Gruocho Marx decía que “La política es el arte de buscar problemas” y
algunos alcaldes de la reciente cosecha –elecciones del 24 M- se lo han tomado
al pie de la letra. Aprovechando la memoria histórica de Zapatero y que el
calor del verano suele estropear las meninges, a falta de mejor provecho, unos
gastan los dineros en cambiar nombres de las calles, otros retiran bustos
reales o afines, y todos disfrutan con el estropicio.
Así la alcaldesa de Madrid, Doña Manuela Carmena, cambia del callejero al
escritor Vázquez de Mella para poner en su lugar el nombre del concejal
socialista de ese Ayuntamiento, Pedro Zerolo, ya fallecido, gran propagandista
del homosexualismo, que Dios guarde. La de Barcelona, Ada Colau es su gracia,
manda quitar un busto del rey Juan Carlos del salón de plenos porque la muy
mandona “no es monárquica”; y la de Jerez de la Frontera, retira de un teatro
local un busto de su paisano, el académico y escritor Pemán, porque fue
coetáneo de Franco y para ella, que es muy socialista, eso es un horror.
De José María Pemán, un
hombre dotado de “chispa y gracejo”, Carlos Herrera, periodista y escritor, escribe
que fue un “autor oceánico” por la multitud de obras de teatro, novelas, poesía
y de incontables artículos cuya excelencia es indudable, salvo para la ignorante
regidora jerezana, incapaz de apreciar la maestría de este personaje que, con
Rafael Alberti, son, con mucho, de lo mejor de la tierra andaluza, aunque
fueran de ideales contrapuestos.
Para rematar su artículo, Carlos
Herrera ofrece unos versos de 1923 cuando Pemán era veinteañero, que juzga de
“autorretrato” y que son para enmarcar:
«Ni voy de la Gloria en pos/ni torpe
ambición me afana/y al nacer cada mañana/tan solo le pido a Dios/casa limpia en
que albergar/pan tierno para comer/libro para leer/y un Cristo para rezar».
Del desalojo callejero de Vázquez de Mella, Juan Manuel de Prada dice
que esto ocurre porque España «se ha convertido en un vomitorio pagano y un
parque temático de la tontería útil», y apunta como causas «la decadencia de
España como nación y el descreimiento de la sociedad actual». No le falta
razón.
Para
conocer a fondo una nación, recomendaba Vázquez de Mella, «hay que conocer la directriz de su historia,
el principio vital que ha informado su ser y todas las manifestaciones de su
genio; y para conocer eso, cuando se trata de España, hay que conocer la
religión católica». ¿Cómo puede tener una calle en Madrid un tipo que habla de
conocer la religión católica? Doña Manuela, que es muy maja, tira de manual
laico y con gran dolor de su corazón hace propósito de enmienda… y cambia el
nombre de la calle.
Sobre el homenaje al fallecido concejal Zerolo celebrado
en una iglesia madrileña, cosa que aun respetando su condición humana,
chirría con la ley cristiana, Prada acude a una carta de Federico Garcia Lorca a su familia del
14 de julio de 1929 escrita después de asistir a una función religiosa en Nueva York,
destacando la solemnidad del ceremonial religioso en el templo, nada que ver
con la “carnavalada” del homenaje a Zerolo. «Esta mañana fui a ver
una misa católica dicha por un inglés, -escribe el poeta granadino- Y ahora veo
lo prodigioso que es cualquier cura andaluz diciéndola. Hay un instinto innato
de la belleza en el pueblo español y una alta idea de la presencia de Dios en
el templo. Ahora comprendo el espectáculo fervoroso, único en el mundo, que es
una misa en España. La lentitud, la grandeza, el adorno del altar, la
cordialidad en la adoración del Sacramento, el culto a la virgen, son en España
de una absoluta personalidad y de una enorme poesía y belleza. La solemnidad en
lo religioso es cordialidad, porque es una prueba viva, prueba para los
sentidos, de la inmediata presencia de Dios. Es como decir: Dios está con
nosotros, démosle culto y adoración. Pero es una gran equivocación suprimir el
ceremonial. Es la gran cosa de España. Son las formas exquisitas, la hidalguía
con Dios».
“Al renunciar a esta hidalguía con Dios, era
inevitable que España se convirtiese en un vomitorio pagano”, termina diciendo
Juan Manuel de Prada.