sábado, 28 de junio de 2025

FELIPE, APOSTOL

          Fue uno de los doce apóstoles de Jesús. Oriundo de Betsaida, a orillas del mar de Tiberiades, fue quien encontró a Natanael, el que cuando conoció a Jesús le confesó: “Maestro, tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel”.

Felipe, en la última cena, hablando Jesús de su partida a “la casa del Padre”, le pidió que les mostrara al Padre y Jesús le replicó: “Hace tiempo que estoy con vosotros ¿y no me conoces? Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre”. Felipe había comprendido que Jesús era enviado de Dios, pero no Hijo del Padre y se tranquilizó al oírlo.

El día de la muerte de Esteban se desencadenó una violenta persecución contra la Iglesia de Jerusalén. Felipe aprovechó la situación para ir a una ciudad de Samaría a predicar las enseñanzas de Jesús y donde hizo varios milagros. Los espíritus impuros salían de los poseídos y los paralíticos y lisiados quedaban curados.

En la misma ciudad vivía Simón, un hombre cuya magia tenía deslumbrados a los samaritanos. “Este hombre es la fuerza de Dios”, decían. Cuando Felipe les anunció la Buena Noticia del Reino de Dios, hombres y mujeres, creyeron y se hicieron bautizar. Simón también creyó y, ya bautizado, no se separaba del apóstol.

Los que estaban en Jerusalén al conocer la predicación de Felipe, enviaron a Pedro y a Juan para que los samaritanos recibieran el Espíritu Santo, y así fue. Simón, al verlos les ofreció dinero para que le dieran el poder de imponer las manos a otros y que recibieran el Espíritu Santo, a lo que Pedro contestó: “Maldito sea tu dinero porque has creído que el don de Dios se compra con dinero. Arrepiéntete y ora al Señor”.

Pedro y Juan regresaron a Jerusalén anunciando la Buena Noticia al paso por las aldeas samaritanas y el ángel del Señor dijo a Felipe: “Levántate y ve hacia el sur, por el camino que baja de Jerusalén a Gaza: es un camino desierto”. Felipe partió y en el trayecto encontró a un eunuco etíope, ministro del tesoro y alto funcionario de Candace, la reina de Etiopía, que volvía de peregrinar a Jerusalén en su carro, leyendo al profeta Isaías. Felipe se le acercó y le dijo: “¿Comprendes lo que estás leyendo?”. El etíope respondió: “¿Cómo lo puedo entender, si nadie me lo explica?”, y pidió a Felipe que subiera al carro y se sentara junto a él.

El pasaje que iba leyendo decía: "Como oveja fue llevado al matadero; como cordero que no se queja, él no abrió la boca. En su humillación, le fue negada la justicia. ¿Quién podrá hablar de su descendencia, ya que su vida es arrancada de la tierra?". El etíope preguntó a Felipe: “¿De quién dice esto el Profeta? ¿De él o de otro?”. Felipe le explicó la lectura y le anunció la Buena Noticia de Jesús. Al llegar donde había agua, el etíope dijo: “Aquí hay agua, ¿qué me impide ser bautizado?”. “Si crees de todo corazón, es posible”, contestó Felipe. Detuvieran el carro y descendieron hasta el agua, donde Felipe lo bautizó.

Cuando salieron del agua, el Espíritu del Señor, arrebató a Felipe. El etíope no lo vio más y siguió gozoso su camino. Felipe anunciaba la Buena Noticia en las ciudades por donde pasaba, hasta pasar por Azoto, cerca de Jafa y de allí llegó a Cesárea.

Evangelizó en Asia, en Frigia, en Cilicia y en Lidia. Durante la persecución de los cristianos bajo el emperador Domiciano, fue martiriado y crucificado por sus creencias en el año 80 d.C. Fue sepultado en Escitia, cerca de Hierápolis, en Egipto.

Hechos de los Apóstoles

lunes, 9 de junio de 2025

RECRISTIANIZACIÓN

        Vivíamos en un descampado donde jugábamos al aire libre todos los días, salvo los domingos que íbamos a misa con el alma limpia previo paso por el confesionario. Así hasta que bloques de viviendas ocuparon el descampado y tuvimos que trasladarnos a una casa sin patio, donde mi madre cuidaba unas macetas con geranios

En los colegios y en las escuelas se rezaba el rosario un día a la semana, porque era un barrio católico y también lo rezaban muchas familias en sus casas. Los chavales íbamos a la parroquia de San Diego, cuando la misa se anunciaba con repique de campanas. En aquellos años cincuenta, mis padres lucharon para que tuviéramos una situación económica mejor que la suya.

Esto lo he recordado porque se me han cruzado dos noticias, una buena y la otra torpe, muy torpe. Vamos con la segunda para que el artículo nos deje buen sabor de boca. No salgo de mi asombro por los mensajes que recibo que me animan a alistarme en una batalla cultural, para mí, compatible con la incultura enciclopédica del momento. La verdad es que no sé a qué viene tanto revuelo, porque los cambios que pregonan sirven para que todo siga igual. Son los mismos personajes que, cuando estaban activos en política, provocaron los males que, ahora retirados, pretenden remediar. Son los que cuando tuvieron la obligación hacer el bien, obraron mal, los mismos que no han pedido perdón por sus hechos y ahora van de redentores de la Humanidad. O sea, hipócritas redomados.

El problema no es cultural, sino religioso. El atasco religioso, se traduce en una lamentable pérdida de fe de la sociedad española, cuyo remedio tiene que ser religioso, una verdad que no se atreven a decir esa panda de católicos que van ahora de reformadores culturales. La buena noticia es que este mes de junio ha aparecido un libro dedicado al Sagrado Corazón de Jesús, que además de reanimar nuestra fe, ha avivado los recuerdos de mi infancia.

Cuando yo era niño, y no tan niño, la mayoría de las puertas de entrada de las casas del barrio tenían una imagen de metal del Sagrado Corazón de Jesús, y en el salón de mi casa había un cuadro con la imagen del Sagrado Corazón de Jesús. Esto ha venido a mi memoria desde que recibí el libro titulado Mirarán al que traspasaron. Historia de la espiritualidad del Corazón de Cristo. Es un libro extraordinario escrito con muchas horas de trabajo y de oración. Sus páginas documentadas exponen con rigor la historia de esta devoción religiosa, lo mejor para iniciar la recristianización.

Javier Paredes
Catedrático emérito de Historia Contemporánea. Universidad de Alcalá.

jueves, 22 de mayo de 2025

LEÓN XIV, UN PAPA SENCILLO

Sencillo, matemático, teólogo y misionero.

 

El 18 de mayo, V Domingo de Pascua, tuvo lugar en la Basílica de San Pedro la Santa Misa de inicio del Pontificado del papa León XIV y en su homilía citó una frase de san Agustín: «Nos has hecho para ti, Señor, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti»


Hermanos y hermanas, les saludo con el corazón lleno de gratitud al inicio del ministerio que me ha sido confiado. Fui elegido sin tener ningún mérito y, con temor y trepidación, vengo a ustedes como un hermano que quiere hacerse siervo de su fe y de su alegría, caminando por el camino del amor de Dios, que nos quiere unidos en una única familia. Amor y unidad, son las dos dimensiones de la misión que Jesús confió a Pedro.


En la orilla del lago Tiberiades, Jesús había llamado a Pedro y a los primeros discípulos a ser “pescadores de hombres”; y después de la resurrección les corresponde a ellos llevar adelante esta misión: lanzar la red para sumergir la esperanza del Evangelio en las aguas del mundo; navegar en el mar de la vida para que todos puedan reunirse en el abrazo de Dios.

 

¿Cómo puede Pedro llevar a cabo esta tarea? El Evangelio dice que es posible porque ha experimentado en su propia vida el amor infinito e incondicional de Dios. Cuando Jesús se dirige a Pedro, se refiere al amor que Dios tiene por nosotros, a su entrega sin reservas, y cuando pregunta a Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?», indica el amor del Padre. Es como si Jesús le dijera, si has experimentado el amor de Dios, podrás apacentar a mis corderos; sólo en el amor de Dios Padre podrás amar a tus hermanos y hasta ofrecer la vida por ellos.

 

A Pedro, pues, se le confía la tarea de “amar aún más” y de dar su vida por el rebaño. El ministerio de Pedro está marcado por este amor oblativo, porque la autoridad de la Iglesia de Roma es la caridad de Cristo. Él —afirma el mismo Pedro— «es la piedra que ustedes, los constructores, han rechazado, y ha llegado a ser la piedra angular». Y si la piedra es Cristo, Pedro debe apacentar el rebaño sin ceder nunca a la tentación de ser un líder solitario o un jefe que está por encima de los demás.

 

Afirma san Agustín: «Todos los que viven en concordia con los hermanos y aman a sus prójimos son los que componen la Iglesia» Quisiera que este fuera nuestro primer gran deseo: una Iglesia unida, signo de unidad y comunión, que se convierta en fermento para un mundo reconciliado.

 

En nuestro tiempo vemos demasiada discordia, demasiadas heridas causadas por el odio, la violencia, los prejuicios, el miedo a lo diferente. En lo económico es lo que explota los recursos de la tierra y margina a los más pobres. Dentro de esta masa queremos ser una pequeña levadura de unidad, de comunión y de fraternidad. Queremos decir al mundo con humildad y alegría: ¡miren a Cristo! ¡Acojan su Palabra que ilumina y consuela! Escuchen su propuesta: en el único Cristo nosotros somos uno. Esta es la vía que hemos de recorrer unidos entre nosotros, incluso con las Iglesias cristianas hermanas, con quienes transitan otros caminos religiosos, con aquellos que cultivan la inquietud de la búsqueda de Dios, con todas las mujeres y los hombres de buena voluntad, para construir un mundo nuevo donde reine la paz.

 

Este es el espíritu misionero que debe animarnos, sin encerrarnos en nuestro grupo ni sentirnos superiores al mundo; estamos llamados a ofrecer el amor de Dios a todos, para que se realice esa unidad que valora la historia personal de cada uno y la cultura social y religiosa de cada pueblo.

 

Hermanos, hermanas, ¡esta es la hora del amor! La caridad de Dios, que nos hace hermanos, es el corazón del Evangelio. Con mi predecesor León XIII, podemos preguntarnos: si esta caridad prevaleciera en el mundo, «¿no parece que acabaría por extinguirse bien pronto toda lucha allí donde ella entrara en vigor en la sociedad civil?» Con la luz y la fuerza del Espíritu Santo, construyamos una Iglesia fundada en el amor de Dios y signo de unidad, una Iglesia misionera, que abre los brazos al mundo, que anuncia la Palabra, que se deja cuestionar por la historia, y que se convierte en fermento de concordia para la humanidad.

 

Juntos, como un solo pueblo y como hermanos, caminemos hacia Dios y amémonos los unos a los otros. 

De la homilía del papa León XIV

miércoles, 7 de mayo de 2025

ABUELOS Y NIETOS

¿Visitaste ayer a tu abuelo?

Al regresar de vacaciones un compañero me contaba su experiencia como voluntario en la selva amazónica, en una misión que regentan los jesuitas. Mientras lo escuchaba, me vino a la memoria la pregunta que el director de recursos humanos de una gran compañía hacía a los jóvenes en su primera entrevista de trabajo en aquellas ocasiones en que presumían de haber hecho voluntariado: ¿Cuándo fue la última vez que visitaste a tu abuelo?

En la sociedad líquida que vivimos, se prefiere más un viaje a un lugar remoto para hacer voluntariado, que visitar al abuelo que vive en su casa, a la vuelta de la esquina. Una monja amiga me comentó que cuando en su misión de Mozambique le anunciaban la llegada de un voluntario desde España se echa las manos, a la cabeza: «Le tenemos que dar habitación y comida, y estar pendientes para que no le ocurra nada. Ocupa la línea de internet, se pasa el día haciéndose fotos con los nativos como si estuviese en un parque temático y, al final no nos ha ayudado en nada». Es una forma de hacer turismo, supuestamente “solidario”.

Lejos de mí el desanimar a quienes se entregan a generosamente para colaborar en su tiempo libre con religiosos misioneros o bien con ONG entregadas a causas nobles. Ocurre que la realidad en ocasiones es como me lo describió esa misionera española, y lo absurdo surge cuando el abuelo se queda en agosto solo, en una larga espera.

Todo abuelo atesora una sabiduría que con frecuencia sus descendientes desprecian. En esa desconsideración con el mayor se engendra uno de los pecados capitales del ser humano: la soberbia. Llegará el día que ese joven será también mayor y abuelo y probablemente recoja la soledad que sembró. En sus atardeceres serán largas las esperas a que un nieto le visite, siendo posible que regrese de un país lejano, donde estuvo haciendo voluntariado, mientras en su memoria no cabe la soledad de su abuelo.

La vida ha cambiado tanto, que es el abuelo quien vista a los nietos. Sin embargo, no dejes de visitar hoy a tu abuelo, y hazle compañía.

                                                                                                   Bieito Rubido. Periodista

lunes, 21 de abril de 2025

MUERE EL PAPA FRANCISCO

El papa Francisco ha fallecido este lunes 21 de abril de 2025, a los 88 años, según ha anunciado el cardenal Kevin Joseph Farrell, camarlengo del Vaticano. La Santa Sede lo ha hecho público a las 9:52 horas con un comunicado: “Su eminencia, el cardenal Farrell, ha anunciado con tristeza la muerte del papa Francisco, con estas palabras: ‘Queridos hermanos y hermanas, con profundo dolor debo anunciar el fallecimiento de nuestro Santo Padre Francisco. A las 7:35 horas de esta mañana, el obispo de Roma, Francisco, regresó a la casa del Padre. Toda su vida estuvo dedicada al servicio del Señor y de su Iglesia. Nos enseñó a vivir los valores del Evangelio con fidelidad, valentía y amor universal, especialmente en favor de los más pobres y marginados. Con inmensa gratitud por su ejemplo de verdadero discípulo del Señor Jesús, encomendamos el alma del Papa Francisco al infinito amor misericordioso del Dios Uno y Trino”. En Roma, ya suenan las campanas de luto en todas las iglesias.

Francisco salió del hospital el pasado 23 de marzo tras una larga hospitalización de 37 días por una grave neumonía y su última apareció en público por última vez el Domingo de Resurrección, 20 de abril, para impartir la bendición “Urbi et Orbi” desde el balcón de la Basílica de San Pedro. Se le veía notablemente fatigado, apenas podía hablar y solo deseó una feliz Pascua a los fieles. Luego dio una vuelta por la plaza en el papamóvil, una escena que se convierte en su despedida de la multitud.

Francisco no será enterrado en el Vaticano, sino en la basílica de Santa María la Mayor de Roma. Que Jesús Nazareno lo acoja en su seno

jueves, 17 de abril de 2025

VÍA CRUCIS

El camino de la perfección pasa por la Cruz (2Tm4)

Hoy es Jueves Santo. La meditación, la oración y el canto, en el camino de Jesús en la Vía de la Cruz, cambia la vida y la historia del hombre, pues le abre paso hacia los «cielos nuevos y la tierra nueva» (Ap21,1).

El camino del Vía Crucis es una invitación para contemplar a Cristo crucificado, porque al mirarlo nos da valor y fuerza para seguir caminando. El misterio de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo alienta a seguir adelante con esperanza.

El Vía Crucis es una devoción centrada en los Misterios Dolorosos de Cristo. Es una manera muy fructífera de preparar el alma, día tras día, semana tras semana, para ir al encuentro con el Señor en la trágica -y gloriosa- Semana Santa.

1.              Primera Estación: Jesús es condenado a muerte. Esta primera estación del Vía Crucis nos invita a un cambio espiritual, a disfrutar la vida sanamente y a permanecer firmes en nuestra fe y rezar con todo nuestro amor a Dios.

2.              Segunda Estación: Jesús carga la cruz. Pilato entregó a Jesús para que lo crucificaran. Ellos tomaron a Jesús y cargando él mismo con una pesada cruz, salió rumbo al sitio conocido como la Calavera.

3.              Tercera Estación: Jesús cae por primera vez. Ha recorrido parte del camino con el peso de la Cruz a cuestas, sus heridas le lastiman y el esfuerzo de subir la cuesta arriba lo agota. Jesús tropieza y cae dolorosamente.

4.              Cuarta Estación: Jesús encuentra a su madre María. La madre de Jesús y Jesús se encuentran; no tienen necesidad de mediar palabras, solo levantan sus ojos y se miran. María comprende la misión que tiene su Hijo.

5.              Quinta Estación: Simón el Cirineo ayuda a Jesús a llevar la cruz. Obligaron a Simón el Cirineo para que le ayudará a cargar el pesado madero que llevaba Jesús a cuestas. Todo para llegar pronto al momento final que tanto deseaban.

6.              Sexta Estación: Verónica limpia el rostro de Jesús. Su rostro quedó impreso en aquel lienzo, una imagen que siempre permanecerá en este trozo de tela, y en el corazón de todos sus seguidores y devotos.

7.              Séptima Estación: Jesús cae por segunda vez. Cae Jesús debajo de la Cruz, una caída que renueva su dolor, el dolor de cada herida de su cabeza y el infinito dolor que siente en cada parte de su cuerpo.

8.              Octava Estación: Jesús consuela a las mujeres de Jerusalén. Sus palabras buscaron entonces reconfortar a las mujeres que allí estaban: “No lloréis por mí, sino por vosotras mismas y por vuestros hijos”.

9.              Novena Estación: Jesús cae por tercera vez. Con el cansancio y la debilidad, no podía mover su cuerpo. Sus fuerzas se agotaban y cayó otra vez sufriendo inmensamente en manos de la crueldad humana.

10.          Décima Estación: Jesús es despojado de sus vestiduras. Sin mediar palabra se repartieron sus ropas entre ellos, echándolas a suerte. Junto a su cruz a cada lado tenía a dos ladrones, que también fueron crucificados.

11.          Undécima Estación: Jesús es clavado en la cruz. Ya clavado en la Cruz, un ladrón recibió su perdón en el momento de su muerte. Su arrepentimiento fue tan grande, que Jesús no dudo de cumplir con la promesa del Reino Eterno para los justos.

12.          Duodécima Estación: Jesús muere en la cruz. Jesús antes de expirar, vio a su madre con el discípulo que más quería, y de sus labios salieron estas palabras: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”, y mirando al discípulo dijo: “Ahí tienes a tu madre”,

13.          Decimotercera Estación: Jesús, bajado de la cruz, es puesto en brazos de María, su madre. A las tres de la tarde, en un día nublado y oscuro, se escuchó un grito de Jesus: “Padre en tus manos encomiendo mi espíritu”. Cuánto dolor y tristeza tuvo que padecer la Virgen María al contemplar a su Hijo.

14.          Decimocuarta Estación: Jesús es sepultado. El centurión dio la noticia de que Jesús había muerto. José de Arimatea lo bajó de la Cruz, lo envolvió en una sábana y lo colocó en el sepulcro cerrado con una gran roca. Con gran pena, lo observaron su madre, María, y María Magdalena.

Te adoramos Señor y te bendecimos. Amén

miércoles, 26 de marzo de 2025

CUARESMA 2025

Caminemos juntos en la esperanza

El Papa reflexiona con llamadas a la conversión

Iniciamos la peregrinación de la Cuaresma, en la fe y en la esperanzaLa Iglesia nos invita a celebrar el triunfo pascual de Cristo. Como exclamaba san Pablo: «La muerte ha sido vencida. ¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está tu aguijón?» (1 Co 15,54-55). Jesucristo, muerto y resucitado es el garante de nuestra esperanza.

Con la gracia del Año Jubilar, reflexiono lo que significa caminar juntos en la esperanza y descubrir que la misericordia de Dios nos dirige a todos.

“Peregrinos de esperanza”, evoca el largo viaje del pueblo de Israel hacia la tierra prometida. El libro del Éxodo narra camino a la libertad, guiado por el Señor. Uno puede preguntarse: ¿cómo me dejo interpelar por esta condición? ¿Estoy en camino o paralizado, estático, con miedo y falta de esperanza; o en mi zona de confort? Es un buen ejercicio cuaresmal mirar la realidad para descubrir lo que Dios nos pide, siendo caminantes hacia la casa del Padre.

Hagamos este viaje juntos. Los cristianos están llamados a hacer camino juntos. El Espíritu Santo nos impulsa para ir hacia Dios y hacia los hermanos, nunca a encerrarnos. Significa ir codo a codo, sin albergar envidia o hipocresía, sin excluir a nadie. Vamos hacia la misma meta, juntos los unos a los otros con amor y paciencia.

En Cuaresma, Dios nos pide que comprobemos si en nuestra vida, en nuestras familias, en el trabajo, somos capaces de caminar con los demás, de escuchar, no ocupándonos solo de nuestras necesidades. Preguntémonos si somos capaces de trabajar juntos al servicio del Reino de Dios; si hacemos que la gente se sienta parte de la comunidad o si la marginamos.

Recorramos este camino en la esperanza de una promesa. La esperanza que no defrauda (cf. Rm 5,5), mensaje central del Jubileo, es el horizonte cuaresmal hacia la victoria pascual. Como nos enseñó el Papa Benedicto XVI «el ser humano necesita un amor incondicionado. Necesita esta certeza: “Ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, podrá apartarnos del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús” (Rm. 8,38-39). Jesús, nuestra esperanza, resucitó y reina. En esto radica la fe y la esperanza de los cristianos, en la resurrección de Cristo.

Esta es la tercera llamada a la conversión: la de la esperanza, la de la confianza en Dios y en su promesa de vida eterna. ¿Tengo la convicción de que Dios perdona mis pecados, o me comporto como si pudiera salvarme solo? ¿Anhelo la salvación e invoco la ayuda de Dios para recibirla? ¿Vivo la esperanza y me comprometo con la justicia, la fraternidad y el cuidado de la casa común, actuando de manera que nadie quede atrás?

Hermanas y hermanos, gracias al amor de Dios estamos protegidos por la esperanza que no defrauda (Rm.5,5). La esperanza es “el ancla del alma”, y con ella la Iglesia suplica para que «todos se salven» (1Tm 2,4) y espera estar un día en la gloria del cielo unida a Cristo. Así se expresaba santa Teresa de Jesús: «Espera, espera, que no sabes cuándo vendrá el día ni la hora. Vela, que todo se pasa con brevedad, aunque tu deseo hace lo cierto dudoso, y el tiempo breve largo»

Que la Virgen María, Madre de la Esperanza, interceda por nosotros y nos acompañe en el camino cuaresmal.

Roma, San Juan de Letrán, 6 de febrero de 2025, memoria de los santos Pablo Miki y compañeros, mártires. 

                                                         FRANCISCO

martes, 4 de marzo de 2025

TRES ETAPAS EN LA VIDA PÚBLICA DEL SEÑOR

          Jesús, el Mesías de Dios, nació en Belén de Judea en tiempos del emperador Octavio Augusto, siendo Herodes el Grande rey de Israel. Su nacimiento marcó el inicio de la era cristiana. Su doctrina, explicada durante tres años, cambió el curso de la Historia. Vino al mundo para dar a conocer a Yahvé, el Dios Padre, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob con palabras y hechos, fruto de su visión y contacto permanente con Dios Padre cuando, en repetidas ocasiones, oraba a solas retirado en el monte 

La vida pública de Jesús, considerada en tres etapas, la inició con su bautismo en el Jordán, hecho que Lucas sitúa “en el año decimoquinto del reinado del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, Herodes Antipas, tetrarca de Galilea, y Filipo tetrarca de Iturea y Traconítide”, o sea en un contexto histórico concreto. Tenía entonces treinta años.

Su primera etapa empezó cuando fue a la boda en Caná de Galilea. María, su madre, quiso que le acompañara para darlo a conocer y le salió bien porque brindó el mejor vino de toda Galilea. A pesar de un ayuno de cuarenta días con sus noches, superó las tentaciones mundanas y venció las mañas del diablo empeñado en apartarlo de Dios. Ungido por el Espíritu Santo en los albores de su juventud, iba tomando conciencia de su misión mesiánica y de ser Hijo de Dios. Fue una etapa dichosa predicando la venida del Reino, dando de comer a la gente, curando dolencias y haciendo el bien. Era asiduo de la sinagoga de Nazaret, donde todos le conocían, aunque lo miraban con cierto recelo.

En la segunda etapa de su vida pública, Jesús cambió. Se marchó de Nazaret y se estableció en Cafarnaúm donde conoció a Simón y Andrés y a Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, y empezó su predicación a fondo. “Está cerca el Reino de Dios, convertíos y creed la Buena Noticia”, es lo que proclamaba de ciudad en ciudad, de aldea en aldea de forma sencilla y directa o explicada con parábolas para que se entendiese que la salvación del ser humano pasaba por cumplir la voluntad de Dios Padre. Muchas veces tuvo que enfrentarse con los fariseos y los escribas que esperaban un reino que llegaría de inmediato, tangible, sin caer en la cuenta que el Reino de Dios está en el interior de cada uno. A la pregunta de un maestro de la ley, “¿qué tengo que hacer para ganar la vida eterna?”, Él manifestó: “Amarás Dios con todo tu ser y al prójimo como a ti mismo” y ante la duda de quién es el prójimo, Jesús respondió con la parábola del Buen Samaritano para inculcarle cual es el Mandamiento Mayor.

Esta etapa fue pródiga en los grandes milagros: la curación del criado del centurión romano, la resurrección de la hija de Jairo y otros.


La tercera etapa de su vida pública de Jesús se inicia con una pregunta: “¿Quién dice la gente que soy yo?”, y ¡qué piensan de Él sus discípulos! Era un momento importante porque iban camino de Jerusalén, el lugar donde se cumpliría el destino final de Jesús, el de la Cruz. Pedro se atrevió a contestar en nombre de todos: “Tú eres el Cristo, el Mesías”. Pedro hizo una confesión de fe, sin entender que el Mesías sería condenado a muerte, tal como fue anunciado. “Reconocido como hombre, se despojó de sí mismo, se hizo esclavo y se humilló hasta la muerte, y una muerte de cruz” (Flp.2,7)

 

Días después Jesús se transfiguró. Acompañado por Pedro, Santiago y Juan subieron a lo alto del monte, “y mientras oraba el aspecto de su rostro cambió y sus vestidos se brillaban de blanco”. (Lc.9,29). La transfiguración fue un indicio de la gloria futura, una revelación de la majestad de Cristo Jesús, un anticipo de la parusía. La visión produjo en Pedro tanta felicidad que le hizo exclamar “¡Señor, ¡qué bueno es que estemos aquí!”.

 

Tiempo después celebró su última cena con sus discípulos y les dejó como legado el “amor fraterno”; marchó a orar a Getsemaní, lo prendieron, lo condenaron y fue crucificado en el Calvario.

 

Fuera de nuestra capacidad, hay una cuarta etapa que tendremos que desvelar: la Resurrección y la Gloria. A diferencia de las otras tres, ésta la compartiremos en tiempo real con Cristo… ¡O no!

José Giménez Soria

lunes, 24 de febrero de 2025

NO SOLO DE PAN VIVE EL HOMBRE

La Iglesia, con Cáritas a la cabeza, hace lo imposible por ayudar a los más necesitados. Lucha contra la pobreza con todos los medios a su alcance, con la colaboración de quienes marcan la casilla de la declaración de la Renta a favor de la Iglesia y los que depositan sus limosnas.

Después de ayunar cuarenta días, Jesús tuvo hambre y Satanás le dijo: “Si tú eres Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en pan”, a lo que Jesús respondió: “No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”.

 

Dios dio al ser humano una fuente de alimento para el alma, el pan bajado del cielo. En cierta ocasión afirmó Jesús: “Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que lo coma vivirá eternamente” y lo confirmó después instituyendo la Eucaristía como prenda de la gloria que acerca al ser humano con Él mismo. La Comunión es la mejor muestra de Caridad que puede ofrecer la Iglesia.

A veces la vida de la Iglesia se justifica por el bien que hace con los más necesitados, como si erradicar la pobreza material fuera su misión. Dar de comer al hambriento o dar posada al vagabundo son obras de misericordia que palían necesidades elementales, mas no hay que olvidar el banquete eucarístico que atenúa la pobreza espiritual.

Dios nos dado una fuente de alimento verdadero para el alma: su Hijo Jesucristo. Él es el pan del alma, y “el que se alimente de este pan vivirá para siempre” (Jn. 6:58). Necesitamos alimentarnos diariamente y compartir el Pan de vida para saciar el hambre espiritual del mundo.

Poniendo al pobre en el centro, se desplaza a Dios. Si se auxilian a los pobres y no les falta de nada, se acaba con la pobreza material, pero la Caridad bien entendida se completa enriqueciendo la pobreza espiritual. Hay que compensar la sed y el hambre, sin olvidar el vacío del alma.

Jaume Vives. Periodista

martes, 4 de febrero de 2025

SIMEÓN

“La fe es fundamento de lo que se espera y garantía de lo que no se ve”.

Según relata san Lucas en su Evangelio, Dios prometió a Simeón que no moriría hasta ver al Mesías, es decir, a Jesús. Durante generaciones el pueblo judío esperaba un Mesías, un Salvador, que viniera a rescatarlo como hizo al liberarlo de la esclavitud de Egipto. Simeón, un hombre justo y piadoso, que vivía en Jerusalén, esperaba pacientemente la consolación de Israel, y creía en la promesa de Dios de que vería al Mesías. Representa la piedad y la esperanza judía en la venida del Mesías y es un vínculo entre el Antiguo y el Nuevo Testamento.

Simeón es una figura clave para entender el plan de salvación de Dios: reconoce al Niño Jesús como el Mesías y destaca su misión dentro del plan divino. La promesa de Dios se cumplió cuando María y José llevaron al Niño Jesús al Templo para consagrarlo a Dios y cumplir los requisitos de la Ley. Simeón, ya anciano, avisado por el Espíritu Santo, subió al Templo y al ver al Niño Jesús lo tomó en sus brazos, bendijo a Dios y dijo: “Ahora Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel”.

Simeón, religioso, servidor de Dios, hombre de gran fe y esperanza, poseía el carisma profético y por ello reconoció al Niño Jesús, si bien fue el Espíritu de Dios quien lo iluminó y movió su corazón para tomar al Niño en brazos. Se llama así mismo “siervo de Dios” y su encuentro con el Niño Salvador es un Consuelo, porque librará a Israel de la opresión y alcanzará la gloria predestinada por Dios.

José y María quedaron admirados de lo que Simeón dijo del Niño. Simeón los bendijo y dirigiéndose a María profetizó la suerte de Jesús que provocaría oposición y una espada traspasaría el alma de María, presagiando su sufrimiento durante la Pasión de su Hijo. Junto a ellos estaba Ana, una profetisa de edad avanzada que vivía en el Templo sirviendo a Dios; reconoció al Niño y lo alababa.

La vida de Simeón y Ana son ejemplos de fe, esperanza y paciencia. Su encuentro con el Niño Jesús en el Templo fue un momento de alegría y de agradecimiento a Dios por haber cumplido su promesa. Actualmente Simeón y Ana son los santos patronos de las personas mayores. 

                                                                                                               José Giménez Soria

viernes, 24 de enero de 2025

SORPRESA EN EE. UU. (Y en el resto del mundo)

                   Tenemos que preguntarnos si vivimos para Dios o para nosotros mismos 

Saltaba el otro día la noticia de que en EE. UU. los obispos han lanzado una campaña para animar a los fieles a volver a la iglesia. Por lo visto un siete por ciento ha dejado de ir a la iglesia de forma habitual y ha considerado más cómodo quedarse en casa o pasar directamente al aperitivo. No sería de extrañar que todavía quede algún despistado con muy buena salud que haga el canelo delante de la pantalla del ordenador, comulgando digitalmente.

Y de esta triste –y esperable noticia– sacamos dos conclusiones: la primera es que no parece haber sido buena idea cerrar los templos durante la pandemia. No parece haber ayudado a la fe privar de los sacramentos a la gente cuando más los necesitaba.

No parece muy inteligente –y mucho menos cristiano– haber actuado como si Dios fuera el problema más que la solución, una carga más que una ayuda, algo prescindible y no necesario, algo accidental y no nuclear.

Bajo el pretexto de cuidar de los cuerpos se olvida el cuidado de las almas, bajo el pretexto de interesarse por lo humano se lanza el mensaje de que Dios no existe, no está, ni se le espera ni tiene nada que ofrecer. Un mensaje sin duda muy cristiano que ha enardecido el corazón de los fieles y los ha llenado de inmenso amor.

La segunda conclusión a la que llegamos es que este desplome del siete por ciento no ha hecho sino evidenciar un problema que nos afecta absolutamente a todos los cristianos –y que puede que vaya a más–, y es que tenemos que preguntarnos si vivimos para Dios o para nosotros mismos y –como mucho– le dejamos un huequecito no muy grande para que entre en nuestra vida.

Si lo nuestro es cumplir acabaremos como ese 7 por ciento. Si es un tema ideológico, acabaremos como ese 7 por ciento. Si es un tema emocional, –sentimos que estamos a gusto y haciendo lo correcto– acabaremos como ese 7 por ciento. Si lo hacemos porque después de tantos años pensamos que nos sentiríamos mal si no lo hiciéramos, acabaremos como ese 7 por ciento. Si no hay un encuentro personal y una adhesión del corazón y la voluntad acabaremos como ese 7 por ciento.

Así pues, puede que no sea tan sorprendente lo que está ocurriendo en EE.UU. (y en el resto del mundo).

Jaume Vives. Periodista

jueves, 2 de enero de 2025

NUESTRO PROTECTOR

Jesús Nazareno es Nuestro Protector

Fue la Orden de los Dominicos quien difundió la advocación del Dulce Nombre de Jesús ligada a Jesús cargado con la Cruz e impulsó las Cofradías de Jesús Nazareno. Al menos desde el siglo XVI la Imagen del Nazareno cargado con la Cruz es, sin duda, la que suscita gran devoción. Quien sube al Calvario es el Hijo de Dios hecho Hombre.

La fuerza de la Imagen radica en su mediación entre Dios y el pueblo, siendo el arte de sus tallas, sus ropajes y sus tronos los que estimulan ese acercamiento emocional, hecho afectivo a través del tiempo.

Más allá de las creencias personales, la devoción hacia Jesús Nazareno acentúa la fraternidad humana. “Eres nuestro auxilio y protector”, reza el salmo 33. Prueba de que es piadoso, clemente, misericordioso y protector, en su Vía Crucis auxilia a unas mujeres que lloraban: “No lloréis por mí; llorad más bien por vosotras y por vuestros hijos, …” y a Verónica, la mujer que se le acercó y le limpió la sangre, el sudor y la tierra de su rostro, que quedó impreso en el paño. En ambos casos reclamaron su protección: “Escúchanos Señor, es tu rostro lo que buscamos; no nos rechaces ni escondas tu rostro, porque tú eres nuestro auxilio”. (Salmo 26)

Si las Órdenes Religiosas propagaron el fervor a Jesús Nazareno, ha sido la fe de los cofrades la que ha consolidado su devoción, extendida como una marea viva todo el año por todo el pueblo. No en vano, en su Calvario, - “Desfigurado no parecía hombre, ni tenía aspecto humano”-, encarna la plenitud del Misterio de la Cruz.

Al inicio de 2024, los Hermanos de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno, el Paso Morao de Albox, tomaron la iniciativa de avanzar un proceso para que la Imagen del Nazareno se reconociera como “Sagrado Protector de la Villa de Albox”. Desde la Antigua Hermandad del Santísimo, una historia de siglos apunta a que esa Sagrada Imagen no es exclusiva de la Cofradía, ya que su veneración se amplía por todos los círculos albojenses. Durante los 365 días del año, en su Altar, cirios y velas encendidas vaticinan peticiones, agradecimiento y respeto del pueblo llano, amén de quienes imploran su protección postrados a sus pies para que les guie por el sendero de la vida.

La extraordinaria devoción se acentúa en Semana Santa porque se le ve como un Dios cercano, sufriente y humano, que dispensa esperanza, consuelo, o el bálsamo de la misericordia. Son instantes íntimos para acompañarlo en oración al pasar bajo la luna llena de primavera pidiendo perdón a Dios-Padre, sin exclusión.

Para avalar la iniciativa cofrade, se solicitaron adhesiones a instituciones, asociaciones públicas y privadas, y particulares. El resultado reactivó la plural aceptación del proyecto de la Cofradía y, una vez formalizado el expediente, se solicitó de la Diócesis la Proclamación de Jesús Nazareno como Sagrado Protector de la Villa de Albox.

Finalmente, en diciembre de 2024, se tuvo noticia del Decreto de aprobación fechado el 24 de noviembre de 2024 por el Obispo Monseñor Antonio Gómez Cantero, del Nombramiento del Nazareno como Protector de la Villa.

Un hito singular de la Cofradía que pone en valor una realidad: El apego y la devoción que desde siglos se le profesa a Jesús Nazareno como Señor de la Historia del pueblo de Albox, ahora reafirmado oficialmente Nuestro Protector.

José Giménez Soria

jueves, 26 de diciembre de 2024

ENTRE ADVIENTO Y LA EPIFANIA

En cinco semanas, entre el Adviento, la Navidad y la Epifanía, los cristianos renovamos costumbres y seculares tradiciones con gran gozo por el nacimiento del Mesías, que es lugar preferente de la liturgia cristiana. Es la Buena Noticia.

Corona de Adviento. El Adviento, es un tiempo de preparación para la “venida”. Lo anuncia Isaías y se marca con una “Corona de Cuatro Velas” que se encienden cada domingo de Adviento. En la semana antes del 24 de diciembre las Misas de Gozo, que simbolizan la gestación de la Virgen, amenizan el ambiente.

Montar un Belén. En las vísperas de la Navidad, en las iglesias, en las casas y en otros sitios, las escenas del Portal de Belén se representan con figuras de José y María, del Niño en el pesebre, de los pastores, de los Magos de Oriente y del buey y la mula.

Nochebuena. Fiesta de la víspera de la Navidad. Se celebra durante la noche del 24 de diciembre porque en la Iglesia cristiana el 25 de diciembre es el día del nacimiento de Jesús. Es tradicional la cena familiar con pavo relleno y el intercambio de regalos.

Misa del Gallo. La Misa del Gallo, o Misa de los Pastores es rito de la Nochebuena. El ángel anuncia: “Ha nacido el Mesías, el Señor”. Se oficia antes de la media noche y conmemora el nacimiento del Niño Jesús al comienzo del día 25. Es muy popular y recibe este nombre porque coincide con el canto del gallo.

Día de Navidad. Al amanecer del día 25 de diciembre se celebra la Misa de la Aurora y entrado el día la Misa propia de Navidad, donde Juan anuncia que Jesús “habitó entre nosotros”.

Villancicos. Son cantos con temas relacionados con el Niño Jesús, la Virgen María, San José, los Reyes Magos, los pastores y la Estrella de Belén. Estas canciones populares desde el siglo XIX son exclusivas de la Navidad.

Día de los Inocentes. Aún con el recuerdo del Portal de Belén, el 28 de diciembre llega la fiesta de los Santos Inocentes, la de los niños que Herodes el Grande mandó matar. Una inocentada es una broma o chasco que se gasta a alguien en ese día.

Santa María. Al comenzar el año trae a la memoria la Madre del Niño Jesús, la elegida por Dios para engendrarlo. El Concierto de la Orquesta Filarmónica de Viena con su tradicional "Marcha Radetzky", de Johann Strauss, da la bienvenida al Año Nuevo.

Epifanía. El 6 de enero, la Epifanía, conmemora la presencia de los Reyes Magos ante el Verbo encarnado. Es tradición generalizada hacer regalos a los niños como hicieron los Magos al Niño Jesús, que le ofrecieron oro, incienso y mirra.

Repetimos un ¡Feliz Navidad! para desear lo mejor a familiares y amigos. El domingo siguiente a Epifanía el bautismo de Jesús en el Jordán, nos indica que deja de ser Niño y empieza su ministerio público. 

                                                                                                                     José Giménez Soria


 

jueves, 12 de diciembre de 2024

PARA PENSAR

El problema del que no cree en Dios es que termina creyendo en cualquier cosa.

Odiaban creer en Dios Padre, y ahora creen en la «madre tierra»

Odiaban creer en Cristo, y ahora creen en los youtuberos …

Odiaban creer en la Iglesia Católica, y ahora creen en la ONU…

Odiaban ir el domingo a Misa y ahora van a hacer yoga todos los días…

Odiaban ir a confesarse ahora pagan terapeuta…

Odiaban ir al Santísimo para estar en gracia y ahora van a las pirámides para llenarse de las «buenas vibras» …

Odiaban hacer oración y ahora hacen «meditación trascendental» durante horas…

Odiaban hacer la paz con el prójimo, y ahora hacen la paz con el «universo» …

Odiaban hacer ayuno en cuaresma, y ahora se hacen veganos toda la vida…

Odiaban una cruz en el cuello, y ahora se tatúan todo el cuerpo…

Odiaban leer la Biblia, y ahora se memorizan las series de Netflix…

Odiaban maltratar a los animales, y ahora matan a sus hijos en el vientre se sus madres con el aborto…

No lo olvides, Dios te ama.

P. Antonio Rivero

P.D.: Una aclaración: hay veces que los sacerdotes y los psicólogos nos complementamos. El problema se presenta cuando se busca reemplazar al Sacramento de la Confesión que es irremplazable. Yo he mandado a parroquianos míos al psicólogo católico cuando era necesario, y fue un gran complemento.

El Padre Antonio Rivero, nacido en Ávila en 1956, es Licenciado en Humanidades Clásicas en Salamanca, y en Filosofía y Teología en Roma en la Universidad Pontificia Gregoriana. Fue ordenado sacerdote en Roma en 1986. Es autor de artículos y libros sobre Jesucristo, la Historia de la Iglesia, los Mandamientos y la Eucaristía. El centro de su vida es Dios: Dios es el único que da peso y sostén a mi vida. Quitarlo de mi vida es destruirme”