miércoles, 7 de mayo de 2025

ABUELOS Y NIETOS

¿Visitaste ayer a tu abuelo?

Al regresar de vacaciones un compañero me contaba su experiencia como voluntario en la selva amazónica, en una misión que regentan los jesuitas. Mientras lo escuchaba, me vino a la memoria la pregunta que el director de recursos humanos de una gran compañía hacía a los jóvenes en su primera entrevista de trabajo en aquellas ocasiones en que presumían de haber hecho voluntariado: ¿Cuándo fue la última vez que visitaste a tu abuelo?

En la sociedad líquida que vivimos, se prefiere más un viaje a un lugar remoto para hacer voluntariado, que visitar al abuelo que vive en su casa, a la vuelta de la esquina. Una monja amiga me comentó que cuando en su misión de Mozambique le anunciaban la llegada de un voluntario desde España se echa las manos, a la cabeza: «Le tenemos que dar habitación y comida, y estar pendientes para que no le ocurra nada. Ocupa la línea de internet, se pasa el día haciéndose fotos con los nativos como si estuviese en un parque temático y, al final no nos ha ayudado en nada». Es una forma de hacer turismo, supuestamente “solidario”.

Lejos de mí el desanimar a quienes se entregan a generosamente para colaborar en su tiempo libre con religiosos misioneros o bien con ONG entregadas a causas nobles. Ocurre que la realidad en ocasiones es como me lo describió esa misionera española, y lo absurdo surge cuando el abuelo se queda en agosto solo, en una larga espera.

Todo abuelo atesora una sabiduría que con frecuencia sus descendientes desprecian. En esa desconsideración con el mayor se engendra uno de los pecados capitales del ser humano: la soberbia. Llegará el día que ese joven será también mayor y abuelo y probablemente recoja la soledad que sembró. En sus atardeceres serán largas las esperas a que un nieto le visite, siendo posible que regrese de un país lejano, donde estuvo haciendo voluntariado, mientras en su memoria no cabe la soledad de su abuelo.

La vida ha cambiado tanto, que es el abuelo quien vista a los nietos. Sin embargo, no dejes de visitar hoy a tu abuelo, y hazle compañía.

                                                                                                   Bieito Rubido. Periodista

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