miércoles, 2 de septiembre de 2015

DE CALLES Y BUSTOS NADA HAY ESCRITO

Gruocho Marx decía que “La política es el arte de buscar problemas” y algunos alcaldes de la reciente cosecha –elecciones del 24 M- se lo han tomado al pie de la letra. Aprovechando la memoria histórica de Zapatero y que el calor del verano suele estropear las meninges, a falta de mejor provecho, unos gastan los dineros en cambiar nombres de las calles, otros retiran bustos reales o afines, y todos disfrutan con el estropicio.

Así la alcaldesa de Madrid, Doña Manuela Carmena, cambia del callejero al escritor Vázquez de Mella para poner en su lugar el nombre del concejal socialista de ese Ayuntamiento, Pedro Zerolo, ya fallecido, gran propagandista del homosexualismo, que Dios guarde. La de Barcelona, Ada Colau es su gracia, manda quitar un busto del rey Juan Carlos del salón de plenos porque la muy mandona “no es monárquica”; y la de Jerez de la Frontera, retira de un teatro local un busto de su paisano, el académico y escritor Pemán, porque fue coetáneo de Franco y para ella, que es muy socialista, eso es un horror.  

De José María Pemán, un hombre dotado de “chispa y gracejo”, Carlos Herrera, periodista y escritor, escribe que fue un “autor oceánico” por la multitud de obras de teatro, novelas, poesía y de incontables artículos cuya excelencia es indudable, salvo para la ignorante regidora jerezana, incapaz de apreciar la maestría de este personaje que, con Rafael Alberti, son, con mucho, de lo mejor de la tierra andaluza, aunque fueran de ideales contrapuestos.

Para rematar su artículo, Carlos Herrera ofrece unos versos de 1923 cuando Pemán era veinteañero, que juzga de “autorretrato” y que son para enmarcar:

«Ni voy de la Gloria en pos/ni torpe ambición me afana/y al nacer cada mañana/tan solo le pido a Dios/casa limpia en que albergar/pan tierno para comer/libro para leer/y un Cristo para rezar».

Del desalojo callejero de Vázquez de Mella, Juan Manuel de Prada dice que esto ocurre porque España «se ha convertido en un vomitorio pagano y un parque temático de la tontería útil», y apunta como causas «la decadencia de España como nación y el descreimiento de la sociedad actual». No le falta razón.

Para conocer a fondo una nación, recomendaba Vázquez de Mella,  «hay que conocer la directriz de su historia, el principio vital que ha informado su ser y todas las manifestaciones de su genio; y para conocer eso, cuando se trata de España, hay que conocer la religión católica». ¿Cómo puede tener una calle en Madrid un tipo que habla de conocer la religión católica? Doña Manuela, que es muy maja, tira de manual laico y con gran dolor de su corazón hace propósito de enmienda… y cambia el nombre de la calle.

Sobre el homenaje al fallecido concejal Zerolo celebrado en una iglesia madrileña, cosa que aun respetando su condición humana, chirría con la ley cristiana, Prada acude a una carta de Federico Garcia Lorca a su familia del 14 de julio de 1929 escrita después de asistir a una función religiosa en Nueva York, destacando la solemnidad del ceremonial religioso en el templo, nada que ver con la “carnavalada” del homenaje a Zerolo. «Esta mañana fui a ver una misa católica dicha por un inglés, -escribe el poeta granadino- Y ahora veo lo prodigioso que es cualquier cura andaluz diciéndola. Hay un instinto innato de la belleza en el pueblo español y una alta idea de la presencia de Dios en el templo. Ahora comprendo el espectáculo fervoroso, único en el mundo, que es una misa en España. La lentitud, la grandeza, el adorno del altar, la cordialidad en la adoración del Sacramento, el culto a la virgen, son en España de una absoluta personalidad y de una enorme poesía y belleza. La solemnidad en lo religioso es cordialidad, porque es una prueba viva, prueba para los sentidos, de la inmediata presencia de Dios. Es como decir: Dios está con nosotros, démosle culto y adoración. Pero es una gran equivocación suprimir el ceremonial. Es la gran cosa de España. Son las formas exquisitas, la hidalguía con Dios».

“Al renunciar a esta hidalguía con Dios, era inevitable que España se convirtiese en un vomitorio pagano”, termina diciendo Juan Manuel de Prada.