En
el libro de Jonás se lee esto: Nínive era la capital del Imperio Asirio,
situada en la orilla del rio Tigris. Dios dijo a Jonás: «Vete a Nínive, la gran
ciudad, y anúnciales que su maldad ha llegado hasta mí». Pero Jonás no se
apresuró y de nuevo Dios le dijo: «Ve a Nínive a predicar lo que yo te diga».
Lo hizo Jonás y predicó así: «Dentro de cuarenta días, Nínive será destruida». Los
ninivitas creyeron, ayunaron y vistieron ropa de penitencia. Enterado el rey se
despojó de manto real, se vistió con rudo sayal y se sentó sobre el polvo. Dios
tuvo compasión y no llevó a cabo su amenaza.
Este
relato es ilustrativo del porqué la ceniza es signo de penitencia.
El Miércoles de Ceniza se celebra cuarenta días antes
del Domingo de Ramos, día que comienza la Semana Santa. Su fecha varia cada año
por la misma razón que la Pascua de Resurrección, que se festeja el domingo siguiente de la primera
luna llena del equinoccio de primavera según decretó el Primer Concilio de
Nicea en el 325 d.C. De ahí que este miércoles oscile entre el 4 de febrero y el 10 de marzo.
Aunque la imposición
de la ceniza se remonta a los primeros siglos de la Iglesia, fue en el siglo XI
cuando Roma impuso el rito de la ceniza al iniciar la Cuaresma. La ceniza es un
símbolo. Según el artículo
125 del Directorio sobre la piedad popular y la liturgia, “El gesto de cubrirse
con ceniza tiene el sentido de reconocer la propia fragilidad y mortalidad, que
necesita ser redimida por la misericordia de Dios. Este gesto la Iglesia lo
conserva como signo de la actitud del corazón penitente que cada bautizado está
llamado a asumir en el itinerario cuaresmal. Se debe ayudar a los fieles que
acuden en gran número a recibir la ceniza a que capten su significado interior,
el que abre a la conversión y a la renovación pascual”.
Como
signo de humildad, la ceniza recuerda el origen del hombre, «Dios modeló al
hombre del polvo del suelo e insufló en su nariz aliento de vida; y el hombre
se convirtió en ser vivo» (Gn.2,7), y su final, «Comerás el pan con el sudor de
tu frente hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste sacado, pues
eres polvo y al polvo volverás» (Gn.3,19).
La
ceniza que se usa este día procede de haber quemado los restos de las palmas del
Domingo de Ramos del año anterior. Se rocía con agua bendita e incienso y se
impone en la frente haciendo la señal de la cruz mientras el celebrante dice: «Acuérdate
que eres polvo y en polvo te convertirás», o bien «Conviértete y cree en el
Evangelio». Después se pueden dedicar unos minutos a la meditación.
No
es obligatoria la imposición de ceniza, pero si recomendable para que los
creyentes inicien la Cuaresma con un ejercicio de valor penitencial, prólogo del
gran misterio de la Semana Santa.