La tarde lució con la luz templada de
una primavera reluciente bajo un
cielo ingrávido de azul que miraba la singular hermosura de seis venerables
imágenes de la Virgen María. La procesión, distinguida como Magna Mariana, se
abrió paso por calles y plazas de un pueblo que tiene grabada en su conciencia la
gran devoción que profesa a la Virgen del Saliente, su Reina y Patrona, en un Año de Júbilo, el del III Centenario de su
llegada al Santuario que la cobija. Fue el 27 de mayo de 2017, un mes que la
piedad popular dedica desde tiempo inmemorial a la Virgen María.
Las Parroquias y Cofradías
albojenses tomaron la iniciativa de otorgar todo el
protagonismo a la figura de la Virgen María, ofreciendo a la religiosidad
popular la ocasión de acrecentar su piadoso afecto a la Reina de Albox, la Santísima Virgen del Saliente, cuya realidad
virtual quedó reflejada en las seis Sagradas Imágenes de otras tantas
advocaciones Marianas ensalzadas por la fe de sus leales devotos.
La
Magna Mariana tuvo el atractivo de una gran fiesta religiosa para gloriarse en seis imágenes que exhibieron con señorío sus benditas
advocaciones. El cortejo lo encabezó la Virgen de la Esperanza, de la Cofradía
de las Angustias; seguida de María
Santísima de la Redención, de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno;
a continuación la Divina Pastora de las
Almas, del anejo de La Aljambra;
Nuestra Señora del Carmen, de la
Iglesia Parroquial del Llano de los Olleres; Nuestra Señora de los Dolores, de la Cofradía de la Virgen de los
Dolores, y la Virgen de la Soledad,
de la Cofradía de san Juan Evangelista. Cada imagen iba escoltada por sus cofrades,
o sus fieles con el orden y la compostura apropiados a la ocasión. La sintonía musical
estuvo a cargo de la Banda de Música de Fines, la Banda Municipal de Música de Albox
y la Agrupación Musical Cristo de las
Aguas de Olula del Río.
Las advocaciones
se identificaron con referencias afines a la Virgen María.
Primera
advocación. Virgen de la Esperanza. La Esperanza es la segunda virtud
teologal por la que esperamos a Dios como Bien Supremo, confiando alcanzar la
felicidad eterna. En el año litúrgico el Adviento es tiempo de “esperanza” en
el Mesías prometido, y en Semana Santa, al caer las tinieblas sobre el Gólgota,
un destello de esperanza zigzaguea ante la cruz vacía, rotas las ataduras de la
muerte.
Segunda Advocación. María Santísima de la Redención. El plan
divino de la salvación, -señala la Redemptoris Mater-
abarca a todos los hombres, pero
reserva un lugar reservado a la Virgen María. Cristo, el
Redentor, nos redimió del pecado en su Pasión, Muerte y Resurrección. La Virgen
María fue corredentora al pie de la Cruz y es corredentora ahora en las almas
de todos los que la invocan filialmente.
Tercera Advocación. Divina
Pastora de las Almas.
La Virgen María es Pastora de Almas
descarriadas que acoge a los desterrados hijos de Eva. Fue en la noche del
15 de Agosto de 1703 cuando la Santísima Virgen se apareció con aspecto de
pastora a Isidoro de Sevilla y le mandó a predicar la devoción a ella bajo este
título. La devoción y culto a la Divina Pastora fue extendida por los
Capuchinos.
Cuarta Advocación.
Nuestra Señora del Carmen. En un alto promontorio de la costa del Mediterráneo cerca de Galilea
llamado Monte Carmelo estuvo Elías el profeta, en el siglo IX a. de C. defendiendo la
fe en el Dios único y verdadero. En él unos devotos vivieron en comunidad orando
a la Virgen y de ahí surgió la Orden de los Carmelitas, que invocaban a María
con el nombre Nuestra Señora del Carmen.
Quinta Advocación. Nuestra Señora de los Dolores. “Una espada
te atravesará el alma” le dijo el anciano Simeón en el Templo. Siete puñales clavados, siete dolores que traspasaron el corazón de
la Madre de Cristo. Jesús tuvo una primera caída y su Madre, que ansiaba verlo
se acercó y lo vio vacilante. Él se percató y le dirigió una fugaz mirada. Ella
se conmovió profundamente.
Sexta Advocación. La Virgen de la
Soledad. El manto de la noche envuelve toda la tierra. Va la Virgen en la
cautela de las sombras confiando en lo que dijo Isaías (53,11): “Después de
las penas de su alma, verá la luz”. Atrás quedó el monte Calvario; todo
está cumplido y redimido. Al tercer día llegará el mañana, será la Pascua,
florida y hermosa, y la Virgen ya no estará sola.
La procesión salió a las 7 de la
tarde de la Iglesia Parroquial de Santa María en la Plaza Mayor, para seguir por
calle Escritor Diego Granados, plaza de Los Luceros, calle Médico don José Antonio
García Ramos y avenida Pío XII. Al llegar a plaza Nueva las Imágenes hicieron estación
ante una tribuna donde el Párroco de Santa María Don Rafael Zurita Jiménez y
otros sacerdotes glosaron las virtudes de la Virgen, se rezaron misterios y
letanías del Rosario y los Coros Parroquiales de Santa María y de la Concepción
entonaron fervorosos cánticos a cada una de las advocaciones, sin que faltaran alusiones
a la Virgen del Saliente.
Al filo del ocaso, el crepúsculo
vespertino dibujó hacia el norte el contorno curvilíneo de la Sierra de las
Estancias, un panorama de luces y sombras visible desde la avenida Puente por
donde continuó la procesión para entrar en el Barrio de la Loma y seguir por calle
Ancha, Salitre, Estación, plaza de los Dolores, calle Concepción, plaza san
Francisco hasta la Iglesia Parroquial de la Concepción.
Muchos albojenses vivieron cuatro horas
inolvidables en una jornada memorable acompañando a la Imagen de la Virgen
preferida. Se rezó, se cantó y se vitoreó a la Reina del Cielo y, una vez más, irrumpió
con fuerza la semilla de la devoción a la Madre de Dios, la Virgen que vela e
ilumina las almas de sus hijos predilectos en el monte del Saliente.
La Magna Mariana constituyó uno de los
hitos del Jubileo del Saliente que permanecerá en pie hasta el ocho de
septiembre de 2017 cuando se clausure la Puerta Santa del Santuario.