jueves, 17 de septiembre de 2009

GENTE JOVEN

Resulta esperanzador escuchar a la Presidenta de la Comunidad de Madrid, Doña Esperanza Aguirre (viva la redundancia) decir que pretende devolver a los maestros y profesores en general la categoría de autoridad dentro de las aulas. Al Ministro de Educación del Gobierno de Rodríguez Zapatero, Don Ángel Gabilondo, le parece bien la propuesta porque es “positiva si tiene que ver con la idea de respeto, esfuerzo, exigencia, seriedad y convivencia”.

Tal vez Doña Esperanza Aguirre quiera purgar alguna culpa por lo ocurrido en Pozuelo, -dentro de su Comunidad-, hace un par de semanas cuando un grupo de jóvenes atacaron de mala manera a la Policía; y el Ministro Gabilondo quiera enderezar el rumbo equivocado que, desde que comenzó la democracia, han seguido todos sus antecesores y los voceros a su servicio. Si consigue el respeto que los alumnos han de tener al maestro y del esfuerzo que deben hacer para abrirse camino en la vida, todo lo demás sobra.

Cuando ocurrió lo de las Fiestas de Pozuelo en todas las tertulias de radio y televisión se arremetió sin piedad contra los jóvenes, poniendo el acento en que eran pijos e hijos de papá como si eso fuera un agravante, cuando lo grave es que se está recogiendo el fruto de todo lo que se ha sembrado en los últimos 25 años en toda la sociedad española. ¿A qué viene quejarse y lamentar la crisis de autoridad, cuando políticos, catedráticos, jueces (con alguna excepción) profesores, periodistas y tertulianos, padres y madres de familia, le han dado coces a la Pedagogía, fomentando la ley del mínimo esfuerzo y lo del todo vale, hasta convertirla en una ciencia barata de “todo a cien”?

Acaba de comenzar el curso escolar y el primer día, hacia las 8 de la mañana, un crío, que no levantaba dos palmos del suelo, mochila al hombro, hablaba por un teléfono móvil más grande que su rubia cabecita, ante la embobada mirada de su joven madre. La mamá, toda ella embelesada, contemplaba al hombrecito a quien habría regalado el móvil para satisfacer algún caprichito, o quien sabe si como útil para resolver los problemas del infante que, a esas edades de no más de cinco años, le deben agobiar. Como seguramente llegaban tarde al colegio, la mamá cogió al niño de la mano libre y atravesaron apresuradamente el paso de cebra con el semáforo en rojo para los peatones. Toda una lección en el primer día del curso.

¿Y qué se hace con la televisión? Aquí ni la Señora Aguirre ni el Señor Gabilondo podrán corregir el expolio educativo que todos los canales, sin excepción, hacen a la sociedad con una parrilla fervorosamente entregada a los groseros vaivenes de las Belenes o los Matamoros, al abuso del vocabulario soez de los seriales, al consumismo, a la promiscuidad, al sexo de amores revueltos, a los vicios más miserables, etc. que destrozan cada día los propósitos de la Señora Presidenta y la seriedad y convivencia de las que habla el Señor Ministro.

A mucha gente joven, hoy por hoy, le falta una referencia familiar estable y un plus de renuncia a la vida cómoda y permisiva que le conduce a fracasos en el trabajo o en los estudios. Los jóvenes otean un futuro incierto que les lleva al pasotismo y a vivir al día escondidos tras el botellón, perfectamente embrutecidos por lo que ven en la caja tonta.

Es muy loable lo de los políticos citados, pero tendrán que aplicar una Pedagogía sin edulcorar, y desde luego implicar a los padres, a los educadores, a los periodistas y tertulianos, y demás fauna política que ahora se quejan hipócritamente de que hay crisis de autoridad.

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