El
lirio es una planta herbácea de tallo ramoso con flores muy llamativas de seis
pétalos que según sus colores tienen su significado. Así el blanco simboliza inocencia, pureza y modestia; el anaranjado significa pasión y excitación; el
lirio amarillo significa alegría,
y el rosado simboliza juventud y regocijo. Son comunes en arreglos
florales y en jardines.
“De colores se
visten los campos en la primavera, de colores son los pajaritos que vienen de
afuera”, dice una canción de Joan Báez. En Israel los lirios alegraban el
paisaje. En cierta ocasión Jesús se refirió a ellos: «Fijaos como crecen los
lirios, no se fatigan ni hilan; pero os digo que ni Salomón en todo su
esplendor se vistió como uno de ellos» (Lc. 12, 27).
Uno le había
preguntado cómo repartir la herencia con su hermano, pero se negó a ser árbitro de la disputa. Pero
viendo el apego al dinero de los presentes les dijo que la vida no depende de
los bienes. Habló entonces a los que creen que solo los bienes materiales dan la
felicidad, a los que ponen todo su afán en acumular riquezas y olvidan que la
providencia de Dios cuida de nosotros. En esta época caracterizada por los
deseos de poseer, bueno es recordar sus palabras: «No os inquietéis por la vida,
qué vais a comer; ni por el cuerpo, con qué os vais a vestir, pues la vida es más que el
alimento y el cuerpo más que el vestido» (Lc. 12, 22-24)
Está
empezando un nuevo año: saldrá el sol y se pondrá un día tras otro guiado por
la mano del Todopoderoso; la naturaleza dará sus frutos, lloverá y nevará, y
los lirios lucirán con el primoroso vestido que Dios les da. Llega la Epifanía,
la fiesta de la generosidad de los Reyes Magos con el Niño
Jesús y con la fantasía de los niños, una tradición familiar de regalos de los padres
para sus hijos.
Es hora de las buenas
intenciones para el nuevo año y de los buenos propósitos. Dar de lado a las vanas
preocupaciones, puede ser uno; no correr, la vida es corta y merece vivir cada
hora como si fuese la última; disfrutar con la familia y practicar la amistad hace
a uno más rico que un puñado de euros; no agobiarse con el sustento: observar
los lirios, no se fatigan y da gloria verlos; rezar y leer la Biblia es un ejercicio
diario relajante, y por último confiar en Dios: es mucho más digno de confianza
que cualquiera.