Del último libro del
Antiguo Testamento, titulado Sabiduría,
no se conoce la identidad
de su autor.
Pudo ser un judío
religioso de la diáspora que se inspiró en textos de la Escritura.
En los versículos
siguientes, Salomón primero elogia la sabiduría
para después pedir a Dios ese don para
gobernar al pueblo con justicia.
En ella hay un espíritu inteligente, santo, único, múltiple. sutil, ágil, penetrante, inmaculado, diáfano, invulnerable, amante del bien, agudo, libre, benéfico, amigo de los hombres, firme, seguro, sin inquietudes, que todo lo puede, todo lo observa y penetra todos los espíritus, los inteligentes, los puros y hasta los más sutiles.
La Sabiduría es más ágil que cualquier movimiento, y en virtud de su pureza, lo atraviesa y lo penetra todo. Es efluvio del poder de Dios, una emanación pura de la gloria del Todopoderoso: por eso, nada manchado la alcanza.
Ella es irradiación de la luz eterna, espejo límpido de la actividad de Dios e imagen de su bondad.
Aunque siendo una sola, todo lo puede; sin
salir de sí misma, todo lo renueva y, entrando en las almas buenas de cada generación,
va haciendo amigos de Dios y profetas. Pues Dios solo ama a quien convive con
la sabiduría.
Ella es más bella que el sol y supera a todas las constelaciones. Comparada con la luz del día, sale vencedora, porque la luz deja paso a la noche, mientras que a la sabiduría no la domina el mal.
Se despliega con vigor de un confín a otro, y todo lo gobierna con acierto.
Libro de la
Sabiduría (7,22-8,1)