viernes, 28 de octubre de 2022

ORACION DE DOÑA JIMENA

Desterrado Rodrigo Díaz de Vivar, El Cid, de las tierras de Castilla por el rey Alfonso VI (1065-1109), partió con sus vasallos camino de Burgos de paso hacia Cardeña para despedirse de su esposa Doña Jimena y sus hijas que estaban en el monasterio de San Pedro de Cardeña, fundado por los benedictinos en el siglo VI.

El Cid fue recibido por el Abad, los monjes y Doña Jimena Díaz, su esposa, y sus hijas Doña Sol y Doña Elvira, aún muy niñas. Platicaron unas horas y fijaron la despedida para después de la Misa de maitines del día siguiente.

Cuando al alba de aquella mañana tañeron las campanas a maitines, El Cid y su familia entraron en la iglesia y Doña Jimena postrándose ante el altar rezó esta oración:

“A Ti, mi Señor glorioso, padre que en el cielo estás, que hiciste el cielo y la tierra y el día tercero el mar, las estrellas y la luna y el sol para calentar; y te encarnaste en el seno de una madre virginal y que naciste en Belén según fue tu voluntad, donde te glorificaron pastores en su cantar y los tres reyes de la Arabia te vinieron a adorar, que se llamaron Melchor, Gaspar y Baltasar, para ofrecerte oro y mirra y toda u voluntad; tú que a Jonás lo salvaste cuando se cayó en el mar, y a Daniel de los leones también quisiste salvar, y salvaste allá en Roma lo mismo a San Sebastián; salvaste a santa Susana del falsario criminal y por la tierra quisiste treinta y dos años andar mostrándonos tus milagros que tanto dieron que hablar, hiciste vino del agua y de piedra hiciste pan, y resucitaste a Lázaro porque fue tu voluntad y por los judíos malos te dejaste allí apresar en el monte, y en el Gólgota te hicieron crucificar, y dos ladrones contigo en sendas partes están: el uno fue al Paraíso, mas el otro no fue allá; y estando en la cruz hiciste un portento un igual: Longinos que estaba ciego, que no vio la luz jamás, dio con su lanza en tu pecho del que sangre hizo brotar que por el asta hacia abajo llegó sus manos a untar y alzándolas hacia arriba con ella tocó su faz, abrió sus ojos y a todas partes se puso a mirar, y en ti creyó desde entonces quedando salvo del mal. Del sepulcro a los tres días pudiste resucitar; descendiste a los infiernos, como fue tu voluntad y quebrantaste las puertas para los santos sacar. Tú que eres rey de los reyes y eres padre universal, a ti adoro y en ti creo con toda mi voluntad, y ruego a san Pedro apóstol que a mime tu de a implorar para que al Cid Campeador, Dios lo preserve del mal. Y como hoy nos separamos, nos volvamos a juntar”.  

Tras esta oración y acabada la Misa salieron todos del templo. El Cid abrazó a Doña Jimena y esta le dio su mano a besar. Lloraban todos y El Cid emprendió el camino seguido por sus vasallos. Volvió la vista atrás mientras oía la voz de Minaya: “Los duelos de hoy en gozo se tornarán, porque Dios dará remedio”.

Fuente: Cantar de Mío Cid, único códice conocido de las hazañas del Cid, de autor desconocido, escrito probablemente entre 1103 y 1109. Versión moderna de Luis Guarner, Catedrático de Literatura de la Universidad de Valencia, año 1964

miércoles, 5 de octubre de 2022

SALOMÓN

La figura de Salomón y su reinado llenan páginas del libro de los Reyes. Su magnificencia quedó enturbiada por su perversión final.

Antecedentes. El rey David reinó primero en Hebrón y luego en Jerusalén. Durante su reinado en Hebrón tuvo hijos de varias mujeres: Amnón, Kilab, Absalón, Adonías, Sefatías e Yitreán, y una hija, Tamar, muy bella. De ella se enamoró su hermanastro Amnón que se fingió enfermo para que lo atendiera y aprovechó para violentarla. Al saberlo el rey David no quiso afligir al primogénito Amnón, aunque montó el cólera. Tamar quedó desolada en casa de Absalón.

Al cabo de dos años Absalón preparó gran banquete, invitó a Amnón y ordenó a sus servidores que lo mataran cuando estuviese alegre por el vino. Así ocurrió. Enterado el rey David rasgó sus vestiduras y se echó por tierra. Entonces Absalón huyó a Guesur, donde permaneció tres años, al cabo de los cuales regresó a Jerusalén

Estando en Jerusalén, Absalón, una vez muerto Amnón, ambicionó ser el heredero de David e hizo todo lo posible para que el pueblo reconociese sus derechos de primogénito. Trató de acabar con la vida de su padre David, se hacía proclamar rey en su ausencia y hasta se enfrentó en su contra. En uno de sus enfrentamientos Joab, uno de los hombres de David, le dio muerte y fue enterrado en Jerusalén.

Cuando David envejeció, otro de sus hijos, Adonías, intentó usurpar el trono una vez desaparecidos Amnón y Absalón, pero el profeta Natán, ayudado por el sumo sacerdote Sadoc y la guardia de David, desarticuló la conspiración, y Salomón fue proclamado rey. Poco después murió David. Salomón inició su reinado cuando tenía alrededor de veinte años.

Salomón. Nació en Jerusalén fruto de la relación de David con Betsabé, la mujer de Urías, el hitita, con la que se había desposado. Yahvé, Dios, por medio del profeta Natán, mandó que le llamaran Yedidías, que significa “amado del Señor”.

A instancias de David, Salomón fue ungido por el sacerdote Sadoc y el profeta Natán como rey, en Guijón. Luego lo escoltaron hasta Jerusalén donde se sentó en el trono como soberano en Israel y en Judá. Antes de morir David instruyó a Salomón para que observara los preceptos del Señor, caminase por sus sendas y guardase las normas según la ley de Moisés.

Salomón dominó todos los reinos desde el rio Éufrates hasta los confines de Egipto, y le pagaban tributos. Israel y Judá vivieron en paz durante su reinado. Emparentó con el faraón de Egipto, casándose con una hija suya, que llevó a Jerusalén mientras edificaba el templo del Señor y las murallas de la ciudad. Fue en el cuarto año de su reinado cuando comenzó a construir el templo y lo terminó en el año undécimo. Para ello aprovechó la gran cantidad de materiales que ya había acopiado David. Estaba situado en el lado oriental de la ciudad sobre el monte Moira, tenía treinta metros de largo, diez de ancho y quince de altura, con dos partes: el lugar Santo, con el altar del incienso, una mesa y el candelabro de siete brazos, y el Santísimo, separado de aquel por un velo o cortina bordada, con una gran piedra sobre la que el Sumo sacerdote ponía el incensario el Día de la Expiación. A este lugar mandó Salomón llevar el Arca de la Alianza que contenía las tablas de piedra que Dios entregó a Moisés en el Sinaí.

Salomón construyó el palacio real más grande que el templo con el Pórtico de las Columnas y el Pórtico del trono o de la justicia. Fue en éste pórtico donde Salomón dictó el célebre juicio de las dos madres que reclamaban el mismo niño y que ha quedado como ejemplo de administrar justicia. 

Al empezar su reinado Salomón imploró a Yahvé la gracia de la sabiduría y la prudencia, y Yahvé le dotó de una gran inteligencia. Pronunció tres mil proverbios y cinco mil poemas. Los reyes que lo conocían acudían a escucharlo. Veinte años después, Yahvé se le apareció de nuevo, santificó el templo y le dijo: “Si andas en mi presencia como tu padre David, con pureza de corazón y si guardas mis leyes y mis mandamientos, consolidaré tu trono en Israel para siempre, pero si tú o tus hijos os apartáis de mí, no guardáis lo prescrito y dais culto a dioses ajenos, exterminaré a Israel de la tierra que le he dado”.

Salomón mantuvo relaciones con otros soberanos; organizó un ejército poderoso y protegió las artes. Cuidó el culto a Yahvé e invocó su bendición para el pueblo. Una de las que acudieron al reclamo de su fama, fue la reina de Sabá que llegó a Jerusalén con un gran séquito, se presentó a Salomón y le propuso enigmas y cuestiones que él resolvió. La reina quedó maravillada del lujo, de las riquezas y de sus holocaustos en el templo, y le dijo: “Bendito sea tu Dios que se ha complacido en ti poniéndote en el trono de Israel”.

Además de la hija del Faraón, Salomón tuvo mujeres extranjeras con las que Yahvé había dicho que son se uniera. Siendo anciano se dejó persuadir por ellas y erigió santuarios a sus dioses a los que rindió culto. Esto irritó a Yahvé, pero en atención a David no le quitó el reino entero, dejándole solo una parte.

Salomón reinó cuarenta años en Jerusalén sobre todo Israel. Murió alrededor del año 931 a.C. y fue sepultado en la Ciudad de David. Le sucedió en el trono su hijo Roboán.

José Giménez Soria