE NO ADMITE EXCEPCIONES

          En un monte próximo a Cafarnaúm, Jesús, viéndose rodeado de gente de Galilea, Judea, Decápolis, Jerusalén, Transjordania y hasta de Siria, levantó la voz para exponerles el conocido Sermón de la Montaña. Cuando terminó, y como final, animó a la multitud a hacer buenas obras y a dar gloria a Dios Padre para alcanzar la bienaventuranza.

Para los desmemoriados, para los confiados y para los que se creían intocables, advirtió que la Ley había que cumplirla: «No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas, sino a dar plenitud», y para evitar malentendidos advirtió «Os digo que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley», y puso unos ejemplos. El que incumpla el No matarás, será reo de juicio, pero el que tenga queja de su hermano, tiene que reconciliarse con él; el que mire a una mujer deseándola, ya comete adulterio en su corazón; el que jure en falso, está perdido.

El Eclesiástico orienta cómo cumplir la Ley: El que teme al Señor alcanza la sabiduría. Si se apoya en ella, no vacilará y no quedará defraudado. La sabiduría jamás la alcanzarán los insensatos, ni la verán los pecadores. La alabanza a Dios se proclama con sabiduría, Él es quien la inspira, para guardar sus mandamientos y ser fieles a su voluntad.

El cielo se gana practicando “el amor a Dios y al prójimo”; esta es la Ley con todas sus letras. Se ama a Dios o no se ama, se ama al prójimo o no se ama. No cuando convenga o solo a ratos. No hay excepciones ni excusas que justifiquen lo contrario

San Pablo en la carta a los Gálatas expone: “Hermanos, habéis sido llamados a ser hombres libres, pero procurad que la libertad no sea un pretexto para dar rienda suelta a las pasiones, antes bien, servíos unos a otros por amor”. Y a los de Éfeso les escribe: “Malas palabras no salgan de vuestra boca, que vuestro hablar sea bueno, constructivo y oportuno: así haréis bien a los que os oyen. No irritéis al Espíritu de Dios...: nada de rencores, coraje, cólera, voces ni insultos; desterrad eso y toda ojeriza. Sed serviciales y compasivos unos con otros”. (Ef.4, 29-32).

Si Dios es misericordioso, también el cristiano ha de ser misericordioso, mostrándose cercano al prójimo en sus necesidades corporales y espirituales.

José Giménez Soria

sábado, 11 de mayo de 2024

VIVIR COMO SI DIOS NO EXISTIERA

          Los días de Pascua nos recuerdan que todo lo que está muy bien tiene sentido                   porque Dios pensó un día en cada uno de nosotros, otro día murió también por                 cada uno de nosotros y al tercero, resucitó.

Está muy bien viajar a África para implicarse en la construcción de pozos para las familias que no tienen la posibilidad de ofrecer una vida digna a sus hijos. 

Está muy bien estudiar una carrera o un oficio para labrarse un futuro profesional que permita mantener a la descendencia.

Está muy bien veranear en un lugar donde los niños correteen en medio de la naturaleza y se pueda descansar del frenesí laboral y de los equilibrios que se hacen durante el año para conciliar familia y trabajo.

Está muy bien ser atento con el prójimo, ya sea dándole alimento, posada, conversación o una buena atención si entra a comprar en nuestro comercio.

Está muy bien no matar y no robar. Sobre todo, si aquellos a quienes se mata o roba son inocentes que no pueden defenderse, sea el niño por nacer o el trabajador contratado.

Está muy bien hacer cosas que están bien, teniendo siempre a Dios presente, aunque tengamos que violentar nuestro egoísmo.

Todo eso está muy bien pero no pensemos que es suficiente. Los días de Pascua nos recuerdan que todo lo que hacemos bien tiene sentido porque Dios pensó un día en cada uno de nosotros, otro día murió también por cada uno de nosotros y al tercero, resucitó.

Y sin esto último, si no hubiera resucitado, no solo sería vana nuestra fe, como dice el Apóstol, sino que nuestra existencia sería absolutamente miserable.

Vivamos pues sabiéndonos hijos del Resucitado. Si nos miramos a nosotros mismos y vivimos pensando que somos la medida de todas las cosas y que todo es gracias a nosotros, al final nos acabaremos convirtiendo en unos miserables y ya nada de todo aquello que estaba bien, lo estará.

Vivir como si Dios no existiera, aparentemente puede parecer que está muy bien, pero acaba arruinando las vidas más exitosas.

Jaume Vives. Periodista

viernes, 19 de abril de 2024

LA OMNIPOTENCIA DE DIOS

«El mundo no conoció a Dios por el camino de la sabiduría, sino por la predicación para salvar a los que creen. los judíos exigen signos, los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; pero para los llamados —judíos o griegos—, un Cristo que es fuerza de Dios y sabiduría de Dios» (1Cor 1, 21-24).

Nosotros cargamos con la idea de Dios que Jesús vino a cambiar. Podemos hablar de un Dios espíritu puro, ser supremo, etc., pero ¿cómo podemos verlo en la aniquilación de su muerte en la cruz?

Dios es omnipotente, pero ¿qué tipo de omnipotencia es la suya? Frente a las criaturas humanas, Dios no puede imponerse. No puede hacer otra cosa que respetar la libre elección de los hombres. Y así el Padre revela su omnipotencia en su Hijo que se arrodilla ante los discípulos para lavarles los pies; en su Hijo que, reducido a la impotencia de la cruz, continúa amando y perdonando, sin condenar jamás.

La verdadera omnipotencia de Dios es la impotencia total del Calvario. ¡Qué lección para nosotros que siempre queremos destellar! ¡Qué lección para los poderosos de la tierra! Para aquellos que no piensan ni remotamente en servir, sino sólo en el poder por el poder; aquellos – dice Jesús – que “oprimen al pueblo” y “se hacen llamar bienhechores” (Mt.20,25; Lc.22,25).

El triunfo de Cristo en su resurrección ¿no anula esta visión, reafirmando la invencible omnipotencia de Dios? ¡Hubo, por supuesto, un triunfo en el caso de Cristo, y un triunfo definitivo! La resurrección ocurre en el misterio, sin testigos. Su muerte fue vista por una gran multitud y participaron las más altas autoridades religiosas y políticas. Una vez resucitado, Jesús se aparece sólo a unos pocos discípulos, fuera del foco de atención. Con esto quería decirnos que después de haber sufrido no debemos esperar un triunfo externo, visible, como la gloria terrenal. El triunfo se da en lo invisible y es de orden superior porque es eterno. Los mártires de ayer y de hoy son testigos de ello.

El Resucitado se manifiesta en sus apariciones de manera suficiente para dar un fundamento sólido a la fe, a quienes no se niegan a creer. No aparece entre ellos para demostrarles que están equivocados. Se comporta humildemente en la gloria de la resurrección como en la aniquilación del Calvario. La preocupación de Jesús está en tranquilizar a sus discípulos desmayados y, antes que ellos, a las mujeres que nunca habían dejado de creer en Él.

Acojamos la invitación que Jesús dirige al mundo desde lo alto de su cruz: “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré” (Mt 11, 28). Aquel que no tiene una piedra sobre la que apoyar su cabeza, que ha sido rechazado por los suyos y condenado a muerte, se dirige toda la humanidad, de todos los lugares y de todos los tiempos, y dice “¡Venid a mí todos y yo os aliviaré!”

¿Quién nos separará del amor de Cristo?, ¿la tribulación?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿el peligro?, ¿la espada? […]. Pero en todo esto vencemos de sobra gracias a aquel que nos ha amado. Pues estoy convencido de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni ninguna otra criatura podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor. (Rom 8, 35-39)

Cardenal Raniero Cantalamessa
Homilía del Viernes Santo 29 de marzo de 2024.
Texto reducido

jueves, 4 de abril de 2024

ARTE SACRO EN SEMANA SANTA

En el arte sacro se percibe la huella de Dios.

Ha pasado la Semana Santa con sus imágenes y sus símbolos sagrados dando esplendor al culto cristiano. Esto será así, siempre que muestren dignidad y belleza y no atenten contra la doctrina Evangélica.

Desde muy antiguo el arte sacro constituye un patrimonio puesto al servicio del culto divino. Una catedral, una iglesia, una capilla, una imagen, una pintura, un estandarte u otro símbolo sagrado, debe estar en consonancia con la fe del creyente. Las obras de arte sacro que expresan la belleza divina guían al hombre hacia Dios, por lo que requieren una buena dosis de inspiración religiosa por parte del artista.

En Cuaresma y Semana Santa es el tiempo propicio para hacer visible el arte sacro. Los templos y las calles se llenan de Imágenes Sagradas escoltadas por estandartes, ciriales, guiones, faroles, cruces y otros símbolos, siguiendo una tradición secular. Las manos del artista contribuyen a exaltar el misterio de la Pasión del Señor. Unos con más acierto que otros, pero todos con igual grado de fe, se han inspirado para que su obra y su propio estilo, sea fuente de devoción y sea aceptada por el pueblo por su belleza y porque ayude a rezar. La obra que trasmite cercanía tiene un alto componente de fe.  Si falta la fe se trasmite a la obra.

El artista no puede idealizar una imagen o un símbolo sagrado a su capricho y ajeno a la realidad. Las imágenes y los símbolos nunca son irrelevantes. Una imagen “inventada” rehúye lo que representa el Misterio y alejará al pueblo fiel. La Imagen de Jesús crucificado con la cabeza inclinada refleja perdón; la Cruz simboliza Redención, y un puñal en el pecho identifica a la Virgen Dolorosa. Solo son tres ejemplos, porque hay más.

La Semana Santa se anuncia con un cartel que retrata la conmemoración de la Pasión del Señor Jesucristo. El cartel lleva plasmado cualquier escena de las horas trascurridas desde la Oración en el Huerto de Getsemaní hasta la Resurrección. Su hechura, su diseño, su forma y su color van más allá de su estética. Tratándose de la representación de un hecho real, cuyos personajes, Jesús y María, mostraban rasgos propios de la situación que padecían, sufrientes para más señas, no pueden idealizarse por mucha buena voluntad que tenga su autor. La imagen de Jesús será la propia de un hombre con más de treinta años que soportaba un cruel castigo, y la de María, la de una madre desconsolada e impotente ante la injusticia, que lloraba los padecimientos de su hijo.

Las obras de arte, tanto en Semana Santa como en los lugares de culto, proclaman la fe y crean un ambiente apto para la adoración y veneración. Las advocaciones de las Imágenes encarnan pasajes concretos y no admiten aditamentos que las desvirtúen. El arte sacro no debe tergiversar el impacto estético y espiritual de quienes lo contemplan.

José Giménez Soria

viernes, 22 de marzo de 2024

LONGINOS

Junto a la cruz de Jesús estaban su Madre, María la de Cleofás, María la Magdalena y Juan. Mandaba la centuria que custodiaba la cruz el centurión Abenádar y su hombre de confianza Casio. Jesús tuvo sed y le acercaron a la boca una esponja empapada en vinagre y cuando tomó el vinagre, dijo: «Todo está consumado», e inclinando la cabeza, entregó el espíritu. Los soldados quebraron las piernas a los dos ladrones, pero viendo que Jesús había muerto, Casio le traspasó el costado derecho con una lanza y cuando la retiró, al punto salió sangre y agua. 

Al expirar Jesús se oscureció el sol y se produjo un terremoto; tanto el centurión como Casio dijeron aterrorizados «Verdaderamente este era Hijo de Dios». Otros soldados impresionados se tiraron de rodillas y también gritaron. Abenádar montó a caballo y corrió para ver a Pilato quedando Casio al frente de la centuria. Según la tradición unas gotas de sangre y agua del costado de Jesús salpicaron en los ojos de Casio que se estaba quedando ciego y al instante quedó sano. Se apeó del caballo, se arrodilló y se puso a alabar al Señor en voz alta.

La lanza tenía varias piezas sujetas unas con otras, con la de arriba acabada en punta. Casio la llevó al palacio de Pilato y fue a éste a quien Nicodemo se le la pidió y accedió. Se convirtió en un objeto codiciado. En el año 615 la punta de la lanza fue depositada en la iglesia de Santa Sofía de Constantinopla. En 1492 la recuperó el papa Inocencio VIII y se supone que se conserva en el Vaticano.

Casio abandonó la milicia, fue bautizado por los apóstoles con el nombre de Longinos, término derivado de lanza, predicó como diacono en Cesárea de Capadocia donde contaba la Pasión que vivió como testigo ocular. Se cree que fue martirizado. La Iglesia celebra su fiesta el 16 de octubre.

Del libro “La amarga Pasión de Cristo”
Beata Ana Catalina Emmerich
 

jueves, 7 de marzo de 2024

CRISTIANISMO ESENCIAL

A diferencia de los fundadores de religiones, Jesús no es el mensajero de Dios, no es alguien que comunica la verdad. Buda, por ejemplo, enseña una doctrina, pero Cristo, no. No sólo hay que creer en lo que dice; hay que creerle a Él.

Estando próximo el comienzo de la Semana Santa se aconseja reflexionar sobre lo esencial del cristianismo, es decir, sobre quién es Jesús de Nazaret.

El cristianismo no es (al menos principalmente) una doctrina moral; en ningún caso, un mero sistema de prohibiciones y prescripciones. Los preceptos del Decálogo no son el resultado de la voluntad arbitraria e inescrutable de Dios dirigida exclusivamente a Israel. Su contenido puede ser conocido a través de la razón, de la naturaleza humana, ya que constituye una moral natural, una ley natural. La moral obliga a todos, incluidos quienes nunca han tenido noticia de la ley mosaica. Como afirma san Pablo en el capítulo 2 de su Carta a los Romanos, «pues siempre que los gentiles, que no tienen la ley cumplen los preceptos de la ley, son ley para sí mismos, ya que demuestran que tienen escrita en sus corazones la norma de conducta puesta en la ley, teniendo por testigo su conciencia».

Aunque el cristianismo no puede reducirse a una moral, sí que añade a esta moral natural unas exigencias que van más allá de ella, que la superan. No faltan ejemplos: el sermón de la montaña, la mansedumbre, el amor al enemigo, las palabras al joven rico: anda, vende todo lo que tienes, dalo a los pobres y sígueme. Todo esto puede ser imposible para el hombre, pero no para Dios. Sólo se puede alcanzar la excelencia moral con el apoyo de la gracia divina. Aquí entramos ya en el ámbito de la fe, de la razón creyente. El cristianismo propone una heroica moral sobrenatural.

Si el cristianismo no es nada de esto, entonces ¿qué es?, ¿cuál es su esencia?, ¿quién es Jesús de Nazaret? Guardini afirma que lo que constituye la esencia del cristianismo es peculiar y exclusivo de él, no se da en ninguna otra religión. A diferencia de los fundadores de religiones, Jesús no es el mensajero de Dios, no es alguien que comunica la verdad. No sólo hay que creer en lo que dice; hay que creerle a Él. Es el camino, la verdad y la vida. No muestra el camino; es el camino. No revela la verdad; es la verdad. No nos trae la vida; es la vida. Jesús no es un mensajero de Dios; es el mensaje. Nunca se había producido una identidad semejante entre una persona y la verdad. Ser cristiano no es sólo seguir a Jesús, no es imitar un modelo; es serlo, identificarse con él, ser Él. Abundan en los Evangelios las palabras de Cristo en este sentido.

Por eso, el cristianismo es mucho más que una cuestión de aceptar o no una verdad revelada. Nos sitúa ante un abismo y ante la posibilidad del escándalo. Si el cristiano vive de la Palabra, la Palabra, el «logos», Dios es Cristo, un hombre. La resurrección casi deviene algo natural, pues la verdad es inmortal. Lo esencial del cristianismo es una paradoja. ¿Es preciso decir que el cristianismo no es una teoría? El cristiano no se limita a seguir, a imitar a Cristo, sino que es en Cristo. Ser en Jesús de Nazaret. En esto consiste ser cristiano.

Ignacio Sánchez Cámara
Doctor en Derecho

martes, 20 de febrero de 2024

EL CUARTO MISTERIO

“Jesús sube al Calvario con la Cruz a cuestas”.


Pilato lo sentenció y mandó que lo crucificaran: "Tomaron a Jesús, y él cargando con su cruz, salió hacia el lugar llamado Calvario, que en hebreo se llama Gólgota, y allí, le crucificaron" (Jn.19, 16-18). Esto da luz al Cuarto Misterio Doloroso.

La Imagen de Jesús Nazareno con la Cruz a cuestas es una de las devociones más arraigadas entre las Cofradías Penitenciales. “Desfigurado no parecía hombre, ni tenía aspecto humano”. No en vano, la subida de Jesús hacia el Calvario encarna la plenitud del Misterio de la Cruz.

Mediado el siglo XVI las Cofradías de Jesús Nazareno notaron la gran devoción que suscitaba la Imagen. Los fieles veían un Dios que sufría, y a la vez cercano, y el pueblo, en general, se identificaba con el Nazareno cargado con la Cruz como ejemplo de exaltación de la penitencia. Las expresiones barrocas de las tallas estimularon el gran apoyo popular en los dos siglos siguientes.

Fue la Orden de los Dominicos la que difundió la advocación del Dulce Nombre de Jesús ligada al misterio de Jesús cargado con la Cruz, e impulsó las Cofradías de Jesús Nazareno superando la Exaltación de la Vera Cruz. También los franciscanos, los agustinos, algunos gremios y la Escuela de Cristo propagaron igual devoción.

Siguiendo el Evangelio las reglas de las cofradías establecían que la estación de penitencia comenzaba el Viernes Santo al salir el sol. La Imagen Sagrada vestía prendas lisas y parcas, sin adornos, y su expresión era fiel al mensaje de la Pasión. Los nazarenos lucían hábitos de penitencia de color morado, los pies descalzos, rostros cubiertos con el capirote, y caminaban portando cruces, en silencio, o rezando “Eres nuestro auxilio y protector” (Sal.33). Se acentuó la fraternidad humana merced a una devoción que se extendía más allá de los límites de las creencias personales.

Venerar a la Imagen de Jesús con la Cruz a cuestas hace de escudo protector ante el dolor, la amargura o los sinsabores. Para los creyentes, y no creyentes, es el propio aliento de Dios que los alivia de sus pesares. El arte cristiano ha esculpido una Gracia que invita a implorar su protección.

Era normal que las Cofradías de Jesús Nazareno participasen activamente en los oficios de Semana Santa, en el Lavatorio, en el Vía Crucis, en el Monumento, en el Descendimiento, y en las procesiones recreaban el drama sacro en un ambiente de recogimiento, donde el “paso” de Jesús cargado con la Cruz era preeminente.

En este primer tercio del siglo XXI aun goza del prestigio alcanzado durante épocas pasadas. Superadas ciertas reticencias la presencia de Jesús cargado con la Cruz se asume con naturalidad pese a que los ritos de Semana Santa han cambiado. El rostro de Jesús se sigue reconociendo por el dolor de un hombre camino de la Cruz. Quién camina hacia el Calvario, es Dios hecho Hombre, despreciado y humillado, pero a la vez piadoso, clemente, misericordioso y protector. Loado sea.

José Giménez Soria

miércoles, 7 de febrero de 2024

DOMINGO POR LA MAÑANA

El fin de semana es el peor invento del hombre, salvando el domingo por la mañana, ideado por Dios para santificar la fiesta.

Entre semana, con los niños en el cole o en la guardería, tengo todo el ancho del día para trabajar, conversar con los amigos y apurar un café. El lunes pasa con la mirada perdida; el martes y el miércoles las rutinas se adueñan de las horas; la amanecida del jueves y el viernes es de otros mimbres. A este último algunos llaman san Viernes. El sábado tiene la ventaja de que no hay que madrugar, salvo que sea “puente” y haya que devorar kilómetros. Depende.

Aunque el lunes empieza a mejorar, no a tope todavía, el bofetón melancólico del domingo por la tarde todavía duele. El martes mantiene su estatus de segundón, salvo si cae en trece y entonces saca su artillería de día gafe, o sea de mala suerte.

Mantengo que el fin de semana es el peor invento del hombre, pero habría que salvar el domingo por la mañana que lleva aparejado su mandamiento de santificar la fiesta. Dejo aparte el domingo por la tarde, pues lo más probable es que ni siquiera sea domingo, sino un intento de octavo día engurruñado que envenena a quien tiene que atravesarlo para llegar al lunes.

Los domingos por la mañana son otra cosa, no madrugo, me levanto, desayuno en familia y no hago gran cosa, ni siquiera enciendo el ordenador. Preparo el desayuno a la chiquillería –pan con Nocilla– y se inicia el protocolo de ir a misa.

Lo mejor para la salud de mi alma y de la de los feligreses, sería dejar los niños en casa porque en la iglesia alborotan, juegan en el confesionario y persiguen al limosnero hasta la sacristía para soltarle su euro; se mosquean con los del banco de atrás, se pelean a menudo o les da por llorar en mitad de la consagración. Pese a todo los llevamos para que se acostumbren y para que el catolicismo se les meta dentro. Luego, cuando lleguen a la juventud y por una cosa u otra dejen de ir a misa, noten en los domingos un hueco, una falta, una incómoda ausencia. Con la costumbre de hoy intentamos garantizar el remordimiento de mañana.

Además, aunque no tenga cantos y el sacerdote sea tan triste como la aciaga tarde que se nos viene encima, la misa dominical siempre irradia alegría como rayos la custodia. Y esa alegría armoniza con la chispeante y enternecedora vitalidad que los niños desparraman por defecto. Sales de la iglesia sin haberte enterado de nada, pero comulgado y más contento de lo que entraste. Estoy tentado incluso a decir que mi día preferido de la semana es el domingo por la mañana, el domingo-domingo. Eso sí, en caso de serlo, el martes estaría justo detrás, pisándole los talones.

José M. Contreras Espuny

viernes, 19 de enero de 2024

DORMIR BAJO UN TECHO DE CARTONES

Los mendigos nos resultan seres invisibles. La pobreza convive en las calles con el consumismo más derrochador; un contraste poco edificante.

Refiere un amigo madrileño que cuando baja a trabajar por la mañana, -aún está activo laboralmente-, ve a cuatro personas sin hogar dormitando en los mismos lugares. Uno con pinta de africano está arrebujado en lo que parece un saco de dormir remendado; más allá se encuentra una anciana con una bolsa donde guarda sus pertenencias, que le pide para un café. Un poco más lejos ve a un hombre que duerme metido en una caja de cartón y ya en las inmediaciones de su oficina hay una especie de campamento donde tres vagabundos están entretenidos ojeando un periódico gratuito que reparten en el metro. Para mi amigo es una rutina familiar y suele pasar de largo, o todo lo más le da un euro a la anciana.

Que haya gente que duerme en la calle en cajas de cartón, ocurre en muchas ciudades sin que los peatones les hagamos caso. Los soportales de los edificios cercanos a las estaciones del ferrocarril o de autobuses, son el refugio preferido para instalar sus techos de cartón amparados por la cubierta de esas galerías que les amortigua el frio y les libra de la lluvia, o bien se cobijan en el cuchitril de los cajeros. A algunos se les ve muy pobres, a otros desarraigados o sin familia, una situación de la que no se libra ninguna ciudad. No gozan de las preferencias de algún servicio municipal que practique la caridad. Para algunos políticos son un estorbo por su mala imagen. Los muy pedigüeños asiduos de las puertas de las Iglesias se benefician de las limosnas de los que acuden a Misa o a rezar.

Sin embargo, hay que decir que muchos de los que ocupan los soportales o los cajeros huyen de Caritas, de los asilos o de los albergues municipales – si los hay- porque prefieren vivir su libertad durmiendo al raso. Son poco dados a la disciplina y les disgusta estar encorsetados. Muchos transeúntes los socorren con unas monedas y van tirando. De día deambulan por las calles de la ciudad y con las monedas que recogen se apañan con un bocata, un cartón de vino o una lata de cerveza. A llegar la noche se ponen al resguardo de los cartones que recuperan de la noche anterior.

Sobre la ayuda a las personas necesitadas y sobre las obras de caridad, ya san Pablo escribió a los corintios “Lo mismo que sobresalís en todo -en fe, en la palabra, en conocimiento, en empeño y en el amor que os hemos comunicado- sobresalid también en obras de caridad. No os lo digo como un mandato, sino para comprobar, mediante el interés por los demás, la sinceridad de vuestro amor”. (2Cor.8,7-8)

Un buen cristiano no debe derrochar sus dineros y sí socorrer a esas personas.

J. Giménez Soria