lunes, 12 de octubre de 2015

MARTA Y MARIA

En un diario de tirada nacional, una periodista, escritora de éxito, abogaba por una reforma que permita a la mujer alcanzar el lugar que le corresponde en la sociedad. Había sido invitada en Madrid a un importante Foro que había congregado a lo más granado del Poder (con mayúscula): financiero, empresarial, diplomático, ejecutivo, prensa, altos cargos de la Administración; más de cuatrocientas personas para escuchar al Presidente del Gobierno. Dominaban los rostros masculinos en proporción de 9 a 1 sobre los femeninos, y esa diferencia motivó el artículo de la oyente, exigiendo a los poderes públicos medidas que pongan fin a la discriminación real de la mujer frente al hombre para que aquella alcance una meta similar al hombre, y sus aspiraciones, legitimas y justas, fruto de su capacidad y esfuerzo, se vean reflejadas en esa fotografía del Poder (con mayúscula) en la que la mujer esté también en la cúspide.

A la caída de la tarde, en la iglesia cercana se rezaba el Rosario ante el Señor Sacramentado expuesto en la Custodia. El altar brillaba con reflejos de luces y cirios mientras se desgranaban las avemarías de los misterios dolorosos. Era viernes. El poder (éste con minúscula) de Cristo solo atraía a cinco mujeres y dos hombres. Muchas otras personas habían sido invitadas a escuchar la palabra de Dios, pero la proporción de bancos vacios era de 9 a 1. Una foto muy distinta de la anterior.

Dice San Lucas (10,38-42) que Jesús fue a Betania donde vivía una mujer llamada Marta, que le recibió en su casa. Tenía una hermana, María, que se sentó a los pies del Señor para escuchar sus palabras. Marta se dedicó a sus quehaceres y se agobió. Entonces se quejó: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile que me ayude». El Señor le dijo: «Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada».

Marta representa la vida activa, absorbida y preocupada por demostrar su valía en quehaceres pasajeros y se queja reivindicando lo importante de su papel, que considera esencial en la sociedad. Recibe una cariñosa reprimenda. Solo una cosa es lo que importa a los ojos de Dios: actitud sencilla de trabajo sin afán de poder para organizar el mundo.

María hace de un modelo de discípulo que está atento a la palabra de Dios y prescinde de todo lo demás. Ambas han tenido idénticas oportunidades, pero María ha escogido la parte buena: atiende a la palabra de Jesús para actuar conforme a lo escuchado.

El domingo siguiente se podía escuchar esto del libro de la Sabiduría: «Supliqué y se me concedió la prudencia; invoqué y vino a mí un espíritu de sabiduría. La preferí a cetros y tronos, y en su comparación tuve en nada la riqueza…; todo el oro a su lado es un poco de arena, y la plata vale lo que el barro. La preferí a la salud y a la belleza y me propuse tenerla por luz, porque su resplandor no tiene ocaso. Con ella me vinieron todos los bienes juntos, en sus manos había riquezas incontables».

miércoles, 2 de septiembre de 2015

DE CALLES Y BUSTOS NADA HAY ESCRITO

Gruocho Marx decía que “La política es el arte de buscar problemas” y algunos alcaldes de la reciente cosecha –elecciones del 24 M- se lo han tomado al pie de la letra. Aprovechando la memoria histórica de Zapatero y que el calor del verano suele estropear las meninges, a falta de mejor provecho, unos gastan los dineros en cambiar nombres de las calles, otros retiran bustos reales o afines, y todos disfrutan con el estropicio.

Así la alcaldesa de Madrid, Doña Manuela Carmena, cambia del callejero al escritor Vázquez de Mella para poner en su lugar el nombre del concejal socialista de ese Ayuntamiento, Pedro Zerolo, ya fallecido, gran propagandista del homosexualismo, que Dios guarde. La de Barcelona, Ada Colau es su gracia, manda quitar un busto del rey Juan Carlos del salón de plenos porque la muy mandona “no es monárquica”; y la de Jerez de la Frontera, retira de un teatro local un busto de su paisano, el académico y escritor Pemán, porque fue coetáneo de Franco y para ella, que es muy socialista, eso es un horror.  

De José María Pemán, un hombre dotado de “chispa y gracejo”, Carlos Herrera, periodista y escritor, escribe que fue un “autor oceánico” por la multitud de obras de teatro, novelas, poesía y de incontables artículos cuya excelencia es indudable, salvo para la ignorante regidora jerezana, incapaz de apreciar la maestría de este personaje que, con Rafael Alberti, son, con mucho, de lo mejor de la tierra andaluza, aunque fueran de ideales contrapuestos.

Para rematar su artículo, Carlos Herrera ofrece unos versos de 1923 cuando Pemán era veinteañero, que juzga de “autorretrato” y que son para enmarcar:

«Ni voy de la Gloria en pos/ni torpe ambición me afana/y al nacer cada mañana/tan solo le pido a Dios/casa limpia en que albergar/pan tierno para comer/libro para leer/y un Cristo para rezar».

Del desalojo callejero de Vázquez de Mella, Juan Manuel de Prada dice que esto ocurre porque España «se ha convertido en un vomitorio pagano y un parque temático de la tontería útil», y apunta como causas «la decadencia de España como nación y el descreimiento de la sociedad actual». No le falta razón.

Para conocer a fondo una nación, recomendaba Vázquez de Mella,  «hay que conocer la directriz de su historia, el principio vital que ha informado su ser y todas las manifestaciones de su genio; y para conocer eso, cuando se trata de España, hay que conocer la religión católica». ¿Cómo puede tener una calle en Madrid un tipo que habla de conocer la religión católica? Doña Manuela, que es muy maja, tira de manual laico y con gran dolor de su corazón hace propósito de enmienda… y cambia el nombre de la calle.

Sobre el homenaje al fallecido concejal Zerolo celebrado en una iglesia madrileña, cosa que aun respetando su condición humana, chirría con la ley cristiana, Prada acude a una carta de Federico Garcia Lorca a su familia del 14 de julio de 1929 escrita después de asistir a una función religiosa en Nueva York, destacando la solemnidad del ceremonial religioso en el templo, nada que ver con la “carnavalada” del homenaje a Zerolo. «Esta mañana fui a ver una misa católica dicha por un inglés, -escribe el poeta granadino- Y ahora veo lo prodigioso que es cualquier cura andaluz diciéndola. Hay un instinto innato de la belleza en el pueblo español y una alta idea de la presencia de Dios en el templo. Ahora comprendo el espectáculo fervoroso, único en el mundo, que es una misa en España. La lentitud, la grandeza, el adorno del altar, la cordialidad en la adoración del Sacramento, el culto a la virgen, son en España de una absoluta personalidad y de una enorme poesía y belleza. La solemnidad en lo religioso es cordialidad, porque es una prueba viva, prueba para los sentidos, de la inmediata presencia de Dios. Es como decir: Dios está con nosotros, démosle culto y adoración. Pero es una gran equivocación suprimir el ceremonial. Es la gran cosa de España. Son las formas exquisitas, la hidalguía con Dios».

“Al renunciar a esta hidalguía con Dios, era inevitable que España se convirtiese en un vomitorio pagano”, termina diciendo Juan Manuel de Prada.

martes, 14 de julio de 2015

LAUDATO SI’

Con fecha 24 de mayo, Solemnidad de Pentecostés, del año 2015, el Papa Francisco ha hecho pública esta Carta-Encíclica, una exhortación a conservar el planeta en que vivimos, cuyo título está tomado de un cantico de San Francisco.

«Laudato si’, mi’ Signore» – «Alabado seas, mi Señor», cantaba san Francisco de Asís. En ese hermoso cántico nos recordaba que nuestra casa común es también como una hermana, con la cual compartimos la existencia, y como una madre bella que nos acoge entre sus brazos: «Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sustenta, y gobierna y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba»

Sobre la encíclica se han vertido opiniones y comentarios de toda laya, algunos muy críticos porque no admiten que en el tema ecológico, tan manido, meta las narices un hombre de Dios, creídos en la superioridad de sus ideas sobre las de los demás.

Para los católicos el Génesis es el punto de partida de todo lo creado. El Dios del Génesis es el Dios Creador. No tiene genealogía ni pasado, y crea el lugar donde habitan todos los seres creados, con predilección para el ser humano. Un lugar ordenado en que cada criatura tiene su propio puesto conforme al diseño divino, cuyo cuidado y conservación corresponde al hombre.

De lo escrito sobre la encíclica, el artículo No es la ecología, es la teología” de Monseñor Juan Antonio Martínez Camino, Obispo auxiliar de Madrid, matiza algunas de las ideas publicadas.

El autor empieza diciendo que algunos críticos más duros afirman que el Papa no ofrece en su encíclica ninguna solución económica ni política a la cuestión ecológica. Si antes lo criticaban por meterse a político y economista de cariz izquierdista, ahora lo critican por presentar un texto carente de propuestas prácticas de algún tipo.

También se dice que la encíclica nos obliga a los católicos a creer en algo nuevo: en el llamado «climatismo», cuando lo cierto es que no es verdad que lo diga. La fe católica es siempre la misma, a diferencia de las ideologías que van surgiendo al compás de determinados intereses e incluso de falsedades. Nuestra fe es la del Credo y por tanto, no es cierto que los católicos tengamos que creer en el «climatismo», esa teoría que establece un nexo exclusivo de causalidad entre la acción humana y el calentamiento de la Tierra.

Lo que sí es cierto es que Laudato si’ obliga a todos, y específicamente a los católicos, a no tomarse a broma la cuestión de la supervivencia del ecosistema planetario y de la vida humana en él, empezando por la de los más pobres. Los católicos estamos obligados a hacerlo así virtud de nuestra condición de creyentes en Dios.

Hace algunos años se puso de moda acusar a la tradición judeocristiana de la crisis ecológica achacando al cristianismo los obstáculos que ponía al avance de los pueblos con sus censuras y su supuesto sentido fatalista de la existencia. Más tarde cuando se vio que el mito del progreso se estaba cobrando demasiadas víctimas, incluido el ecosistema, también se buscó en la tradición bíblica la causa de la sobreexplotación de la Tierra. Habría sido el Dios del Génesis quien le habría dado carta blanca al hombre occidental para «someter la Tierra».

Pues bien, lo que el Papa Francisco denuncia, siguiendo una ya larga tradición teológica y magisterial, es que el responsable principal de lo que está pasando con la Tierra y la Humanidad es precisamente el ser humano que se ha apartado del Creador y se ha puesto a sí mismo en el centro de todo. La fe en el Dios del Génesis nos funda en la humildad, en la gratuidad y en el cuidado de su hermosa creación. En el fondo de la crisis ecológica se halla el ídolo llamado progreso, que es hechura de manos humanas y como tal un falso dios.

No es verdad que el Papa se pronuncie en contra del progreso sin ofrecer solución ninguna a los males causados por la ideología que lo diviniza. Lo que critica con cierta dureza es el «paradigma tecnocrático», que hace descarrilar el progreso humano de los pueblos, y pone por encima de todo la técnica y el disfrute del poder que le va aparejado. De ahí resulta un desarrollo no acorde con las verdaderas necesidades del hombre ni con la equidad entre los seres humanos y los pueblos. Por encima de la técnica y del poder están la dignidad humana y el bien común, y por eso necesitan ser orientados por el Bien, la Verdad y la Belleza.

Entonces ¿condena el Papa la economía de mercado y la libertad? Pues no, a no ser que quienes piensan que la pura ley de la oferta y de la demanda, con un poder político corrupto, más preocupado del poder que de la justicia, pueda solucionar la crisis ecológica. Las leyes del mercado no son ni buenas ni malas. Son eficientes económicamente, pero insuficientes para una vida en justicia y libertad. Hay que avanzar hacia una solución no encerrada en la voluntad irracional de poder, sino abierta a los amplios horizontes del Creador y de su obra maravillosa. Esa es la propuesta del Papa Francisco

Lo que a algunos les duele no es tanto la ecología, sino la teología, porque la cuestión ecológica nos pone a todos de nuevo ante la cuestión de Dios y de la naturaleza, no ciertamente como diosa, sino como creación portadora de un lenguaje divino.

El punto final de la encíclica no tiene desperdicio: «Dios, que nos convoca a la entrega generosa y a darlo todo, nos ofrece las fuerzas y la luz que necesitamos para salir adelante. En el corazón de este mundo sigue presente el Señor de la vida que nos ama tanto. Él no nos abandona, no nos deja solos, porque se ha unido definitivamente a nuestra tierra, y su amor siempre nos lleva a encontrar nuevos caminos. Alabado sea»

domingo, 7 de junio de 2015

EL TEMPLO Y LA LITURGIA

El Templo de Jerusalén.

El Templo de Jerusalen, situado en el lado oriental de la ciudad sobre el monte Moira, era el lugar donde los judíos adoraban a Dios conforme a la Ley. En él se leían los libros sagrados del Antiguo Testamento.

El Templo tenía dos partes: el lugar Santo, con el altar del incienso, una mesa y el candelabro de siete brazos, y el Santísimo, separado de aquel por un velo o cortina bordada, con una gran piedra sobre la que el Sumo sacerdote ponía el incensario el Día de la Expiación. Los sacerdotes ofrecían holocaustos y otras ofrendas con música y oraciones.

Jesús, los Apóstoles y la Virgen María solían ir al Templo a orar y a escuchar la palabra de los doctores de la ley. También acudían en las fiestas de Pascua y Pentecostés. 

En cierta ocasión entró Jesús en el Templo y echó a los que compraban y vendían objetos variados; e incluso derribó las mesas de los cambistas gritándoles: “¡Mi casa es casa de oración para todos los pueblos!”. Ocurrió en el atrio de los gentiles lejos del lugar Santísimo. Jesús lleno de autoridad expulsó a toda aquella gente con palabras de Isaías (56,7), “Los traeré a mi monte santo, los llenaré de alegría en mi casa de oración; sus holocaustos y sus sacrificios serán aceptables sobre mi altar, porque mi casa es Casa de oración para todos los pueblos”. El Templo era para Jesús lugar de encuentro con Dios, donde se invitaba a la oración y no toleraba que fuese profanado con un mercado de compraventa.

El templo actual.

También ahora los cristianos acuden al templo a orar y a escuchar y recibir la palabra de Dios. Los sacerdotes ofrecen el holocausto de la Eucaristía, sacramento de acción de gracias a Dios por las obras de la Creación, Redención y Santificación. El templo actual es la casa de Dios, casa de oración, donde sus hijos se encuentran con Él en Cristo, por medio de acciones y palabras que conforman la liturgia.

El templo es lugar santo y de recogimiento para gloria de Dios, siempre abierto para favorecer la oración personal a cualquier hora del día. En él no hay cambistas ni compraventas pero sí está Cristo en el Sagrario. Cualquier visitante puede identificarlo por la lamparilla de aceite encendida que ayuda a reconocer su presencia Real en el Santísimo Sacramento.

La devoción de adorar a Cristo en el Sagrario es una de las más cotidianas de los fieles, con frecuencia sin poder hacerlo por no encontrar una iglesia abierta. Si es penoso que los horarios de apertura de los templos no sean más amplios, peor es que se abran con fines turísticos a gente sacando fotos que deambula y habla sin parar, sin exigir un mínimo decoro, y se impida el acceso a los fieles que quieren “hacer una visita” al Santísimo.   

En el templo, la Eucaristía es la fuente y culmen de la vida cristiana. Contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir Cristo mismo. La liturgia de la Santa Misa es la expresión de la fe en la presencia real de Cristo bajo las especies de pan y de vino. Su adoración, de rodillas  e inclinando la cabeza, es un gesto tristemente devaluado por falta de una lección catequística que remedie el que muchos fieles permanezcan de pie durante la consagración, como ocurre en muchas iglesias, o no hagan una simple genuflexión al pasar ante el Sagrario. En la  Eucaristía está Dios con nosotros en el prodigio de un Sacramento, y en su presencia hay que mantener las formas apropiadas: silencio, recogimiento y actitud orante.

 

domingo, 3 de mayo de 2015

LAS CRUCES.

Aunque la Iglesia celebra la Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz el 14 de septiembre, entre los creyentes está enraizada la celebración de un festejo en torno a la Cruz el día 3 de mayo cuyo origen, según una antigua tradición, se halla en el hallazgo de la cruz de Cristo por Santa Elena, la madre del emperador Constantino hacia el año 326.

La fiesta, conocida popularmente como “las cruces”, tiene como elemento central la Cruz, que se expone en lugar visible adornada con flores y objetos diversos. A su alrededor se crea un ambiente familiar y de amistad en el que no faltan bailes, música, comida y bebida.

Desde que Cristo murió crucificado, la Cruz se ha convertido en el símbolo y señal del cristiano. De estar considerada como el instrumento de una muerte indigna, pasó a ser la marca de la Redención. En el Vía Crucis que el Papa Francisco celebró la pasada Semana Santa, dijo, “La Cruz de Cristo no es una derrota, es amor y misericordia”. La Cruz es camino de la Redención.

En este festejo de mayo, la Cruz aparece sola, como quedó cuando Cristo, una vez certificada su muerte, fue desclavado de ella por José de Arimatea y Nicodemo, y depositado en brazos de su Madre en presencia de San Juan y las mujeres. El episodio del descendimiento autorizado por Pilato para permitir la sepultura de Cristo ha sido objeto de numerosas pinturas, como la magnífica obra de Rogier Van der Weyden que muestra la imagen, cuyo original se encuentra en el Museo del Prado en Madrid.
 
 
La escena contiene diez figuras colocadas de modo que todas se ven. En el centro, Cristo muerto es sostenido por José de Arimatea, Nicodemo y un ayudante. Al ver a su Hijo, María cae desmayada socorrida por San Juan y una de las mujeres. Están María Magdalena, María la de Cleofás y Maria Salomé. En un segundo plano la Cruz, que permanece para gloria y exaltación de Cristo.   La cruz es llamada también gloria y exaltación de Cristo.

martes, 24 de marzo de 2015

HIJAS DE JERUSALEN

Según costumbre en los funerales, entre la multitud que seguía al condenado que era llevado a crucificar, había muchas mujeres gritando lamentaciones que se unían a las plañideras de oficio. En el caso de rabinos ilustres, acudía el pueblo en general.

Tras Jesús camino del Calvario, -dice el evangelista-, le seguía una gran muchedumbre. En el cortejo fúnebre había quienes querían presenciar la ejecución, otros sentían curiosidad, otros iban para burlarse, y, según Zacarías (12, 10-14), otros “hacían duelo por Él como por un hijo único”… porque “En aquel día será grande el llanto en Jerusalen”, decía la profecía.

Pocas palabras salieron de la boca del Señor en el trayecto hacía lo alto del monte. El tormento soportado las horas anteriores había disminuido sus facultades. Reparó sin embargo en un grupo de mujeres mezcladas con la multitud que lloraban golpeándose el pecho. Apoyó la cruz en el suelo, volvió la cabeza, las miró y les dijo: “Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí; llorad más bien por vosotras y por vuestros hijos; porque mirad que van a llegar días en que digan: «Felices las estériles, los vientres que no han parido y los pechos que no han criado»”.     

Jesús no quiere el duelo por Él, sino por la ciudad de Jerusalen que será destruida a consecuencia del rechazo del Mesías. Su respuesta a estas piadosas mujeres es una profecía sobre la ruina de la ciudad.

Una vez más se manifiesta el trato que Jesús da a las mujeres, que contrasta con la situación dominante en aquella época en que la mujer estaba discriminada en la convivencia social. Así ocurre cuando advierte a los fariseos: “Hasta las prostitutas os adelantarán en el reino de los cielos” (Mt. 21,31) les había dicho, o “El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra” cuando salió en defensa de otra mujer acusada de adulterio. Lo mismo ocurre en esta ocasión: al notar su presencia, confidencialmente les revela el futuro de Jerusalen: “No quedará sobre ti piedra sobre piedra, porque no has reconocido la oportunidad que Dios te daba”.

Se acerca la Semana Santa. Como hicieron aquellas mujeres llega una buena oportunidad para andar el camino de Cristo y prestar atención a sus palabras. En la penitencia de una procesión lo importante no es recordar con tristeza lo que padeció, sino entender por qué murió y resucitó.

domingo, 1 de marzo de 2015

INMATRICULACIONES: BIENES DE LA IGLESIA.

En plena polémica suscitada por algunas administraciones y medios interesados sobre los bienes de la Iglesia, conviene dar a conocer algunos conceptos a propósito de este asunto que, por afectar a la Iglesia y a sus feligreses, se tratan de forma innoble solo justificada por hacer campaña contra la Iglesia Católica. Veamos:

¿Qué son las inmatriculaciones? Inmatricular consiste en inscribir una propiedad por primera vez en el Registro correspondiente cuando se carece de título escrito de dominio. Esto no supone la apropiación de algo que no es propio, sino ejercer el derecho legítimo a que la Administracion reconozca jurídicamente la propiedad del bien. De hecho la Iglesia dispone de bienes mucho antes de que existieran los Registros de propiedad. La inscripción no otorga la propiedad, sino simplemente la hace pública.

En el caso de la Iglesia la cuestión que se suscita es que, hasta 1998, la ley no permitía a las instituciones de la Iglesia Católica inscribir sus edificios de culto. A partir de entonces ya pueden hacerlo, y acogiéndose a este derecho, numerosas diócesis han solicitado la inmatriculación de sus iglesias, ermitas y edificios que consideraban de su propiedad.

¿Qué dice la legislación española vigente? El Acuerdo Internacional sobre Asuntos Jurídicos entre la Iglesia y el Estado español garantiza a diócesis y parroquias la personalidad jurídica para inscribir sus bienes en el Registro de la Propiedad. También la Ley Hipotecaria reconoce a la Iglesia católica ese derecho, al igual que lo pueden hacer el Estado, la provincia, el municipio y las corporaciones de Derecho Público. Ese derecho está confirmado por el Tribunal Supremo.

¿Y por qué ahora la polémica sobre las inmatriculaciones? El Gobierno promovió en 2014 una reforma de la Ley Hipotecaria, según la cual la facultad de inscribir por parte de la Iglesia desaparecerá en junio de 2015, y por tanto urge el registro de las propiedades de la Iglesia como derecho legítimo y el reconocimiento de propiedades que llevan siglos en manos de la Iglesia.

Ha habido varios litigios relacionados con esas propiedades, muchos reconociendo a la Iglesias su dominio, y otros denegándoselo.

¿Y no sería mejor no inscribir esos bienes para evitar la polémica? Eso es tanto como ceder la propiedad de una vivienda particular a un tercero para evitar controversias. Si es de justicia defender los derechos propios, también lo es que se reconozca un bien como posesión propia.   

¿Quién es el dueño legítimo de esos bienes? Los templos son un bien espiritual de la Iglesia en beneficio del pueblo, no del Estado. Los bienes eclesiásticos pertenecen al pueblo de Dios.

Los cristianos han ofrecido durante siglos diezmos y primicias a sus parroquias para el sostenimiento del clero, del culto en templos e iglesias, y para asistencia de los más necesitados. En muchos casos esos templos son propiedad de la Iglesia antes de que existiesen los Estados como se conocen ahora; reclamarlos ahora no tiene base histórica ni legal. Desde que comenzó la vida de la Iglesia, el pueblo ha colaborado en su sostenimiento. Han sido los fieles quienes han ayudado a su parroquia a mantener durante siglos un patrimonio que ahora algunas administraciones quieren hacer suyo, contra la voluntad de quienes lo construyeron con sus aportaciones. Un patrimonio físico y espiritual, no al servicio de unos pocos, puesto que redunda en bien de todos.

¿Qué pasa con la catedral de Córdoba? Este es un caso de los más llamativos. La Mezquita Catedral pertenece a la Iglesia desde 1236, que la ha conservado y mantenido hasta nuestros días. La absurda campaña de expropiar el monumento no tiene sentido, salvo por interés electoral y económico.

La presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, que solicita a la Iglesia la cogestión de la Mezquita-Catedral, es incoherente pues fue su predecesor Manuel Chaves quien en un convenio de 1991, reconoció a la Iglesia como titular.

Sin duda la campaña está movida por intereses económicos. El monumento tuvo en 2014 récord de visitantes: Más de 1.434.000 de personas que la Junta no puede desaprovechar para lucrarse, aunque en los últimos 18 años no ha invertido nada en su mantenimiento.

Pero la Iglesia no está sola en esta polémica. Cuenta con el apoyo de la Unesco, que elevó la Catedral a Bien de Valor Universal Excepcional y avaló la gestión de la Iglesia. Además el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA) salió al paso de las informaciones que referían la admisión a trámite de una denuncia por la inmatriculación. La  expropiación sería ilegal y cara, sin razones legales que la sustentasen.

Al hilo de esto, algunos han aprovechado la ocasión para arremeter, otra vez, contra la Iglesia, culpándola de “fanatismo religioso”. “Hay que reclamar más tolerancia, menos fanatismos religiosos. Que el obispado de Córdoba deje de agredir a los españoles de Al Ándalus. Es una ofensa innecesaria. Actitudes como esa son las que abonan las actitudes del odio y el fundamentalismo” (sic). Esta frase no se entiende sin una rabia inmensa contra la Iglesia y lo que representa, de su autor, el académico Cebrián.

Cuando miles de cristianos están siendo masacrados diariamente por los yihadistas, va a resultar que la culpa es del obispo de Córdoba, por ser un fanático contra la expropiación de la Catedral, hábil deducción del tal Cebrián. Pobre lumbrera.

lunes, 2 de febrero de 2015

LA OTRA MEJILLA

Andaba el Jesucristo por Galilea explicando su doctrina a los que le seguían, y les habló así: “Habéis oído que se dijo: ‘Ojo por ojo y diente por diente’. Pues yo os digo: No hagáis frente al mal; al contrario, si uno te golpea en la mejilla derecha, preséntale también la otra” (Mt, 5, 38-39). De esta forma el Señor echaba por tierra la Ley del talión, que aún es práctica común en muchos pueblos, enseñando que no hay que responder con la violencia, devolviendo mal por mal, sino renunciar a la venganza en aras de la caridad. San Pablo también escribió, “Vivid en paz con todo el mundo, no toméis la justicia por vuestra mano, dejad que sea Dios el que castigue. No os dejéis vencer por el mal, al contrario venced el mal con el bien” (Rom, 12, 18-21).

Hace algunas semanas unos yihadistas asaltaron en Paris una revista satírica e irreverente matando a doce personas, la mayoría periodistas, por publicar unas viñetas de Mahoma, ofensivas, según los asaltantes, para el profeta. La prensa calificó a los periodistas asesinados como “mártires de la libertad de expresión”, y la Europa que se dice civilizada (sic) se movilizó contra los terroristas islamistas también en defensa de la libertad de expresión y de la democracia, que es palabra sagrada. Paris reunió a más de un millón de manifestantes en torno a Jefes de Estado y de Gobierno que no quisieron perderse la foto multitudinaria.  Por el contrario ninguno de los gerifaltes europeos, y no europeos, movió un dedo ni salió a la calle cuando meses antes los yihadistas mataban a miles de cristianos en Siria o Irak por el mero hecho de no ser musulmanes, ni firman en ningún libro de condolencias cuando el grupo nigeriano de Boko Haram secuestra a niñas para esclavizarlas o por los centenares de muertos que tiene en su haber. Niñas o cristianos, apenas cuentan.

La misma revista ha publicado en ocasiones caricaturas de tono grueso contra Dios y viñetas blasfemas contra el cristianismo, ultrajando la fe de muchos millones de personas en el mundo que siguen el credo de nuestro Señor Jesucristo y mofándose de sus creencias. Nadie ni ningún organismo ha alzado la voz contra tales agravios a los cristianos, invocando la tolerancia y el buenismo bobalicón para no molestar a la dichosa libertad de expresión o la democracia. Ningún cristiano se ha alzado en armas contra esa revista ni contra cualquier otra para saldar cuentas a quemarropa, porque la ley que propone mal por mal fue derogada por Cristo. Los cristianos hemos aprendido de Él a actuar con Amor y Caridad.

El Papa Francisco ha hablado con claridad de la “injusta agresión que afecta a los cristianos” en Oriente Medio y otras zonas del mundo, urgiendo que “es necesaria una respuesta unánime en el marco del derecho internacional, que impida que se propague la violencia, restablezca la concordia y sane las profundas heridas que provocan los incesantes conflictos”.

Vamos acercándonos al Tiempo de Cuaresma camino de la Semana Santa. Después del Prendimiento, el Sumo Sacerdote Anás interrogó a Jesús y le preguntó por su doctrina. Éste contestó: “He hablado públicamente, y he enseñado en la sinagoga y en el Templo, nada he hablado en secreto, ¿por qué me preguntas? Pregunta a los que me han oído”. Apenas dijo esto uno de los siervos le dio una bofetada, diciéndole, “¿Así contestas al Sumo Sacerdote?”. Jesús no responde a la violencia con violencia, se sobrepone al instinto de devolver la bofetada. Le dijo: “Si he hablado mal, muéstrame en qué, pero si he hablado bien, ¿porque me pegas?”. Estas palabras son una forma de poner la otra mejilla. Jesús muestra su generoso espíritu de caridad y trata de hacerle comprender lo irracional de su comportamiento.

lunes, 5 de enero de 2015

LA BUENA ESTRELLA

En los primeros días del nuevo año se multiplican los buenos deseos de felicidad entre amigos y conocidos. Abundan también los deseos de un año con buena estrella que es desear suerte favorable en la vida, o sinónimo de ser afortunado.

Cuenta San Mateo que unos magos o sabios de Oriente, no dice cuantos, que pretendían ver el destino anunciado en los astros, vieron una estrella que les señaló el camino hacia Jerusalén, porque habían tenido noticias del nacimiento de un rey de los judíos para bien de todos los hombres. Al llegar a Jerusalén no se les ocurrió mejor idea que ir al astuto Herodes a preguntarle por el recién nacido. Éste, al oírlos, se inquietó por temor a perder su reino a manos de un advenedizo y convocó a los escribas y doctores para que le explicaran aquella novedad que traían los recién llegados.

Guiados por el resplandor de la buena estrella, de la que los estudiosos creen que pudo ser un cometa, los magos o sabios llegaron a donde estaba el Niño y le ofrecieron oro, incienso y mirra, unos regalos que simbolizan la dignidad del Mesías.

Este episodio dio lugar a las cabalgatas de los Reyes Magos que niños y mayores esperan con ansiedad la víspera de la fiesta de la Epifanía del Señor. En este día de regalos hay que agradecer al Niño Jesús el mayor regalo recibido de Él: la fe que guía nuestros pasos, una virtud que nos hace distinguir donde reside el bien y donde se oculta el mal. A cambio nos pide que el mejor regalo de Reyes lo hagamos con amor y generosidad, que nada tiene que ver con compromisos, obligaciones o con apariencias de lo que no se es, o no se tiene, como apunta el escritor Luis del Val en este cuentecillo:

“Se trata de un joven matrimonio compuesto por Delia y Jim. Delia quiere hacerle un buen regalo a Jim, pero sólo dispone de un dólar y 87 centavos, que a principio del  siglo pasado no es una fortuna. Pero ella, resuelta, sale de su modesto apartamento y decide vender su preciosa melena, que, sin las horquillas, le llega más abajo de la cintura. Con los veinte dólares que le dan recorre las tiendas hasta que encuentra el regalo perfecto para Jim: una cadena de platino para sujetar su reloj, un reloj de oro que perteneció a su padre, una joya que Jim no se atreve a exhibir porque lleva una correa de cuero gastada y pobre. Delia contenta por lo que ha comprado, pero asustada por la reacción de Jim cuando la vea sin su hermoso pelo, se hace unos rizos que disimulan el desastre y aguarda con una mezcla de ansiedad y miedo. Cuando regresa Jim y la mira con una expresión de estupor y sorpresa, Delia alarmada se apresura a decirle que el pelo pronto crecerá. Es entonces cuando Jim le tiende su regalo a ella. Delia lo abre y ve un maravilloso juego de peinetas de plata y carey que ella había visto en un escaparate, y que nunca pensó que pudieron ser suyas. Pero Delia, sin pelo, anima a Jim y le dice que en unos meses lucirá las bellas peinetas. Entonces se acuerda de que no le ha dado el regalo a él, y corre a poner en su mano la cadena de platino mientras le comenta que ahora podrá sacar su reloj siempre en cualquier lugar porque la cadena es tan lujosa como el reloj. Jim abraza agradecido a su esposa, y cuando ésta le anima a que coloque la cadena en el reloj, Jim le confiesa que eso es imposible porque para comprar las peinetas ha vendido su reloj”.

La comitiva de Melchor, Gaspar y Baltasar llega con personajes disfrazados de diversos pelajes que nada tienen que ver con la Epifanía del Señor, pero la buena estrella no se ha olvidado de traer regalos para hacer felices a las personas que amamos.