Pasó la Semana Santa bendecida por el buen
tiempo. Pasó ligera con multitudes ávidas de procesiones. Según las
estadísticas, en España se cuentan unos dos millones de personas que hacen
profesión de fe en las casi 2.000 hermandades y cofradías registradas. Cada
año, al llegar la primera luna de primavera, una legión de penitentes, nazarenos,
damas con mantilla, músicos, anderos, mayordomos, conmemoran en la calle el
episodio que dio origen a la Cristiandad.
El carácter penitencial con que surgieron las
procesiones el tiempo lo ha ido retorciendo hasta quedar convertido, hoy por
hoy, en una fiesta entre folclórica y
turística donde prima más lo ornamental y vistoso que lo que realmente se
celebra en Semana Santa. No obstante aún quedan sitios donde el fervor y la
penitencia tienen cabida, y no han desvirtuado la celebración del Misterio de
la Pasión de Cristo.
En Albox, nuestra Cofradía, mantiene, con ligeros matices, el espíritu
primigenio con el que fue creada, “el
culto a Dios y a la Memoria de los Misterios de la Redención del Género Humano”.
Así se aprecia en la actitud de sus cofrades que
lo cuentan en el librito Nazoreo.
Es fácil adivinar que, cada cual a su modo, ellos
tienen sus momentos para Dios, el alfa y omega de los cristianos. Sea en
entrevistas o en el teclado del ordenador, hablan o escriben de su sentimiento morao
o de cómo con la Pasión y Muerte de Cristo culmina la Redención. Con ese
sentir, esperan todo el año para regocijarse en una semana echando a la calle
unas imágenes que llenan las calles de religiosidad como un don venido de
cielo. .
Será, como escribe Carlos Urdiales Recio, que
“La Cofradía les
santifica. Se hacen sus cofrades “inmortales uniéndose a lo inmortal” – la
expresión es del filósofo ateniense Platón- y acercan la Tierra al Cielo,
levantando sobre sus hombros lo mejor que los mortales hemos tenido entre
nosotros, desde la Creación del mundo, la Persona doliente del Hijo de Dios, el
Nazoreo”.
O será, como dice José
Giménez Soria, que “En los tiempos
actuales, tan apegados al materialismo, hace falta mucho coraje cristiano para
mantener felizmente la Cofradía durante años. La fe de los cofrades en Cristo y
en la Virgen María hace milagros. Si además sumamos el anhelo por crear un
ambiente pasionista que acerque a otros esa fe, miel sobre hojuelas”.
Con una pizca de orgullo, algunos presumen del ascendente
morao de su ADN: “No quise ser morao, nací morao…” – dice José Antonio García Sánchez. Y Victor Jiménez Sanz no
sabe si nació con un chupete morao, “pero los genes los llevaba dentro, y
también el sentimiento morao”.
Un ADN que Javier Carrillo porfía por
transmitir: “intentamos que mis sobrinas
hereden el amor a la Semana Santa y la devoción a Nuestras Sagradas Imágenes”. Y la ilusión de Pedro Silvente
Sánchez, “Que mi hijo siga con la
tradición de ser morao. Con tres meses escasos ya estaba vestido de moraillo, y
que cuando tenga la edad pueda dirigir el trono que tantos años ha dirigido su
padre”.
De cómo una procesión “llena de Evangelio la
calle”, Pedro García Sanchez pone el ejemplo de un amigo suyo: “Me
ilusionaba que se involucrara con la Cofradía y saliera de andero. El siempre decía
que no le llamaba la atención, que era ateo, que eso no era para él. Insistí y
un año aceptó a regañadientes. Desde aquel día es digno portador del Señor de
Albox. Este detalle es el que ha conseguido cambiar su posición con respecto
Jesús y la Iglesia”. O Jose Javier Alfonso Navarro que asegura que una
procesión es camino de evangelización: “La respuesta es un Sí rotundo y hago
bien, creo, diciendo que en nuestra procesión, manifestamos la Palabra de Dios
en forma de seriedad, solemnidad y religiosidad, convirtiéndola en un acto más
de Fe. Está claro que aún queda trabajo por hacer para llegar a ser obra
evangelizadora, pero tengo muy claro que al menos, vamos en 'ese camino”'.
Pero hay más. Miguel Ángel
Campos apunta el quid de la Pasión de Cristo: “El Cristianismo va más allá. La Pasión de Cristo aporta más. A
cristianos y ateos. Jesús no sufrió como hombre lo indecible por su
constitución atlética o por una suerte de insensibilidad al dolor, ni porque su
piel fuerte soportara sin quejarse el látigo que caía sobre la marca del
latigazo anterior, o las púas que le atravesaban las manos. Este Jesús
histórico y aséptico, al margen de su carácter sobrenatural, soportó todo
aquello porque le dio un sentido a su sufrimiento; de otra forma: su
sufrimiento tenía un porqué: expiar los pecados de la humanidad y la salvación
del mundo”.
Cristo murió clavado en una
Cruz que ha quedado como símbolo perseverante de los cristianos, como recuerda Manuel
Pleguezuelo cuando de chiquillo su madre guiaba su mano y decía, “Por la señal de la santa Cruz…”. “Aprender a “persignarse”…
A poner la cruz como guía en el pensamiento, en las acciones y en los sentires
de cada día… A reconocer en el crecimiento y madurez la pertenencia a una
comunidad de creyentes con una misma fe; un colectivo que confía en que los
acontecimientos de la primera Semana Santa de la historia sirvieron para abrir
los ojos a una humanidad somnolienta y con legañas. Igual que el grano de trigo
es necesario que muera en la tierra para germinar y dar fruto, era necesario el
paso por el sufrimiento de la pasión y muerte de Cristo en la cruz para
culminar su misión de salvación, de redención, de liberación”.