viernes, 12 de julio de 2019

ISAAC


Abrahán tuvo dos hijos: Ismael e Isaac. Dios mandó a Abrahán sacrificar a Isaac como holocausto, relato conocido como “el sacrificio de Isaac”, un acto que no llegó a consumarse por designio divino.

         Cuando Isaac se hizo mayor, Abrahán confió a su criado más viejo ir a su tierra en busca de esposa para Isaac. El criado rogó a Dios una señal para acertar con la elegida: la encontraría junto a una fuente con un cántaro y le pediría de beber. Al llegar a Jarán vio a Rebeca, hija de Betuel el hijo de Milcá y Najor, hermano de Abrahán, que bajaba a una fuente con un cántaro. El criado le pidió de beber y ella le dio el cántaro; fue la señal. El criado se presentó a la familia, dio cuenta de su encargo y de la señal de Dios. Betuel dijo entonces: «El asunto viene de Dios. Ahí tienes a Rebeca, tómala y vete para que sea la mujer del hijo de tu amo».

          Murió primero Sara y más tarde Abrahán. A su muerte Dios bendijo a Isaac. 

A su vez Ismael, hijo de Abrahán y Agar, criada de Sara, tuvo doce hijos que fueron jefes de doce tribus que se extendieron desde Javilá, tal vez una región de Arabia, hasta Sur junto a Egipto.

Isaac tomó por esposa a Rebeca y con su amor se consoló de la muerte de su madre Sara. Se estableció en Guerar, tuvo cosechas y prosperó hasta hacerse muy rico. Su mujer era estéril y rogó a Dios por ella. Dios lo atendió y tuvieron dos hijos mellizos Esaú y Jacob. El primero que nació, Esaú, fue cazador, el preferido de Isaac; su hermano Jacob, más comedido, fue el preferido de Rebeca.  Antes de nacer Dios dijo a Rebeca: «Dos pueblos hay en tu vientre que al salir se dividirán y uno dominará al otro, el mayor servirá al menor». Dios anticipó la historia de los dos hermanos.  

Cuando Isaac envejeció perdió la vista. Quiso entonces bendecir a Esaú, el mayor, un ritual que lo convertía en cabeza de familia. Enterada Rebeca tramó una treta para que Jacob recibiese la bendición y logró su propósito. Al volver de caza Esaú se dio cuenta del engaño y rogó a su padre una bendición para él. Pero Isaac le respondió: «Le he constituido señor tuyo, le he dado por siervos a todos sus hermanos y le he concedido el trigo y el vino, ¿qué puedo hacer ya por ti hijo mío?». Esaú rompió a llorar e Isaac le dijo: «Lejos de la tierra fértil tendrás tu morada; vivirás de tu espada y servirás a tu hermano». El odio entre los hermanos obligó a Jacob a huir a Jarán.

«No tomes por mujer una cananea. Vete a casa de tu abuelo Betuel. Que Dios te bendiga, te haga fecundo, te multiplique y llegues a ser una multitud de pueblos» le ordenó Isaac y lo bendijo.

Pasado el tiempo Jacob volvió a la casa de su padre Isaac, en Mambré, en Quiriat Arbá, hoy Hebrón, donde también había residido Abraham. Isaac vivió ciento ochenta años, murió anciano y cargado de años, y fue a reunirse con sus antepasados. Sus hijos Esaú y Jacob le dieron sepultura.
 
José Gimenez Soria