lunes, 24 de diciembre de 2018

“LO ENVOLVIO EN PAÑALES Y LO RECOSTÓ EN UN PESEBRE”

         Vivía María en Nazaret sus últimas semanas de gestación cuando surgió un viaje inesperado. Cayo Octavio, el emperador Augusto, que había anexionado Israel como provincia romana, dictó un decreto mandando empadronarse en todo el imperio. Ello obligó a José y María a viajar a Belén para inscribirse. ¿Por qué Belén?  
 
         El decreto obligaba a empadronarse por familias por lo que José, de la familia de David,  debía ir a Belén, la ciudad de David, a unos 130 km de Nazaret. Además se cumpliría lo profetizado por Miqueas 700 años antes: “De ti, Belén, saldrá quien ha de gobernar en Israel”, una profecía cargada de esperanza mesiánica en unos tiempos duros y confusos.
 
         José y María partieron de Nazaret, en Galilea, cruzando Samaria a Belén, en Judea, en una caravana a donde llegaron al cabo de varios días de camino. El último tramo del viaje fue muy penoso para María que a ratos iba en burro o bien andando. En Belén les fue difícil encontrar posada y se acomodaron en un establo. Luego se inscribieron y pagaron el tributo sin problemas por ser de la estirpe de David.  

José dejó a María en el establo y fue en busca de alojamiento pero volvió afligido sin encontrarlo. En esto María salió de cuentas, llegaron los dolores del parto y dio a luz a su primogénito. Lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, convertido en su primera cuna. Esto ocurrió en un establo, una especie de refugio para animales, en definitiva un lugar pobre.   
 
        Este nacimiento marca el inicio de una nueva era. En él Dios adopta la condición humana, “habitó entre nosotros” dice San Juan, y desde entonces el tiempo de la historia se cuenta antes de Cristo y después de Cristo. Trajo la luz y el privilegio de contemplar su gloria alumbrada desde la humildad de un pesebre: es la Navidad.  

La Navidad se celebra en nuestro mundo como una gran fiesta de alegría en la que no caben discriminaciones. Esta historia en la que Dios se hace niño sirve para que con nuestra creencia religiosa, la disfrutemos con holgura sin caer en la tentación de hacer de ella una fiesta frívola y descreída. La Navidad nació envuelta en pañales, no adornada con papel de regalo.  

El relato evangélico se enmarca dentro de la historia de aquella época. Jesús nació en un pueblo insignificante para la magnitud del imperio romano. Fue un  hecho real que tuvo lugar en el año 753 de la fundación de Roma, en el mandato de Cesar Augusto a quien el Senado le había otorgado el titulo de Imperator Caesar Augustus. El censo lo organizó su legado en Siria, Cirino, y en Judea reinaba Herodes el Grande, con sede en Jerusalén. Obligados por el decreto censal, José y María tuvieron que dejar su tierra para un viaje nada cómodo ni fácil con ella en situación de dar a luz. Si difícil fue el viaje, peor fue al llegar a Belén y ver que era un lugar extraño para ellos, pero Dios se sirvió de este acontecimiento para su plan salvador.

       El pequeño pueblo de Belén nos dejó el regalo de la Navidad, el acontecimiento que hace más de dos mil años se convirtió en cuna de nuestra civilización. Allí empezó a contar la era cristiana.
 
José Giménez Soria

viernes, 9 de noviembre de 2018

EL DILUVIO

         Tras la muerte de Abel, Adán y Eva engendraron a Set, su tercer hijo al que siguieron ocho generaciones que empezaron en Enós, descendiente de Set, y continuaron con Quenán, Malalel, Yared, Henoc, Matusalén y Lamec, que engendró a Noé. También  tuvieron más hijos e hijas que se multiplicaron sobre la tierra según las palabras de Dios: «Sed fecundos y llenad la tierra» (Gn. 1,28).

Con el tiempo creció la maldad y Dios lo vio, y se arrepintió de haber creado al hombre. Entonces decidió exterminarlo con un diluvio, pero se fijó en Noé, que era justo y honrado en una época en que la humanidad se había corrompido, y obtuvo el favor y la bendición de Dios incluso para sus hijos Sem, Cam y Jafet.

Dios habló a Noé y le mandó hacer un arca de madera para él, su familia y parejas de animales de todas las especies. Todos entraron en el arca y empezó a llover. Dice el Génesis (7,11) que «En el año setecientos de la vida de Noé reventaron las fuentes del gran abismo y se abrieron las compuertas del cielo y estuvo lloviendo cuarenta días y cuarenta noches». El agua subió por encima de las montañas más altas y el arca flotaba sobre la superficie de las aguas. Y sigue el Génesis (7,21-22) «Perecieron todas las criaturas que se movían en la tierra: aves, ganados, fieras y cuanto bullía sobre la tierra y todos los hombres. Todo lo que exhalaba aliento de vida, todo cuanto existía en tierra firma, murió». Las aguas llenaron la tierra durante ciento cincuenta días al cabo de los cuales Dios sopló viento y el agua comenzó a bajar.

          El diluvio marcó el final de una era. Cuando la tierra se secó, Noé salió del arca, construyó un altar y ofreció un holocausto a Dios. Dios aceptó el sacrificio y dijo: «Nunca más maldeciré la tierra por causa del hombre, ni volveré a destruir a los vivientes como lo he hecho» (Gn.8, 21) y estableció una alianza con Noé y sus hijos: «Establezco mi alianza con vosotros; nunca volveré a destruir criatura alguna ni habrá otro diluvio que devaste la tierra» (Gn. 9,11). Dios restableció el orden de la creación y selló una paz duradera con el hombre con esa promesa. Después Noé vivió dedicado a la agricultura hasta un total de novecientos cincuenta años.

La tierra se repobló con los descendientes de los hijos de Noé cuyas familias se esparcieron por los territorios entonces conocidos. La genealogía de Adán a Noé continuó con los descendientes de Sem, el mayor de los hijos, que engendró a Arfacsad, éste a Selaj, éste a Eber, éste a Peleg, éste a Reu, éste a Serug, éste a Najor, éste a Teraj y éste a Abrán, a Najor y a Arán.

Adán representa a la humanidad creada por Dios y Noé a la humanidad salvada por Dios del diluvio. 
José Giménez Soria

miércoles, 10 de octubre de 2018

EL EDEN


En el principio Dios creó los cielos y la tierra, y dijo “¡Haya luz!” y hubo luz, siguió y así un día tras otro creó los seres vivientes y las plantas hasta llegar al hombre y a la mujer. Para ellos, Adán y Eva, plantó un jardín en Edén, al oriente, e hizo brotar toda clase de arboles hermosos para ver y buenos para comer, y en medio, el árbol de la ciencia del bien y del mal. Para distinguir este jardín sagrado de otros jardines reales la Biblia también lo llama jardín de Dios o del Señor (Gn.13, 10) (Ez.28,13 y 31,8) o jardín de Edén, traducción de “delicias” en hebreo. (Gn.3, 23)    
 

Edén es el nombre geográfico de un lugar ahora difícil de localizar, que tal vez significara estepa. El Génesis lo llama jardín, o “paraíso” en la versión latina y en la moderna, y da una pista sobre su ubicación. Dice: «En Edén nacía un rio que regaba el jardín, y desde allí se dividía en cuatro brazos: el primero se llama Pisón, el que rodea toda la tierra de Javilá donde hay oro. El segundo rio se llama Guijón, el que rodea toda la tierra de Cus. El tercero se llama Tigris y corre al este de Asiria. El cuarto es el Éufrates» (Gn. 2, 10-14)

             Los intentos para localizar el lugar exacto del jardín comenzaron por conocer la ubicación de los ríos. La del rio Pisón, Javilá podía ser una región de Arabia ((Gn. 10, 29), y la del Guijón Cus podía ser Etiopía, pero no están plenamente identificadas. Sin embargo son más conocidos y están localizados los ríos Tigris y Éufrates. El Tigris fluye a través de Siria, Turquía e Irak en el suroeste de Asia, primero hacia el este y luego hacia el sur. Se une al Éufrates y dan origen a un gran rio que desemboca en el golfo Pérsico. Entre ambos ríos se desarrolló Mesopotamia, su nombre significa “tierra entre ríos”, donde floreció la agricultura y fue cuna de una civilización antigua. Los  estudiosos de la Biblia han llegado a la conclusión de que el jardín del Edén estaba en algún lugar en esta zona en el conocido valle del río Tigris y el Éufrates. Es una hipótesis que puede ser fiable.
 

Otra teoría apunta a que la ubicación del Edén no se conozca con exactitud por la modificación de la orografía producida por el diluvio y por la supuesta voluntad divina de que no se localice el lugar donde el hombre cometió el primer pecado.
 

Desde la perspectiva de un creyente el jardín prueba la libertad que Dios creador dio a Adán y Eva poniendo a su disposición todo lo creado, reservándose únicamente el precepto de no comer los frutos del árbol de la ciencia del bien y del mal. Mas Adán y Eva cayeron en la tentación, comieron y al instante se les despertó la conciencia y «descubrieron que estaban desnudos»” (Gn.3, 7). Habían roto la armonía existente entre ellos y Dios.  
 
           Avergonzados se ocultaron pero Dios los buscó y llamó a Adán, «¿Dónde estás?» y al verlo lo expulsó del jardín para que labrase la tierra: «Comerás el pan con el sudor de tu frente hasta que vuelvas a la tierra porque de ella fuiste sacado» (Gn.3,19)

 
José Giménez Soria

sábado, 12 de mayo de 2018

NUEVO COMIENZO

Comentario al Evangelio de Marcos 16, 15-20
 

Los evangelistas describen con diferentes lenguajes la misión que Jesús confía a sus seguidores. Según Mateo han de «hacer discípulos» que aprendan a vivir como él les ha enseñado. Según Lucas, han de ser «testigos» de lo que han vivido junto a él. Marcos lo resume todo diciendo que han de «proclamar el Evangelio a toda la creación».

Quienes se acercan hoy a una comunidad cristiana no se encuentran directamente con el Evangelio. Lo que perciben es el funcionamiento de una religión envejecida, con graves signos de crisis. No pueden identificar con claridad en el interior de esa religión la Buena Noticia proveniente del impacto provocado por Jesús hace veinte siglos.

Por otra parte, muchos cristianos no conocen directamente el Evangelio. Todo lo que saben de Jesús y su mensaje es lo que pueden reconstruir de manera parcial y fragmentaria, recordando lo que han escuchado a catequistas y predicadores. Viven su religión privados del contacto personal con el Evangelio.

¿Cómo podrán proclamarlo si no lo conocen en sus propias comunidades? El Concilio Vaticano II ha recordado algo demasiado olvidado en estos momentos: «El Evangelio es, en todos los tiempos, el principio de toda su vida para la Iglesia». Ha llegado el momento de entender y configurar la comunidad cristiana como un lugar donde lo primero es acoger el Evangelio de Jesús.

Nada puede regenerar el tejido en crisis de nuestras comunidades como la fuerza del Evangelio. Solo la experiencia directa e inmediata del Evangelio puede revitalizar la Iglesia. Dentro de unos años, cuando la crisis nos obligue a centrarnos solo en lo esencial, veremos con claridad que nada es más importante hoy para los cristianos que reunirnos a leer, escuchar y compartir juntos los relatos evangélicos.

Lo primero es creer en la fuerza regeneradora del Evangelio. Los relatos evangélicos enseñan a vivir la fe no por obligación, sino por atracción. Hacen vivir la vida cristiana no como deber, sino como irradiación y contagio. Es posible introducir en las parroquias una dinámica nueva. Reunidos en pequeños grupos, en contacto con el Evangelio, iremos recuperando nuestra verdadera identidad de seguidores de Jesús.

Hemos de volver al Evangelio como nuevo comienzo. Ya no sirve cualquier programa o estrategia pastoral. Dentro de unos años, escuchar juntos el Evangelio de Jesús no será una actividad más entre otras, sino la matriz desde la que comenzará la regeneración de la fe cristiana en las pequeñas comunidades dispersas en medio de una sociedad secularizada.

Tiene razón el papa Francisco cuando nos dice que el principio y motor de la renovación de la Iglesia en estos tiempos hemos de encontrarlo en «volver a la fuente y recuperar la frescura original del Evangelio».
José Antonio Pagola

domingo, 22 de abril de 2018

LA AUDIENCIA


Un anhelo para muchos católicos de todo el mundo es acercarse al Papa. La Santa Sede facilita estos encuentros con las Audiencias Generales que tienen lugar todos – o casi todos- los miércoles en San Pedro de Roma. La asistencia, que es gratuita, requiere una reserva previa que se puede hacer en la Prefectura de la Casa Pontifica o a través de alguna agencia de viajes. El día de la Audiencia conviene ir temprano a la Plaza de San Pedro buscar un buen sitio y poder ver al Papa lo más cerca posible.
 

Pasada la Semana Santa de 2018, el miércoles 11 de abril de la segunda semana de Pascua, el papa Francisco celebró audiencia general para una multitud que podía rondar entre 30 a 40.000 personas de toda raza, clase y condición. Como curiosidad, tres llamas, un mamífero rumiante propio de América del Sur, aparecieron con sus cuidadores alemanes ante la sorpresa de los peregrinos después de recorrer más de mil kilómetros en seis semanas. El Papa mantuvo luego un breve y ameno encuentro con los cuidadores, quienes le entregaron unos regalos.
 
Previamente a la aparición del Papa, sacerdotes de varios países fueron presentando y saludando en distintos idiomas a los grupos y asistentes de sus países respectivos allí presentes, saludo que era correspondido con vítores, aplausos y enarbolar de banderas.
 
Sobre las 9:45 horas un incesante murmullo y el consiguiente revuelo anunciaron la presencia del Papa de pie sobre el “papamóvil” acompañado de varios niños, que recorría los pasillos entre vallas saludando a todos los peregrinos e incluso deteniéndose a besar a los más pequeños que le presentaban al paso. Ver al Vicario de Cristo a tres metros es de una emoción indescriptible y un recuerdo inolvidable para toda la vida: El Papa Francisco se “gana” a los fieles porque se muestra cercano.

 
           Terminado el recorrido y los saludos, el Papa subió los escalones de la Basílica hasta el sillón del altar exterior cubierto donde se sentó para comenzar la audiencia. Tras el saludo y la invitación a escuchar la palabra de Dios con el pasaje de Mateo (28,19-20) «Id y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espiritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado», Francisco inició un ciclo dedicado a la catequesis sobre el Bautismo, el primer sacramento «el fundamento de toda la vida cristiana».
 

“Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días! 

“Este tiempo pascual es propicio para reflexionar sobre la vida cristiana, que es la vida que recibimos del mismo Cristo. Somos cristianos en la medida que dejamos que Él viva en nosotros. Para avivar esta conciencia debemos volver al origen, al sacramento del bautismo, que es el fundamento de toda la vida cristiana, es el primero de los sacramentos y es la puerta que permite al Señor hacer su morada en nosotros e introducirnos en su Misterio. Recuerden bien- insistió-el bautismo es el fundamento de la vida cristiana, y los bautizados son de Cristo”.
 

 “El verbo griego «bautizar»  significa sumergir. El baño con el agua expresa el paso de una condición a otra, signo de purificación para un nuevo inicio. En virtud del Espiritu Santo, el bautismo nos sumerge en la muerte y resurrección del Señor, ahogando en la fuente bautismal al hombre viejo dominado por el pecado, para que nazca el hombre nuevo, recreado en Jesucristo. El bautismo es un renacimiento y por eso os pregunto ¿recordáis cuál fue la fecha de vuestro bautismo? Si festejamos el día del nacimiento, ¿cómo no festejar el día del renacimiento? Los que no os acordéis de la fecha del bautismo, preguntad a la madre y a los tíos, «¿Sabes cuál es la fecha de mi bautismo?» y no la olvidéis nunca y agradeced al Señor, porque es el día en el que Jesús entró en mí, el Espíritu Santo entró en mí».
 

“El bautismo -siguió el Santo Padre- permite a Cristo vivir en nosotros y a nosotros vivir unidos a Él, para colaborar en la Iglesia, cada uno según la propia condición, en la transformación del mundo. El sacramento supone un camino de fe cuando es un adulto quien pide el bautismo. Pero también los niños desde la antigüedad son bautizados en la fe de los padres, y sobre esto quisiera decir algo a los que piensan: ¿Por qué bautizar a un niño que no entiende? Esperemos a que crezca, que entienda y sea él mismo quien pida el bautismo. Esto –aclaró el Papa- significa no tener confianza en el Espíritu Santo, porque cuando nosotros bautizamos a un niño, en ese niño entra el Espíritu Santo y el Espíritu Santo hace crecer en ese niño, desde niño, virtudes cristianas que después florecen. Se debe dar la oportunidad a todos los niños de tener dentro el Espíritu Santo que les guíe durante la vida. ¡No os olvidéis de bautizar a los niños!”
 

Terminada la alocución papal diversos prelados saludaron al Papa en nombre de los grupos asistentes con breves lecturas en italiano, inglés, francés, español, alemán, polaco, portugués y árabe, a los que correspondió Francisco agradecido. A los españoles dijo: “Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española venidos de España y Latinoamérica y los animo a recordar el día de su bautismo, que es el mayor regalo que hemos recibido, para que haciendo memoria de nuestra condición de cristianos tomemos conciencia de que pertenecemos a Dios y estamos llamados a ser testigos, en el ámbito donde vivimos, de la alegría de la salvación. Que Dios los bendiga. Muchas gracias”.
 
Antes de terminar la audiencia, el Papa invitó a todos a cantar juntos el Padre Nuestro en latín, cuyo texto estaba escrito en el reverso del papelito que sirvió para acceder a la Plaza. “Oremos juntos”, dijo, y el coro de voces de las miles de personas presentes entonó la gran oración que nos enseñó el Señor. Finalmente el Papa Francisco, como cabeza de la Iglesia Católica impartió su bendición apostólica a la multitud, que hizo extensiva a los seres queridos, y a los rosarios o crucifijos de los asistentes.
 

Fueron casi tres horas vividas en un ambiente de cristianismo latente que nos dejó una huella de emoción difícil de superar.
 
José Giménez Soria

domingo, 11 de marzo de 2018

LA VIRGEN MARÍA ¿DE HUELGA?


Algunos aun no se han enterado del papel de María de Nazaret. Apenas tenía 15 años cuando fue ungida por el Espiritu Santo hasta quedarse embarazada y dar a luz al Mesías, el Hijo de Dios hecho Hombre, que, solo con su palabra, en tres años hizo trizas la Antigua Ley para proclamar el Amor al Prójimo como Ley de vida, origen de una Civilización, -apellidada cristiana-, común a la mayor parte de la humanidad.

La tradición tiene a San Joaquín y a Santa Ana como padres de María. Eran gente sencilla y piadosa, y lo poco que tenían lo compartían con los pobres. Después de unos años de estancia en el Templo con otras doncellas dedicada a la oración y a instruirse en los deberes de la Ley de Dios, María se desposó con José. Primero los esponsales donde asumieron sus derechos y obligaciones, pero sin vivir juntos, y segundo ya pasados unos meses, María fue llevada con música y fiesta a la casa de José y empezaron a convivir bajo el mismo techo. En esos meses el ángel Gabriel le anunció su maternidad y el embarazo de su pariente Isabel.

María, mujer de gran sensibilidad, bien pudo atender a sus padres en su ancianidad y viajar a casa de Isabel para ayudarla en el parto y animarla con el Magníficat, un canto de alabanza a Dios, sin percibir remuneración alguna. Ni tuvo reparos en emigrar con lo puesto a Egipto para salvar a su Hijo perseguido por Herodes. Años después, en Nazaret, se dedicó a cuidar a su familia, a sus labores domesticas, compartiendo penurias con José, y al servicio de Dios para que su Hijo creciera, conociera la ley de Moisés y se fortaleciera lleno de sabiduría.
 
María de Nazaret vio crecer a su Hijo hasta que se emancipó y quedó sola unos años. Luego vio cumplida la profecía: “Una espada te atravesará el alma», y Ella, advertida de la condena de su Hijo, en compañía de Juan, María Magdalena, María la de Cleofás y María Salomé, sabedora de los designios de Dios, padeció la vía dolorosa que jamás madre alguna ha sufrido, un trance que soportó con una entereza ejemplar consciente de su Mediación en el Misterio de la Redención. 
 
          
No necesitó María de Nazaret ponerse en huelga entonces ni manifestarse ante Pilato - el poder romano tampoco lo permitiría- ni tampoco la haría hoy, porque «El plan divino de la salvación, -señala la Redemptoris Mater- revelado con la venida de Cristo, reserva un lugar a su Madre, que es introducida definitivamente en el centro del misterio de Cristo para la restauración de la vida sobrenatural de las almas. Así María entra de manera muy personal en la mediación entre Dios y los hombres». Un trabajo impagable.

Por otra parte la “Lumen gentium” «Exhorta encarecidamente a los teólogos y a los predicadores de la palabra divina a que se abstengan con cuidado tanto de toda falsa exageración cuanto de una excesiva mezquindad de alma al tratar de la singular dignidad de la Madre de Dios…, y que los Santos Padres y Doctores de la Iglesia expliquen rectamente los oficios y los privilegios de la Santísima Virgen, que siempre tienen por fin a Cristo, origen de toda verdad, santidad y piedad, y en las expresiones o en las palabras eviten cuidadosamente todo aquello que pueda inducir a error a los hermanos separados o a cualesquiera otras personas acerca de la verdadera doctrina de la Iglesia».

Todo lo dicho induce a pensar que no es prudente decir que María de Nazaret se sumaría a la huelga de hace unos días, ni a nada parecido.
 
José Giménez Soria

domingo, 28 de enero de 2018

¿RONALDO O MESSI?

           ¡Pobre Ronaldo! Está triste. Leía en la prensa que “ve una falta de respeto” ganar solo 21 millones porque es el “mejor jugador del mundo”, y pide llegar a los 40 del argentino. Y es “comprensible”. Aunque a nosotros nos parezcan cifras estratosféricas, los sociólogos afirman que todos evaluamos nuestra situación personal comparándonos con otras personas o grupos de referencia. Aunque los 21 actuales le den para unas cañas, no puede evitar la comparación. Ya saben el dicho popular: “los ricos también lloran”.

 
            Nuestra manera de ver la vida, nuestra percepción de lo afortunados o desgraciados que somos, la remuneración de nuestro trabajo, las recompensas o mimos que nos merecemos… no dependen de parámetros objetivos, sino de una mirada subjetiva. El sueldo de Cristiano no es mucho ni poco, solo es MENOS que lo que cobra Messi. En realidad, todos somos Ronaldo. Miramos insatisfechos (y algo envidiosos) lo que cobran los demás, los éxitos cosechados por mi vecino, lo bien que tratan a mi compañera… y eso nos produce tristeza, ira y algo de amargura. 

Hasta los personajes bíblicos lo sufrieron. El otro día leíamos en el libro de Samuel (1Sam 18,7) que, después de la hazaña de David con Goliat, el Rey Saúl oyó cantar a las mujeres: “Saúl mató a mil, David a diez mil. Saúl se irritó mucho.  Y a partir de aquel día, Saúl miró a David con malos ojos”. Cuando escuchaba el pasaje en Misa, pensé: “igualicos que Ronaldo y Messi”. En realidad, el objeto a comparar es lo de menos. La sensación de sentir que “saliste perdiendo” es lo que te come por dentro. Te muerde.
 

La alternativa desde la espiritualidad es una nueva manera de vivir, donde tomando conciencia de nuestra absoluta dignidad, sepamos aceptar lo que recibimos sin comparaciones. Dios nos llama a vivir desde la gratitud y a tener esa mirada lúcida que nos lleva a alegrarnos por el bien ajeno y a sonreír con otros.
 

Seguramente Cristiano Ronaldo, no me leerá. Pero si quiere el humilde consejo de este pobre cura, le diría que se aleje de esa mirada herida y comparadora, y sepa agradecer todo el amor recibido y el reconocimiento que tiene de tantos millones de madridistas, porque es el único camino para ser felices.  Que sepa celebrar las fiestas propias, los días buenos – que seguro que los hay-, los nombres de su vida. Y ya puestos, también te lo digo a ti, querido lector, y a mí, que andamos en las mismas.

Ramón Bogas Crespo
Director de la oficina de
comunicación del obispado de Almería
25 de enero de 2018