sábado, 3 de mayo de 2014

LA SEÑAL DE LA CRUZ

Pasó la Semana Santa bendecida por el buen tiempo. Pasó ligera con multitudes ávidas de procesiones. Según las estadísticas, en España se cuentan unos dos millones de personas que hacen profesión de fe en las casi 2.000 hermandades y cofradías registradas. Cada año, al llegar la primera luna de primavera, una legión de penitentes, nazarenos, damas con mantilla, músicos, anderos, mayordomos, conmemoran en la calle el episodio que dio origen a la Cristiandad.
El carácter penitencial con que surgieron las procesiones el tiempo lo ha ido retorciendo hasta quedar convertido, hoy por hoy, en una fiesta entre  folclórica y turística donde prima más lo ornamental y vistoso que lo que realmente se celebra en Semana Santa. No obstante aún quedan sitios donde el fervor y la penitencia tienen cabida, y no han desvirtuado la celebración del Misterio de la Pasión de Cristo.
En Albox, nuestra Cofradía, mantiene, con ligeros matices, el espíritu primigenio con el que fue creada, “el culto a Dios y a la Memoria de los Misterios de la Redención del Género Humano”. Así se aprecia en la actitud de sus cofrades que lo cuentan en el librito Nazoreo.
Es fácil adivinar que, cada cual a su modo, ellos tienen sus momentos para Dios, el alfa y omega de los cristianos. Sea en entrevistas o en el teclado del ordenador, hablan o escriben de su sentimiento morao o de cómo con la Pasión y Muerte de Cristo culmina la Redención. Con ese sentir, esperan todo el año para regocijarse en una semana echando a la calle unas imágenes que llenan las calles de religiosidad como un don venido de cielo.  .  
Será, como escribe Carlos Urdiales Recio, que La Cofradía les santifica. Se hacen sus cofrades “inmortales uniéndose a lo inmortal” – la expresión es del filósofo ateniense Platón- y acercan la Tierra al Cielo, levantando sobre sus hombros lo mejor que los mortales hemos tenido entre nosotros, desde la Creación del mundo, la Persona doliente del Hijo de Dios, el Nazoreo”.
O será, como dice José Giménez Soria, que “En los tiempos actuales, tan apegados al materialismo, hace falta mucho coraje cristiano para mantener felizmente la Cofradía durante años. La fe de los cofrades en Cristo y en la Virgen María hace milagros. Si además sumamos el anhelo por crear un ambiente pasionista que acerque a otros esa fe, miel sobre hojuelas”.
Con una pizca de orgullo, algunos presumen del ascendente morao de su ADN: “No quise ser morao, nací morao…” – dice José Antonio García Sánchez. Y Victor Jiménez Sanz no sabe si nació con un chupete morao, pero los genes los llevaba dentro, y también el sentimiento morao”. Un ADN que Javier Carrillo porfía por transmitir: “intentamos que mis sobrinas hereden el amor a la Semana Santa y la devoción a Nuestras Sagradas Imágenes”. Y la ilusión de Pedro Silvente Sánchez, “Que mi hijo siga con la tradición de ser morao. Con tres meses escasos ya estaba vestido de moraillo, y que cuando tenga la edad pueda dirigir el trono que tantos años ha dirigido su padre”. 
De cómo una procesión “llena de Evangelio la calle”, Pedro García Sanchez pone el ejemplo de un amigo suyo: “Me ilusionaba que se involucrara con la Cofradía y saliera de andero. El siempre decía que no le llamaba la atención, que era ateo, que eso no era para él. Insistí y un año aceptó a regañadientes. Desde aquel día es digno portador del Señor de Albox. Este detalle es el que ha conseguido cambiar su posición con respecto Jesús y la Iglesia”. O Jose Javier Alfonso Navarro que asegura que una procesión es camino de evangelización: “La respuesta es un Sí rotundo y hago bien, creo, diciendo que en nuestra procesión, manifestamos la Palabra de Dios en forma de seriedad, solemnidad y religiosidad, convirtiéndola en un acto más de Fe. Está claro que aún queda trabajo por hacer para llegar a ser obra evangelizadora, pero tengo muy claro que al menos, vamos en 'ese camino”'.
Pero hay más. Miguel Ángel Campos apunta el quid de la Pasión de Cristo: “El Cristianismo va más allá. La Pasión de Cristo aporta más. A cristianos y ateos. Jesús no sufrió como hombre lo indecible por su constitución atlética o por una suerte de insensibilidad al dolor, ni porque su piel fuerte soportara sin quejarse el látigo que caía sobre la marca del latigazo anterior, o las púas que le atravesaban las manos. Este Jesús histórico y aséptico, al margen de su carácter sobrenatural, soportó todo aquello porque le dio un sentido a su sufrimiento; de otra forma: su sufrimiento tenía un porqué: expiar los pecados de la humanidad y la salvación del mundo”.
Cristo murió clavado en una Cruz que ha quedado como símbolo perseverante de los cristianos, como recuerda Manuel Pleguezuelo cuando de chiquillo su madre guiaba su mano y decía, Por la señal de la santa Cruz…”. “Aprender a “persignarse”… A poner la cruz como guía en el pensamiento, en las acciones y en los sentires de cada día… A reconocer en el crecimiento y madurez la pertenencia a una comunidad de creyentes con una misma fe; un colectivo que confía en que los acontecimientos de la primera Semana Santa de la historia sirvieron para abrir los ojos a una humanidad somnolienta y con legañas. Igual que el grano de trigo es necesario que muera en la tierra para germinar y dar fruto, era necesario el paso por el sufrimiento de la pasión y muerte de Cristo en la cruz para culminar su misión de salvación, de redención, de liberación”.