sábado, 26 de septiembre de 2009

CHEMA, UNA HISTORIA PARA CREER

Este relato, que parece de ficción, cuenta la real y milagrosa curación de Chema, un niño de cinco años, enfermo de una rara enfermedad llamada síndrome de Rassmussen, que le diagnosticaron en marzo de este año 2009, y que se manifestó con «convulsiones continuas en su lado izquierdo, que no cesaban ni cuando dormía. Algunas eran dolorosas, otras no le permitían hablar, y otras le afectaban al ojo, molestándole», dice su madre.

Chema es el segundo hijo de Concepción e Ignacio, un matrimonio murciano que, por consejo médico, lo llevaron al Hospital del Niño Jesús de Madrid, donde fue tratado como exigía el protocolo médico, pero no se produjo la mejoría deseada: «Ha sido tratado con muchos fármacos, le han hecho infinidad de pruebas, lo intentaron casi todo, pero sin resultado», explica ahora la madre, sentada en una terraza madrileña, junto a su marido y su hijo, que juega a levantarse y a sentarse en la silla, como cualquier niño de su edad.

La enfermedad provocaba que su propio cuerpo no reconociese su cerebro y empezase a atacarlo. Como resultado, el hemisferio derecho de su cerebro se inflamó y comenzó a paralizársele el lado izquierdo del cuerpo. Los médicos dieron la única solución conocida para el síndrome de Rassmussen: extirpar parte de la mitad dañada del cerebro, en concreto, las zonas que controlan el aparato motor. De este modo, la enfermedad no avanzaría más, «aunque las consecuencias de la operación son una hemiparesia permanente en el lado izquierdo, perder funcionalidad en su mano y llegar a andar con un baile característico de su pie. Los daños mentales sólo serían evaluables después de la operación», relataba su madre, en julio. Sin embargo, «cuando no era por una cosa, era por otra, y le iban posponiendo la operación cada vez más», dice Ignacio.

Entretanto los padres empezaron a solicitar oraciones, y ellos, sus abuelos y muchos de amigos y conocidos le dedicaban sus cariños y sus rezos. En la capilla del hospital, Concepción e Ignacio, encomendaban a su pequeño a la Virgen y rezaban ante el Santísimo, en la cercana iglesia del Sagrado Corazón de Jesús. «Estábamos seguros de que Dios podía curar a nuestro hijo. Que sólo Él podía y que, si se lo pedíamos con fe, lo haría. Un día, mientras rezaba, escuché una cita de san Agustín que venía a decir que rezar con fe es rezar pensando que Dios nos quiere conceder lo que le pedimos, que ya nos lo ha concedido o nos lo concederá, porque, de hecho, por el Bautismo ya nos ha concedido el mayor milagro al convertirnos en sus hijos. A partir de ese día, empecé a pedir como si mi hijo ya se hubiese curado y sólo tuviese que manifestarse su curación».

Concepción e Ignacio también pidieron la sanación de Chema por intercesión de Juan Pablo II, porque siempre tuvieron claro que este Papa es un santo, y sabían que podía interceder para lograr un milagro. Pero Concepción se planteó cómo sabría que Juan Pablo II era quien había intercedido por su hijo, en caso de que Dios les concediese el milagro. «Me vino a la cabeza la imagen de una Virgen. Todos traían juguetes, o alguna estampa, pero no una figura de la Virgen. Así que si recibía una figura de María, sería la señal de que el Señor aceptaba la intercesión del Papa. Y para no hacer trampas, no se lo conté a nadie. Sólo unos meses después lo supieron mi marido, mi hijo y mi madre», cuenta. A finales de agosto, «justo cuando había dejado de pedirla, el Señor quiso enviarme una señal: mi suegro me contó que una mujer desconocida le había abordado a la salida de misa para entregarle una imagen de Nuestra Señora del Olvido, el Triunfo y la Misericordia, que se venera en Guadalajara.

En agosto, se fijó una nueva fecha para la operación para después del verano. Pero no hizo falta: un día, Chema empezó a mover el brazo, después, las piernas, y luego se irguió con normalidad. Los médicos del Niño Jesús se lo confirmaron en septiembre a la familia: no se habían equivocado de diagnóstico, no tenían explicación médica y no sabían qué había pasado. «Nos dijeron que la Medicina no lo explica todo, que la enfermedad, simplemente, había desaparecido, y le dieron el alta al niño», dice la madre. Ahora, el niño reza desde su casa a la Virgen, juega con sus hermanas y ha empezado la vuelta al cole. Su caso está en manos de la Causa de canonización de Juan Pablo II. «Dirán que es o no un milagro -comenta su madre, con una sonrisa de oreja a oreja-. Lo que importa es que mi hijo estaba hemipléjico por una enfermedad incurable y se ha curado. Sé que Dios nos ha concedido un milagro y creo que ha sido por mediación de Juan Pablo II. Y quien no lo crea, que mire a Chema».

Texto resumido de la noticia publicada en Alfa y Omega del 24 de septiembre de 2009.

José Antonio Méndez

lunes, 21 de septiembre de 2009

APRETARSE EL CINTURÓN




En los tiempos que corren de penuria económica, cada uno, según su estado, vive la situación de manera diferente. Los políticos pregonan a los cuatro vientos que hay que apretarse el cinturón, los grandes empresarios aprovechan para reducir plantillas y los parados buscan, hasta en la basura, la manera de sobrevivir.

Las imágenes anteriores hablan por sí solas para el caso de los tres ejemplos citados.

En la primera, los políticos reunidos en torno a una comida “de trabajo” deben estar pensado en el próximo slogan que van a soltar para engañar a la población cuando vuelvan a sus países, y así disimular e incluso tapar sus pocas vergüenzas.

En la segunda, el empresario se justifica del ERE (Expediente de Regulación de Empleo) que ha iniciado, perdiéndose en el retiro monástico del yate para purgar sus penas.

De la tercera más vale no comentar nada. Habla por sí sola.

jueves, 17 de septiembre de 2009

GENTE JOVEN

Resulta esperanzador escuchar a la Presidenta de la Comunidad de Madrid, Doña Esperanza Aguirre (viva la redundancia) decir que pretende devolver a los maestros y profesores en general la categoría de autoridad dentro de las aulas. Al Ministro de Educación del Gobierno de Rodríguez Zapatero, Don Ángel Gabilondo, le parece bien la propuesta porque es “positiva si tiene que ver con la idea de respeto, esfuerzo, exigencia, seriedad y convivencia”.

Tal vez Doña Esperanza Aguirre quiera purgar alguna culpa por lo ocurrido en Pozuelo, -dentro de su Comunidad-, hace un par de semanas cuando un grupo de jóvenes atacaron de mala manera a la Policía; y el Ministro Gabilondo quiera enderezar el rumbo equivocado que, desde que comenzó la democracia, han seguido todos sus antecesores y los voceros a su servicio. Si consigue el respeto que los alumnos han de tener al maestro y del esfuerzo que deben hacer para abrirse camino en la vida, todo lo demás sobra.

Cuando ocurrió lo de las Fiestas de Pozuelo en todas las tertulias de radio y televisión se arremetió sin piedad contra los jóvenes, poniendo el acento en que eran pijos e hijos de papá como si eso fuera un agravante, cuando lo grave es que se está recogiendo el fruto de todo lo que se ha sembrado en los últimos 25 años en toda la sociedad española. ¿A qué viene quejarse y lamentar la crisis de autoridad, cuando políticos, catedráticos, jueces (con alguna excepción) profesores, periodistas y tertulianos, padres y madres de familia, le han dado coces a la Pedagogía, fomentando la ley del mínimo esfuerzo y lo del todo vale, hasta convertirla en una ciencia barata de “todo a cien”?

Acaba de comenzar el curso escolar y el primer día, hacia las 8 de la mañana, un crío, que no levantaba dos palmos del suelo, mochila al hombro, hablaba por un teléfono móvil más grande que su rubia cabecita, ante la embobada mirada de su joven madre. La mamá, toda ella embelesada, contemplaba al hombrecito a quien habría regalado el móvil para satisfacer algún caprichito, o quien sabe si como útil para resolver los problemas del infante que, a esas edades de no más de cinco años, le deben agobiar. Como seguramente llegaban tarde al colegio, la mamá cogió al niño de la mano libre y atravesaron apresuradamente el paso de cebra con el semáforo en rojo para los peatones. Toda una lección en el primer día del curso.

¿Y qué se hace con la televisión? Aquí ni la Señora Aguirre ni el Señor Gabilondo podrán corregir el expolio educativo que todos los canales, sin excepción, hacen a la sociedad con una parrilla fervorosamente entregada a los groseros vaivenes de las Belenes o los Matamoros, al abuso del vocabulario soez de los seriales, al consumismo, a la promiscuidad, al sexo de amores revueltos, a los vicios más miserables, etc. que destrozan cada día los propósitos de la Señora Presidenta y la seriedad y convivencia de las que habla el Señor Ministro.

A mucha gente joven, hoy por hoy, le falta una referencia familiar estable y un plus de renuncia a la vida cómoda y permisiva que le conduce a fracasos en el trabajo o en los estudios. Los jóvenes otean un futuro incierto que les lleva al pasotismo y a vivir al día escondidos tras el botellón, perfectamente embrutecidos por lo que ven en la caja tonta.

Es muy loable lo de los políticos citados, pero tendrán que aplicar una Pedagogía sin edulcorar, y desde luego implicar a los padres, a los educadores, a los periodistas y tertulianos, y demás fauna política que ahora se quejan hipócritamente de que hay crisis de autoridad.