miércoles, 22 de marzo de 2023

EN EL MONTE TABOR

En el “retiro” en el monte Tabor, Jesús llevó consigo a tres discípulos, elegidos para ser testigos de un acontecimiento único. Quiso que esa experiencia de gracia no fuera solitaria, sino compartida, como lo es, al fin y al cabo, toda nuestra vida de fe. A Jesús hemos de seguirlo juntos. Y juntos, como Iglesia peregrina en el tiempo, vivimos el año litúrgico y, en él, la Cuaresma, caminando con los que el Señor ha puesto a nuestro lado como compañeros de viaje. Análogamente al ascenso de Jesús y sus discípulos al monte Tabor, podemos afirmar que nuestro camino cuaresmal es “sinodal”, porque lo hacemos juntos por la misma senda, discípulos del único Maestro. Sabemos, de hecho, que Él mismo es el Camino y, por eso, tanto en el itinerario litúrgico como en el del Sínodo, la Iglesia no hace sino entrar cada vez más plena y profundamente en el misterio de Cristo Salvador.

Y llegamos al momento culminante. Dice el Evangelio que Jesús «se transfiguró en presencia de ellos: su rostro resplandecía como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz» (Mt 17,2). Aquí está la “cumbre”, la meta del camino. Al final de la subida, mientras estaban en lo alto del monte con Jesús, a los tres discípulos se les concedió la gracia de verle en su gloria, resplandeciente de luz sobrenatural. Una luz que no procedía del exterior, sino que se irradiaba de Él mismo. La belleza divina de esta visión fue incomparablemente mayor que cualquier esfuerzo que los discípulos hubieran podido hacer para subir al Tabor. Como en cualquier excursión exigente de montaña, a medida que se asciende es necesario mantener la mirada fija en el sendero; pero el maravilloso panorama que se revela al final sorprende y hace que valga la pena. También el proceso sinodal parece a menudo un camino arduo, lo que a veces nos puede desalentar. Pero lo que nos espera al final es sin duda algo maravilloso y sorprendente, que nos ayudará a comprender mejor la voluntad de Dios y nuestra misión al servicio de su Reino. La experiencia de los discípulos en el monte Tabor se enriqueció aún más cuando, junto a Jesús.

Papa Francisco
Del Mensaje de Cuaresma 2023

viernes, 3 de marzo de 2023

ESTAMOS EN CUARESMA

La Cuaresma va mucho más allá de los ayunos y abstinencias, que además no debemos evitar. La Cuaresma, como lo que tiene que ver con el espíritu, es un asunto relacionado con la voluntad y la intención, o sea con la actitud interior. «Rasgad los corazones, no las vestiduras» (Jl.2,13).

 

La Cuaresma no se vive en soledad, aunque se busque el silencio interior. La Cuaresma es un acto de reflexión que nos debe llevar a la conversión personal. Ya escribí hace un año que: «Si la actividad de los cofrades no provoca un cambio en su vida ordinaria (familiar, social, laboral…), pienso que no han comprendido la trascendencia de lo que hacen».

 

La conversión está dirigida a la luz de la cruz por medio de la oración, la limosna y la penitencia. La penitencia tiene su más expresiva forma en la confesión. El mandamiento de la Iglesia: «Comulgar y confesar por Pascua», puede que alguno piense que es solo para los que quieran. La confesión, al menos una vez al año, es recomendable y una necesidad para un cristiano que desee sinceramente la conversión.

 

Hoy la Iglesia, la Esposa de Cristo, está siendo mal tratada, mal querida, mal atendida. Una forma santificante de vivir la Cuaresma y dar sentido a los sacrificios - ¡qué no son tantos! - es ponerlos en manos de Dios para que Él haga lo que considere con la Iglesia, los hijos, la familia o los amigos… Lo que hagamos por los demás tendrá su ciento por uno… ¡y la vida eterna!, si lo hacemos con esa intención. No comer carne los viernes y ayunar el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo, es un acto de trascendencia que debemos dirigir a Dios y Él hará lo más conveniente.

 

El objetivo de la Cuaresma es la preparación interior, la conversión. Nos conduce a algo grande como es la Resurrección que dará sentido a nuestra vocación cristiana, porque sin ella el resto sería vano, como dice san Pablo. También la Cuaresma es parte de la liturgia enraizada en el pueblo cristiano que vive en la preparación de las procesiones con el juicio de Pilato o escenificando la Crucifixión. No se trata de actos litúrgicos sino de tradiciones que no obligan a los cristianos a asistir, y si lo hacen son movidos por la piedad. Sí hay actos obligatorios como ayunar y abstenerse de comer carne el Miércoles de Ceniza o el Viernes Santo, y la abstinencia de comer carne los viernes de Cuaresma.

 

Aunque no son de precepto, y no son obligatorios, conviene asistir a los Santos Oficios del Jueves Santo y el Viernes Santo, los días del Triduo Pascual que conmemoran la litúrgica de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor. Tampoco es obligada la Vigilia Pascual.

 

Otras tradiciones, como cubrir los crucifijos y las imágenes con una tela morada en señal de duelo o penitencia lo explica el padre Jesús Aguilar, de la Archidiócesis de México. «La idea es que nada distraiga al cristiano en su proceso de conversión. Así podrá descubrir con mayor profundidad el amor de Dios a través de su Hijo Jesucristo.  De hecho, durante la celebración del Viernes Santo por la tarde se va descubriendo poco a poco la imagen de Cristo crucificado, hasta dejarla totalmente visible». Antes era algo tan extendido que parecía obligatorio, pero ahora solo lo hacen las parroquias que siguen la tradición.

 

Humberto Pérez Tomé
Hispanidad 26-02-2023