La Cuaresma va
mucho más allá de los ayunos y abstinencias, que además no debemos evitar. La
Cuaresma, como lo que tiene que ver con el espíritu, es un asunto relacionado
con la voluntad y la intención, o sea con la actitud interior. «Rasgad los
corazones, no las vestiduras» (Jl.2,13).
La Cuaresma no se vive
en soledad, aunque se busque el silencio interior. La Cuaresma es un acto de
reflexión que nos debe llevar a la conversión personal. Ya escribí hace un año
que: «Si la actividad de los cofrades no provoca un cambio
en su vida ordinaria (familiar, social, laboral…), pienso que no han
comprendido la trascendencia de lo que hacen».
La conversión está
dirigida a la luz de la cruz por medio de la oración, la limosna y la
penitencia. La penitencia tiene su más expresiva forma en la confesión. El
mandamiento de la Iglesia: «Comulgar y confesar por Pascua», puede
que alguno piense que es solo para los que quieran. La confesión, al
menos una vez al año, es recomendable y una necesidad para un
cristiano que desee sinceramente la conversión.
Hoy
la Iglesia, la Esposa de Cristo, está siendo mal tratada, mal querida, mal
atendida. Una forma santificante de vivir la Cuaresma y dar sentido a los
sacrificios - ¡qué no son tantos! - es ponerlos en manos de Dios para que Él
haga lo que considere con la Iglesia, los hijos, la familia o los amigos… Lo
que hagamos por los demás tendrá su ciento por uno… ¡y la vida eterna!,
si lo hacemos con esa intención. No comer carne los viernes y ayunar
el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo, es un acto de
trascendencia que debemos dirigir a Dios y Él hará lo más conveniente.
El
objetivo de la Cuaresma es la preparación interior, la conversión. Nos conduce
a algo grande como es la Resurrección que dará sentido a nuestra vocación
cristiana, porque sin ella el resto sería vano, como dice san Pablo. También la
Cuaresma es parte de la liturgia enraizada en el pueblo cristiano que vive en
la preparación de las procesiones con el juicio de Pilato o escenificando la Crucifixión.
No se trata de actos litúrgicos sino de tradiciones que no obligan a los
cristianos a asistir, y si lo hacen son movidos por la piedad. Sí hay actos
obligatorios como ayunar y abstenerse de comer carne el Miércoles de Ceniza o
el Viernes Santo, y la abstinencia de comer carne los viernes de Cuaresma.
Aunque
no son de precepto, y no son obligatorios, conviene asistir a los Santos
Oficios del Jueves Santo y el Viernes Santo, los días del Triduo
Pascual que conmemoran la litúrgica de la Pasión, Muerte y Resurrección del
Señor. Tampoco es obligada la Vigilia Pascual.
Otras
tradiciones, como cubrir los crucifijos y las imágenes con una tela morada en
señal de duelo o penitencia lo explica el padre Jesús Aguilar, de la
Archidiócesis de México. «La idea es que nada distraiga al cristiano en su
proceso de conversión. Así podrá descubrir con mayor profundidad el amor de
Dios a través de su Hijo Jesucristo. De
hecho, durante la celebración del Viernes Santo por la tarde se va descubriendo
poco a poco la imagen de Cristo crucificado, hasta dejarla totalmente visible».
Antes era algo tan extendido que parecía obligatorio, pero ahora solo lo hacen
las parroquias que siguen la tradición.
Humberto Pérez Tomé
Hispanidad 26-02-2023
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