viernes, 5 de abril de 2019

PROCESO CONTRA JESUS


Hace unas semanas en la sección de Derecho de la Real Academia de Doctores de España (Madrid) tuvo lugar una mesa redonda sobre “El proceso a Jesús. Análisis bíblico, histórico y jurídico”, un tema siempre interesante sobre todo para ahondar en su aspecto jurídico. En el boletín Nazoreo de 2005 y 2006 don José Rodríguez Jiménez, Hermano Honorario de la Cofradía del Nazareno, cuya dilatada dedicación a la ciencia jurídica es notable, hizo unas reflexiones sobre esta materia afrontando la tarea con el respeto que le tiene a Jesús de Nazaret. Por su extensión, de lo tratado sintetizamos lo más destacado y así facilitar la comprensión del lector de este histórico proceso.

         La vida pública de Jesús trascurrió en Galilea y Judea. En Galilea reinaba Herodes Antipas y Judea estaba regida por Poncio Pilato, nombrado por Tiberio. El Sanedrín, o Consejo de Jerusalén, era el órgano de gobierno político-religioso del judaísmo que formaban los sumos sacerdotes, ancianos y escribas. El proceso contra Jesús ocurrió en Jerusalén, capital de Judea y centro religioso del judaísmo.

         Jesús soportó la beligerancia de la clase dirigente que no comprendió el mensaje de salvación del Reino de Dios y vio en riesgo sus privilegios. Las confrontaciones las narran los Evangelios y lo confirma lo que ahora sería una investigación previa para conocer la doctrina del Maestro y su respuesta popular. El Sanedrín tomó nota del  resultado de esa actividad; celebró tres reuniones en las que acordó la detención de Jesús y darle muerte, pero Nicodemo objetó que la Ley imponía la audiencia previa del reo y el conocimiento de los hechos, o sea, la sustanciación de un proceso justo.

La actitud desleal de Judas precipitó la orden de detención que se cumplió el jueves por la noche en Getsemaní. Los servidores del  Sanedrín y un grupo de soldados romanos llevaron a Jesús ante Anás. Este, muy hábil, lo interrogó y trató de obtener una declaración que comprometiese su doctrina. El proceso siguió su curso y Jesús fue conducido al Sanedrín en sesión nocturna y urgente, presidido por Caifás, que lo volvió a interrogar, pero Jesús calló. Como el Sumo Sacerdote conocía su doctrina le planteó su identidad mesiánica a lo que Jesús respondió afirmativamente con varias citas bíblicas. Esto bastó a Caifás y a los presentes que apreciaron un delito de blasfemia que el Levítico (24,16) condena a muerte por lapidación.

Con esta acusación los sumos sacerdotes y sus guardias condujeron a Jesús atado al  Pretorio, residencia de Poncio Pilato, titular de la jurisdicción. Éste les exigió que concretasen la acusación; no le bastó lo de malhechor. Especificaron tres cargos: alborotador, negar el tributo al César, y proclamarse Cristo-Rey. Pilato solo prestó atención al tercero, sin duda inquieto por situación política de Israel en el que le incumbía mantener el orden y la Ley, e interrogó a Jesús respecto a su realeza sobre el pueblo judío.  Se estableció un dialogo en el que Jesús habló de su Reino y de que había venido para dar testimonio de la Verdad. Pilato no encontró delito pero las acusaciones no cesaban.

Al saber que Jesús era galileo lo envió a Herodes Antipas que estaba en Jerusalén por la Pascua. El encuentro se caracterizó por el silencio de Jesús ante la curiosidad caprichosa de Herodes. De nuevo ante Pilato la muchedumbre exigía la crucifixión. De nada sirvió la liberación de Barrabás, la flagelación, la corona de espinas y el escarnio a su realeza, presentándolo como “Ecce Homo”.

           Ni los sumos sacerdotes ni sus seguidores se conmovían; arreciaban sus exigencias y advertían a Pilato que si lo soltaba no “era amigo del Cesar”. La invocación de la autoridad del César intimidó a Pilato y le movió a dictar sentencia injusta contra un inocente, lo que le ha marcado a través de los siglos. La redacción de la inscripción se redactó y colocó sobre la cruz en hebreo, latín y griego según la costumbre romana: "Jesús el Nazareno, el Rey de los judíos". La denunciada realeza de Jesús y su mesianidad, fue la base de su condena y ejecución, por apreciarse que afectaba a la seguridad del Imperio, y a la autoridad y dignidad del César. Se estimó un delito de lesa majestad, acorde con el Derecho Romano aplicable. Pilato entregó a Jesús para que lo crucificasen, y se ejecutó la pena cruel y degradante que los romanos aplicaban a los esclavos y enemigos del Imperio.