jueves, 8 de diciembre de 2016

EL SEÑOR HA HECHO MARAVILLAS.

María y la naturaleza.

La Solemnidad de la Inmaculada, la Purísima en lenguaje común, la bendita entre todas las mujeres, nos lleva a la presencia viva de María, la mujer que halló gracia a los ojos de Dios; la que en Ella Dios manifestó su victoria.

“El Señor ha hecho maravillas”, canta el Salmo de la liturgia del día, el 97, no solo en María, también la naturaleza tiene un lugar destacado en ese quehacer divino. “Aclamad al Señor toda la tierra...”, las montañas y laderas, los campos y las estepas, los mares y los ríos están gobernados por el Señor. Toda la naturaleza se rige por sus leyes.

Entre mayo, junio y parte de julio se recogen las cosechas de trigo o cebada sembrados meses antes. Es cuando llega el momento de ver que el grano germinó, señal de que cayó en tierra buena, y produce fruto generoso, espigas plenas de vida. Durante meses la naturaleza ha cumplido un rito secular rubricado por la Providencia: Recibió la semilla caída, “Salió un sembrador a sembrar...”-dice la parábola-, la cobijó en sus entrañas, vino la lluvia, agua del cielo que roció el campo antes surcado de un pardo mohíno, para luego tornarse en alfombra verdeante de primavera a la par que brotaron los primeros tallos, hijuelos nacidos de la madre tierra. Con los primeros calores el verdor mutó a un amarillo chillón y las espigas, dobladas por el peso del grano, anunciaban su pleno florecimiento. El sol avisó de que ya estaban en sazón y de que era llegada la hora para la siega.

En otros tiempos los labradores segaban a mano sin otra herramienta que una hoz. Cortaban los tallos erguidos a ras del suelo y los iban dejando a un lado para que otros formaran las gavillas que llevaban a la era para la trilla. Era un trabajo duro de hombres y mujeres trabajando codo con codo de sol a sol, con breves descansos para beber agua o echar un bocado para reponer fuerzas. Una faena mal pagada y poco agradecida a pesar de que nos aviaban el pan nuestro de cada día.  

Las gavillas se esparcían en la era y el trillo de ruedas o de cuchillas de acero, tirado por una mula, cortaba la paja y separaba el grano. Una vez desgranadas las espigas se aventaban para completar la segregación del grano de la paja. El grano se llevaba al granero y el balago se recogía para comida y cama de animales.

Hoy el campo está mecanizado. Entre octubre y diciembre, según los sitios, tiene lugar la sementera. Lo que antes hacía el labrador con un arado tirado por una bestia, ahora una máquina abre los surcos donde deposita la semilla, mientras otra los va cerrando hasta dejar toda la tierra sembrada. Empieza así un ciclo que dura hasta mayo o junio, según que la zona sea más templada o más fría, en que llega la hora de recoger la cosecha. El labrador, que aún conserva la hoz como útil decorativo, sube a otra máquina y recorre todo el campo con idas y vueltas mientras siega, separa el grano de la paja, lo vierte en un vehículo auxiliar, y deja el residuo de las cañas y la paja segadas esparcidas sobre la tierra. La faena ha tenido por testigo unos majestuosos  pinos carrascos que con su alta copa dominan el llano. El campo así queda en rastrojo, rodeado de olivos y almendros. Este trasiego a máquina dura días, calurosos sí, pero sin los sudores de antaño. Después otra máquina recoge todo el resto de cañas y paja tras la recolección y lo empaca, dispuesto para la venta a particulares o a cooperativas para pienso de animales. Año tras año el ciclo se repite.

Pero el campo necesita descanso. La naturaleza necesita descansar de tiempo en tiempo para recuperar los atributos naturales con que Dios la dotó en la Creación. Dios había dicho: “Produzca la tierra vegetación: plantas con semilla de su especie y árboles frutales que den sobre la tierra frutos que contengan la semilla de su especie”. (Gen 1,11).  Así fue y sigue siendo.

Mucho más tarde Dios habló a Moisés en el Sinaí (Lev. 25, 1-7): “Di a los israelitas: Cuando hayáis entrado en la tierra que os voy a dar, la tierra gozará de su descanso en honor al Señor. Durante seis años sembrarás tu campo, podarás tu viña y vendimiarás sus frutos; pero el séptimo año será de completo descanso para la tierra, un año en honor del Señor: no sembrarás tu campo, no podarás tu viña, no segarás las mieses que hayan crecido espontáneamente ni vendimiarás tus viñas no cultivadas: será un año de descanso absoluto para la tierra. Lo que produzca la tierra durante su descanso os servirá de comida a ti, a tu siervo y a tu sierva, a tu jornalero y al extranjero residente, a los que viven contigo. Los productos de la tierra servirán igualmente de comida a tus ganados y a las bestias”.  Ese año de descanso se conoce como año sabático.

Los labradores, de ahora y de siempre, dejan la tierra descansar, arada pero sin sembrar para que se fertilice. En este estado la tierra se mantiene en barbecho.
 

viernes, 4 de noviembre de 2016

SIERVO DE DIOS

Ocho siglos antes de la primera venida de Jesucristo, Isaías, un modelo de  hombre religioso, histórico de los tiempos de los reyes de Judá Ozias, Jotán, Ajaz y Ezequías, profetizaba sobre el conocimiento del Señor, el santo de Israel como él lo llama. Su vocación profética, que ejerció durante cuarenta años, la recibió en el Templo de Jerusalén donde tuvo la revelación de la trascendencia de Dios. 

El libro de Isaías contiene cuatro Cánticos del Siervo de Dios, un término que emplea en muchos pasajes para referirse a un personaje que carga con los pecados del pueblo, y que los primeros cristianos identificaron con Jesús de Nazaret. En el primer Cántico el Siervo es presentado como elegido por Dios. «Mirad a mi Siervo, a quien sostengo; mi elegido, en quien me complazco. He puesto mi espíritu sobre él, manifestará la justicia a las naciones». (Is. 42, 1)

En el segundo Cántico predice la misión del Siervo como luz que trae la salvación de todas las gentes.  «Te pongo como luz de la naciones para que mi salvación alcance hasta los confines de la tierra». (Is. 49,6). En el tercero invita a tener confianza en Dios: «El que de vosotros teme al Señor y escucha la voz de su Siervo, aunque camine en tinieblas, sin ninguna claridad, que confíe en el nombre del Señor y se apoye en su Dios». (Is. 50,11).

En el cuarto Cántico anuncia el destino del Siervo, la pasión de Cristo: la detención, la humillación, las bofetadas, los salivazos, el juicio injusto, la flagelación, la coronación de espinas, el camino del Calvario, la crucifixión y la agonía. «Despreciado y evitado de los hombres, varón de dolores, acostumbrado a sufrimientos, ante el cual se ocultaban los rostros, fue despreciado y desestimado. Soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores, mientras nosotros lo creíamos azotado, herido de Dios y humillado. Fue traspasado por nuestras culpas, triturado por nuestras iniquidades. Nuestro castigo cayó sobre él, aguantó y sus cicatrices nos curaron». (Is. 53, 3-5).

Por la Cruz de los padecimientos de Jesús Nazareno, llegamos a Dios ayudados por la gracia de su misericordia. Los alejados de Dios por el mal, se acercan a Él por el bien de la Redención. Del camino del Calvario con la Cruz sobre el hombro, brotaron ríos de vida que desembocan en la Resurrección y la Vida Eterna.

POST DATA. Cada viernes Santo en la penumbra del anochecer sale Jesús Nazareno con la cruz a cuestas. Año tras año su Imagen severa nos dicta desde lo alto del trono la lección magistral de su Pasión. No pronuncia palabras elocuentes, solo con el gesto de su mirada toca el alma de los albojenses que acuden a los lugares por donde pasa. Ahora, en este otoño seco y desabrido volverá a hurgar en la fibra de nuestros mejores sentimientos al verlo por las calles y plazas de nuestro pueblo de Albox. Será el 19 de noviembre.

sábado, 3 de septiembre de 2016

EL DON DE LA MISERICORDIA

Cuando por circunstancias de la vida surgen conflictos que deterioran las relaciones entre padres e hijos, pero logran hacerles frente con la fuerza de un sentimiento natural, de ternura, de indulgencia y de perdón, no hay duda de que ambos poseen la gracia del preciado don de la misericordia.

La parábola del hijo prodigo (Lc. 15,11-32) enseña como un padre supera el rechazo a un hijo vicioso y holgazán con rasgos de misericordia. La conducta del padre revela el amor que tiene al hijo, a quien no había olvidado aún estando tan lejos. El hijo se postra ante el padre en señal de arrepentimiento, “He pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo”, le dice. El padre no le deja terminar la frase porque es tanta su alegría que pronto dispone una fiesta. Los dos se han perdonado, se abrazan y juntos entran en la casa.

La parábola ofrece una gran enseñanza para nosotros. El perdón de las ofensas proviene del amor misericordioso, que para los cristianos es una obligación imprescindible. Aunque muchas veces es difícil perdonar, sin embargo con el perdón alcanzamos la serenidad del corazón. Dejar caer el rencor, la rabia, la violencia y la venganza son condiciones necesarias para vivir felices. Sigamos el consejo de San Pablo «Si os indignáis, no pequéis y que vuestra indignación cese antes de que se ponga el sol» (Ef. 4,26)

Aprovechemos que el Año Jubilar de la Misericordia abre las puertas a la Reconciliación: Dios perdona los pecados y concede la gracia de la Indulgencia que borra todas sus huellas. El amor de Dios alcanza al pecador perdonado y lo libera de todo residuo. Para ello hay que cruzar la Puerta Santa abierta en catedrales, iglesias o santuarios.

Viernes Santo: Jesús Nazareno pasa cargado con la cruz al hombro con la mirada puesta en los alejados de Dios. De su rostro brota la fuerza de su misericordia que consuela con el perdón. Unos metros más atrás María Santísima de la Redención atestigua que la misericordia de su Hijo no conoce límites. Éste desde la cruz pidió al Padre el perdón para todos sin exclusión y Ella proclama a todo el mundo la grandeza de su misericordia.

Con el salmo Miserere sigamos invocando a Dios el don de la misericordia:

“Oh Dios, crea en mí un corazón puro,/renuévame por dentro con espíritu firme.
No me arrojes lejos de tu rostro,/ no me quites tu santo espíritu

Devuélveme la alegría de tu salvación,/ afiánzame con espíritu generoso”.

lunes, 16 de mayo de 2016

LOS MAS COMPETENTES

Ahora que se habla tanto de Cervantes –se cumplen 400 años de su muerte- por ser la gran figura de la literatura española, habría que esforzarse en desterrar el cutrerio reinante y poner en valor la Cultura con mayúscula, que por ser como el alma de una nación, sin ella, ésta queda abocada a una situación de franca decadencia. Hay que fertilizar el gran bancal de la cultura española empezando por educar mucho mejor a las nuevas generaciones que al paso que vamos no van a saber quién era Cervantes. 

Se ha estado educando –y se sigue- en la indolencia intelectual, en la ley del mínimo esfuerzo, en el desprecio a la transcendencia y en la irrelevancia de la moral, todo ello con el señuelo de la libertad, hasta llegar a caer en la falta de fe y del conocimiento, además de en la incapacidad para auparse en las dificultades más elementales.

Con esta perspectiva habrá que trabajar empezando por reconstruir el humanismo cristiano como referencia cultural que nos ofrece el progreso del saber y la madurez de la civilización. Dice el Libro de los libros que el “principio de la sabiduría es el temor de Dios”, pero solo los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza.

Estamos a unas semanas de unas nuevas elecciones, consecuencia directa de la insolvencia cultural y política demostrada por unos personajes más atentos a su ego que al bien común de los demás. Han dado un ejemplo claro de la debilidad de sus principios básicos en el arte de la convivencia, porque, aparte de ser ignorantes, carecen de agarraderas solidas en la fe y en la ética más elemental. Por lo que hemos visto en los últimos meses, su capacidad de gobernar deja mucho que desear. Alguno de los que han destacado, ¿sería capaz de ofrecer soluciones a los problemas derivados de la falta de moral de nuestro tiempo? ¿Sería capaz de esbozar un programa de recuperación de la Cultura con mayúsculas? ¿Sería capaz de ordenar una justa distribución de la riqueza (no de boquilla) en sintonía con el amor al prójimo? ¿Sería capaz, en suma, de basar su gobierno en las obras de misericordia?

Visto lo visto, los votantes tenemos el deber de sopesar la calidad del voto, si es que votamos y no nos quedamos en casa, para, a tenor de lo dicho, otorgarlo a la opción  cuya ideología se asiente en el Humanismo Cristiano, en la Democracia y en la Libertad, -todo con mayúsculas- sin mas Ley que cumplir y hacer cumplir los Derechos Humanos tantas veces conculcados. Siempre respetuosos con las opciones no elegidas. Ir a votar dejándose llevar por la palabrería, los insultos, las formas groseras y los ademanes teatrales o televisivos de los aspirantes, es contribuir a una adulteración de la política; una profesión muy devaluada que puede llegar a ser muy respetada y beneficiosa para todos si elegimos para ejercerla a los más competentes.

jueves, 24 de marzo de 2016

LAVATORIO

Hoy es Jueves Santo.

Desde tiempo inmemorial durante cinco días en la frontera de la Semana de Pasión y la Semana Santa, la Cofradía de los moraos de Albox rinde honor y adoración a la figura de Jesús Nazareno, su Santo Patrono. Para ello celebra un Quinario, ya tradicional, en el que se glosan las enseñanzas evangélicas que nos legó nuestro Señor Jesucristo. El Ejercicio del Quinario de 2016 ha estado dedicado a las Obras de Misericordia, un tema muy acorde con el Jubileo de la Misericordia impulsado por el Papa Francisco.

Mas reciente en el tiempo es la procesión de la Imagen de Jesús Nazareno ceñido con una toalla que en los años 40, 60 y 80 del siglo XX salía el Jueves Santo y que desde 2011 se recuperó para el Martes Santo tras lustros perdida en el recuerdo. La Imagen representa el lavatorio de los pies de los discípulos.

En tiempos de Jesucristo al llegar los invitados a una casa, el dueño mandaba a sus siervos lavar los pies de los recién llegados en señal de hospitalidad. En cierta ocasión un fariseo invitó a Jesús a comer y descuidó la cortesía de lavarle los pies. Una mujer pecadora al darse cuenta (Lc. 7,36-50) se coló entre los comensales y con sus lágrimas lavó los pies a Jesús. El fariseo, que dudaba de Él como profeta, pensó: “Si este fuera un profeta, sabría que la mujer es una pecadora”. Jesús adivinó su pensamiento y entabló con él un dialogo sobre el perdón, que sirvió para premiar a la mujer diciéndole, “Tus pecados están perdonados”, frase que levantó murmullos de crítica entre los presentes.

Algún tiempo después, en la última cena, Jesús se levantó de la mesa, se quitó el manto, se ciñó una toalla, tomó una jofaina y se puso a lavar los pies de los apóstoles que estaban reclinados sobre el codo izquierdo y los pies desnudos echados hacia afuera. Ellos al verlo quedaron asombrados y mudos, salvo Pedro, que, más impetuoso, le dijo “Tú a mí no me lavas los pies”. Pedro reaccionó así porque lavar los pies era oficio reservado a los siervos y le chocó la actitud de Jesús, su Maestro. Jesús respondió: “Si no te lavo los pies, no tendrás parte conmigo”, que era como decirle, “Si no te lavo los pies no serás mi amigo”. Ante eso Pedro dijo: “No solo los pies, sino también las manos y la cabeza”.

La escena muestra dos gestos: Primero Jesús se humilla haciéndose siervo. “Tomó la condición de esclavo”, escribe San Pablo a los filipenses, para ofrecer un testimonio más de su vocación al servicio del hombre. "... el que quiera ser grande entre vosotros, será vuestro servidor” había dicho alguna vez (Mc 10,44)

El segundo gesto es una obra de misericordia, la tercera espiritual: corregir al que se equivoca. Cuando Pedro se niega a que le lave los pies porque no entiende su manera de obrar, Jesús le corrige con suma delicadeza. Amablemente le dice que si no quiere ser su amigo, él sabrá. Ni le reprende ni se impone, simplemente le dice algo que no espera, y por eso Pedro, al oírlo, reacciona porque ¿cómo va a dejar de ser su amigo? ¿Cómo va a dejar de ser su discípulo? Empieza a comprender que el Señor se hace servidor de los suyos para que se sientan iguales y libres.

La corrección fraterna, como obra de misericordia, es parte de la caridad cristiana. Hay que hacerlo amigablemente, como hermanos que nos amamos y buscamos entre nosotros el bien común. Si se logra al primer intento habremos hecho una gran obra de misericordia. En ello abunda San Pablo en su carta a los Gálatas: «Hermanos, si un hombre es sorprendido en alguna falta, vosotros, hombres de fe, corregidle con amabilidad. Tened mucho cuidado, pues también vosotros podéis ser puestos a prueba». (Ga 6,1)

También Jesucristo al hablar del perdón decía: «Si tu hermano peca contra ti, ve y repréndelo a solas. Si te escucha, habrás ganado a tu hermano, pero si no te escucha toma uno o dos testigos para que la cuestión quede zanjada apoyándose en los testigos» (Mateo 18,15-16). Jesús pide testigos, no acusadores, que colaboren en la corrección amistosa del hermano.

La Imagen del Nazareno en la calle sin manto y con su túnica blanca provisto de una toalla, sirve de ejemplo para hacer firme propósito de corregir a nuestro prójimo con mansedumbre, sin recriminarle su actitud, ni siquiera usando palabras desabridas con él. Como Pedro ganaremos la amistad de Jesús y no nos excluirá de tener parte con Él, por pequeña que parezca.  

domingo, 6 de marzo de 2016

INTERES RELIGIOSO. INTERES ARTISTICO

En el arte se puede percibir la huella de Dios.

Con cierta frecuencia Agrupaciones de Hermandades y Cofradias de diversos puntos de España, solicitan adhesiones para lograr la Declaración de Interés Turístico de su Semana Santa. Pocos lugares deben quedar ya que no ostenten entre sus peculiaridades una declaración de ese tipo para sumar a las consabidas excelencias de su climatología, gastronomía, fiestas, eventos, paisaje, acervo cultural, etc. Sus motivos y razones tendrán, y no entramos en ello.

Cada primavera, la Semana Santa llega puntual con el Misterio de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo, el Misterio de la fe de la religión cristiana. Es la conmemoración del Misterio de la Redención, sobre cuya figura central, Cristo, San Pablo dice que es “Imagen de Dios invisible y por él quiso reconciliar consigo todas las cosas, las del cielo y las de la tierra, haciendo la paz por la sangre de su cruz”. (Col. 1,15-20). Cristo derramó su sangre y extendió la reconciliación a todos los hombres. No se puede decir más con tan pocas palabras de un hecho tan formidable como éste, cuna de la Religión.

La solemnidad de la Cena del Señor el Jueves Santo, la lectura de la Pasión el Viernes Santo y el simpar  ceremonial de la Vigilia Pascual del Sábado Santo, que es la esperanza del retorno de Cristo a la vida, son formas excelsas de dar culto a Dios en el templo.

Pero la Semana Santa tiene en las procesiones su proyección en la calle. Son parte del culto, pero no lo más importante por muy vistosas que sean. En ellas los cofrades predicamos el credo cristiano a pesar de la obsesión de algunos otros por destacar su lado festivo, cuando para los fieles cristianos las procesiones sólo tienen el interés religioso congénito de su propia naturaleza. Sus imágenes son retratos en positivo de unos momentos claves para nuestra fe, los que padeció Cristo en tres días históricos que revolucionaron la humanidad. Veinte siglos avalan el efecto religioso de esta celebración.

Más esos retratos han sido plasmados por el hombre con su arte puesto al servicio de la historia sagrada que nos cuenta la Semana Santa. Imagineros, tallistas, pintores, bordadores, escultores, músicos, con más o menos fe, han legado su impronta artística en imágenes, tronos, partituras y otros elementos que enriquecen el culto con dignidad y belleza, y están en estrecha relación con la liturgia y la catequesis. Desde hace mucho tiempo las cofradías y el arte van de la mano para que se haga perceptible ese misterio cristiano a través de un patrimonio artístico, felizmente integrado en las tradiciones religiosas del pueblo. Surge así un patrimonio sacro que cada año se muestra con todo su esplendor en iglesias, calles y plazas convertidas en escaparates con imágenes emotivas donde la fe y el arte se hermanan y la belleza se pone del lado del Misterio, hasta llegar al corazón del hombre.

Esa hermandad, que nace de la fe y se transmite con singular belleza, es una prueba para los sentidos de la cercanía de Dios a quien damos culto y adoración; es también la respuesta viva del interés religioso y artístico que suscita la Semana Santa, fuertemente arraigado en la conciencia de las personas.

¿Interés turístico? Mejor interés religioso y artístico.

José Giménez Soria
 

martes, 5 de enero de 2016

DE SIMBOLOS Y CABALGATAS

El evangelista Juan dice en su Evangelio: En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios... El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre viniendo al mundo...Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros...”.

Juan usa el término Verbo para referirse a Cristo como la Palabra de Dios Padre que trae su mensaje al mundo y además afirma rotundo que la Palabra era Dios. Emplea ese símbolo cuyo contenido es claro: El Verbo es la persona divina de Cristo que ha venido del Padre para dar la vida a los hombres. Más adelante recuerda que “A Dios nadie lo ha visto jamás” siendo el Hijo “quien lo ha dado a conocer”.  Es verdad que Dios Padre habló a Abraham, a Jacob y a Moisés, pero nunca lo vieron, a diferencia de Cristo que “se hizo carne”, vivió entre nosotros y trajo la Palabra de Dios Padre, aunque “Vino a los suyos y no lo recibieron”, dice Juan con hondo pesar.

Hoy el mundo está dando la espalda al cristianismo, como se ve en el rechazo de sus símbolos tradicionales. El crucifijo, el signo de la ofrenda del amor de Dios, no solo ha desaparecido de escuelas y hospitales, sino que uno se esos “máster chef” tan a la moda elabora (?) un plato que llama “Cómo cocinar un crucifijo”, y en un colegio público se premia un trabajo injurioso contra Jesucristo, con un texto irreproducible. Contra este deterioro que agrede los principios cristianos, ¿qué hacemos?, ¿reír estas gracietas?, ¿seguir aguantando sin pizca de vergüenza la marea anticristiana que tenemos encima? ¿No sería mejor aplicar con fortaleza y sin vergüenza la enseñanza de San Pablo: “No te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor”?

Llega la Navidad. Apenas se ven colgaduras con la imagen del Niño Jesús en los balcones; los Reyes Magos –o reinas magas, según la moda- se relegan al banquillo de los suplentes en favor de Papa Noel; en la iluminación de las ciudades solo hay trazos consumistas; el belén anda tan perdido que hasta en el discurso de Nochebuena del Rey Felipe VI nadie lo encuentra, mientras David Camerón, el primer ministro inglés, habla de que “La Navidad es la ocasión para los cristianos de celebrar el triunfo definitivo del amor sobre la muerte, con ocasión del nacimiento de Jesús”; quien lo iba a decir si hasta alguna tele de aquí ha dicho que Cristo nació en Belén, según la tradición. ¡Qué tradición ni que pamplinas! Cristo es una figura tan histórica como Aristóteles, Sócrates o Napoleón.  

Faltaban las cabalgatas para degradar el sentido cristiano de la Navidad. Para ello en vez de Reyes Magos se inventan reinas magas, tres caricaturas con parafernalia carnavalesca, que ni van a Belén ni a adorar al Niño, echando por tierra el misterio de la Epifanía y la tradición de una fiesta para niños y las ilusiones de los mayores, un paso más para borrar toda seña de identidad de la cultura cristiana.

No podemos seguir desterrando los símbolos del cristianismo de nuestra vida. Eso sería como perder la fe en Cristo. Frente a la cristofobia patente y sin disimulos, hay que dejarse de catolicismo tibio y vergonzante y responder con la fuerza de la verdad.

DOS ADENDAS COMPLEMENTO DE LO ANTERIOR.

PRIMERA.- Jesucristo no es ninguna leyenda, es Historia rigurosamente documentada a lo largo de los siglos. Nació, vivió y murió en la época del Imperio Romano. Cuando Cesar Augusto decretó el empadronamiento, en Judea, estado cliente de Roma donde reinaba Herodes el Grande, la orden coincidió con el nacimiento de Jesús en Belén. Al morir Herodes en el 4 d.C. Augusto convirtió Judea en provincia de Roma. Augusto falleció el 19 de agosto del 14 d. y el Senado transmitió el poder a Tiberio Claudio. Jesús tendría unos 14 años y vivía con sus padres José y María en Nazaret. En Judea al procurador Valerio Graco le sucedió Poncio Pilato (26-36 d.C.) que ha pasado a la historia por haber ordenado la ejecución de Jesús de Nazaret, hacia el año 30. (Nada inventado).

 
SEGUNDA.- En Alcoy los Reyes de Oriente descienden de forma majestuosa por las empinadas calles del centro con sus pajes en busca de los hogares a los que van dirigidos los bultos que acarrean. Mientras tanto, los vecinos y visitantes se agolpan en la Plaza de España para presenciar uno de los momentos más entrañables de la Cabalgata: la Adoración. Tras descender de sus monturas, los Reyes portan sus presentes al Niño -oro, incienso y mirra, como rubrican los Evangelios- y se postran para rendir pleitesía al Redentor que ha nacido en Belén. (Todavía hay clases).
 
Jose  Giménez Soria