miércoles, 27 de octubre de 2010

LOS ROLLOS DEL MAR MUERTO.

Descubrimiento.
A principios de 1947 un joven pastor beduino, llamado Muhammed edh-Dhib, buscaba afanosamente una oveja extraviada en las cercanías del Mar Muerto, a unos 10 km de la ciudad de Jericó. Entró en una cueva y descubrió unas jarras de arcilla que contenían rollos de papel manuscrito, envueltos en tela de lino. Cogió siete de los que le parecían en buen estado, y se los llevó.

Meses después los beduinos vendieron tres de esos rollos a un arqueólogo de la Universidad de Jerusalén y los restantes al Convento sirio jacobita de San Marcos, también en la Ciudad Santa. No pasó mucho tiempo para que los estudiosos percibieran que el pastor beduino había hecho el mayor descubrimiento arqueológico del siglo XX.

Al descubrimiento de los beduinos siguieron una serie de exploraciones en la región que descubrieron entre 1949 y 1956 más rollos y fragmentos que solo contenían unas letras.

La colección de esos rollos ha sido de gran ayuda para esclarecer puntos de las Sagradas Escrituras y han confirmado la veracidad de los textos bíblicos que circulan hoy.

Variedad de contenido.
Analizados y clasificados se llegó a la conclusión de que componían un conjunto de 900 documentos escritos en hebreo, arameo y griego entre finales del siglo III a de C, y el año 68 de nuestra Era. Están escritos sobre pergamino salvo un único texto grabado en cobre y están guardados celosamente en el Museo de Israel, en Jerusalén.

Más de una cuarta parte de esos documentos son copias de libros del Antiguo Testamento excepto el de Ester. Aparecen textos de Isaías, de los Salmos, de Tobías, de Enoc, del Deuteronomio y otros.

También contienen extractos de códigos disciplinares como La Regla de la Comunidad o el Escrito de Damasco, e himnos, oraciones, pasajes de la Biblia, calendarios etc.

La comunidad de Qumrán.
Pero ¿cómo llegaron a parar a aquellas cuevas tan valiosos manuscritos? ¿quien o quienes son sus autores? La solución está en las ruinas de Qumrán que pertenecen a un conjunto de edificaciones situadas en una terraza sobre el acantilado próximo al Mar Muerto construidas entre el 134 y el 104 a de C.

Qumrán es un valle situado en la costa occidental del Mar Muerto, donde habitaba una enigmática comunidad, autora de los textos encontrados. Los especialistas identifican a esta comunidad con los esenios que constituían, junto con los fariseos y los saduceos, los tres grupos religiosos que existían en Judea desde el siglo II antes de Cristo. Procuraban vivir la estricta observancia de la ley mosaica.

Los esenios que vivían en Qumrán formaban una comunidad de hombres célibes, de vida austera y regida por una Regla de la Comunidad, a semejanza de los monasterios cristianos posteriores. El asentamiento de Qumrán fue arrasado en el año 68 por las legiones de Tito, pero los esenios lograron poner a salvo los rollos ocultándolos en jarras de arcilla que guardaron en las cavernas del acantilado.

El descubrimiento de los manuscritos del Mar Muerto ha provocado miles de escritos entre libros y artículos, además de multitud de revistas especializadas dedicadas a su interpretación y estudio, en lo que se dado en llamar `fenómeno Qumrán´, habiendo llegado a traspasar del ámbito científico a las revistas generalistas. Dentro de poco tiempo los textos del Mar Muerto podrán verse en Internet gracias a Google y a la Autoridad de Antigüedades de Israel en un proceso que durará cinco años.

¿Cual ha sido y es la causa de ese inusitado interés?

Relación bíblica.
Hasta el descubrimiento de los rollos de Qumrán, los manuscritos que contenían la Biblia eran el Codex Vaticanus (siglo IV), el Sinaiticus (siglo IV) y el Alejandrinus (siglo V). Pero en 1947 aparecieron esos rollos con textos bíblicos de mucho antes, que han venido a reforzar la autenticidad de las Sagradas Escrituras utilizadas hoy por la Iglesia Católica.

La circunstancia de que los rollos estuvieran escritos en la época cercana a la que vivió Jesucristo, aumentó el interés por el hallazgo, ya que podían revelar algo sobre su vida. Como las primeras conclusiones tras el descubrimiento se dilataron en el tiempo, pronto comenzaron a circular elucubraciones y misterios en torno a la figura de Jesús.

Cuando se confrontaron los libros de las Sagradas Escrituras con los manuscritos de Qumrán, ambos escritos en hebreo, arameo o griego, se comprobó la coincidencia y la fiabilidad de sus respectivos textos, evidenciando la fidelidad de la versión bíblica que los cristianos han mantenido durante veinte siglos.

Los documentos del Mar Muerto contienen informaciones, frases o ideas similares a las de los Evangelios, a las Epístolas o a los Hechos, como pueden ser las frases “pobres de espíritu”, “justificación por la fe”, “hijos de la luz” o “hijos de las tinieblas”; o expresiones como “será llamado Hijo de Dios” (Lc 1,35) y “será llamado Hijo del Altísimo” (Lc 1,32). Son una muestra de la semejanza de los más de 500 fragmentos hallados entre el lenguaje de Qumrán y el del Nuevo Testamento.

El acierto de la Iglesia.
La tardanza en la publicación de los manuscritos del Mar Muerto, levantó la sospecha de que la Santa Sede estuviera obstaculizando su difusión, por supuesto recelo a la verdad histórica. Algunos autores aprovecharon para crear un clima confuso llegando a escribir como que el Vaticano temía que lo revelado en los manuscritos echara por tierra a todo el cristianismo.

El engaño de tales publicaciones se destapó en cuanto estuvieron disponibles en papel fotográfico todos los rollos, en transcripciones o traducciones. Con su aparición, entonces más de uno se preguntó qué daño podían hacer al cristianismo para que el Vaticano tuviera interés en destruirlos. Muy al contrario, los estudiosos cristianos disponen de unos textos manuscritos inestimables, como una fuente inagotable para su trabajo encaminado a reafirmar la esencia del cristianismo.

martes, 5 de octubre de 2010

DE LOS CAMINOS DEL DESIERTO, A LOS CAMINOS DEL SEÑOR

Los caminos el Señor contrastan con los caminos del desierto. En éstos, Dios prueba al pueblo elegido de Israel durante cuarenta años hasta que alcanza los caminos del Señor donde brota la vida: es la tierra prometida.

Estos son palabras que dirigió Moisés a los israelitas:

“El Señor, tu Dios, te va a introducir en una tierra buena; tierra de torrentes, de fuentes, de aguas profundas que brotan en el fondo de los valles y sobre los montes; tierra de trigo y cebada, de viñas, higos y granados; tierra de olivos, aceite y miel; tierra que te dará el pan en abundancia sin carecer de nada; tierra donde las piedras son de hierro y de cuyas montañas sale el bronce. Comerás hasta saciarte y bendecirás al Señor, tu Dios, en la buena tierra que te da.

Guárdate de olvidarte del Señor, tu Dios, descuidando sus mandamientos, sus leyes y sus preceptos, que yo te prescribo hoy. Cuando hayas comido hasta saciarte y hayas construido hermosas casas; cuando hayas visto multiplicarse tus bueyes y tus ovejas, tu plata, tu oro y todos tus bienes, no te ensoberbezcas en tu corazón ni te olvides del Señor, tu Dios, que te ha sacado de Egipto, de la casa de la esclavitud; que te ha conducido a través de un vasto y horrible desierto, tierra de sed y sin agua, y te ha alimentado con el maná, con el fin de humillarte y probarte para prepararte para un futuro dichoso.

Guárdate de decir en tu corazón: Mi fuerza y el poder de mis manos han hecho todo esto. Acuérdate del Señor, tu Dios: él es quien te ha dado esta fuerza y te ha procurado este poder. Pero si te olvidas del Señor, tu Dios, para irte tras otros dioses, dándoles culto y postrándote ante ellos, os aseguro que seréis completamente destruidos”.
(Dt 8, 7-19)