Isaac
le había dicho a Jacob «No tomes por mujer una cananea. Vete a casa de tu
abuelo Betuel. Que Dios te bendiga, te haga fecundo, te multiplique y llegues a
ser una multitud de pueblos» y lo bendijo.
Partió
Jacob de Berseba en dirección a Jarán y al llegar a cierto sitio ya de noche,
quiso descansar. Tomó una piedra que se puso por cabecera y se acostó. Se durmió y soñó con una escalera que subía de
la tierra al cielo y los ángeles sobre ella. En la cima estaba Dios que le
dijo: «Soy el Dios de Abraham y de Isaac. Ésta es la tierra que daré a ti y a
tu descendencia. Todas las naciones serán benditas por causa tuya. Te guardaré
donde quiera que vayas, te haré volver a esta tierra y no te abandonaré hasta
que cumpla lo que te he prometido». Jacob despertó sobrecogido y dijo: «Dios
está en este lugar y yo no lo sabía». Tuvo miedo: «Que terrible es este lugar:
nada menos que la casa de Dios y la puerta del cielo».
Se
levantó temprano y continuó viaje hasta que vio tres rebaños de ovejas junto a
un pozo y se paró a hablar con los pastores. En esto apareció Raquel, hija de
Labán, tío de Jacob por ser hermano de Rebeca, con las ovejas de su padre y se
dio a conocer. Jacob habló a Rebeca de su parentesco y la besó. Ella se lo
contó a su padre Labán y éste abrazó a Jacob y lo invitó a quedarse y a
trabajar en su casa con un salario. Jacob que se había enamorado de Raquel
dijo: «Te serviré siete años por Raquel» y Labán aceptó. Éste tenía otra hija,
Lía, mayor que Raquel. Jacob sirvió siete años por Raquel, que le parecieron
días, tan enamorado estaba.
Al
cumplirse el plazo Jacob pidió a Labán su hija para cohabitar con ella y Labán
le dio a Lía porque era costumbre dar primero la hija mayor y se acotó con
ella. Se dio cuenta Jacob y se sintió engañado, pero reclamó a Raquel con la
que cohabitó.
Lía
se entristeció pero Dios la hizo fecunda y dio a luz a un hijo al que llamó
Rubén. A éste siguieron Simeón, Leví y Judá. Al ver Raquel que no tenía hijos
dio su sierva Bilá a Jacob para que cohabitara con ella, y nacieron Dan y
Neftalí, y cuando Lía vio que no podía tener hijos dio su sierva Zilpa a Jacob,
y nacieron Gad y Aser. Pero Lía tuvo dos hijos más de Jacob, Isacar y Zabulón,
y una hija, Dina. Entretanto Raquel rogó a Dios que la hiciese fecunda y tuvo
un hijo que llamó José. Después de nacer José Jacob decidió marchar con sus
hijos a su tierra de Canaán con el ganado de su propiedad, no sin ciertos
recelos por parte de Labán que obligaron a Jacob a huir con todas sus pertenencias.
Jacob
se encontró con Esaú, le presentó a Lía y Raquel y a sus hijos, le hizo regalos
y se reconciliaron. Luego se fue a Siquén en la tierra de Canaán donde acampó,
pero Dios le indicó que marchara a Betel donde construyó un altar y Dios le
dijo: «Ya no te llamarás Jacob, tu nombre será Israel. Sé fecundo: de ti
nacerán muchos pueblos. Te daré la tierra que di a Abrahán y Isaac para ti y
tus descendientes». Raquel tuvo un hijo que llamó Benjamín, fue un mal parto
que le causó la muerte. Fue sepultada en el camino de Éfrata, o sea Belén.
José Gimenez
Soria