Abrahán
tuvo dos hijos: Ismael e Isaac. Dios mandó a Abrahán sacrificar a Isaac como
holocausto, relato conocido como “el sacrificio de Isaac”, un acto que no llegó
a consumarse por designio divino.
Cuando
Isaac se hizo mayor, Abrahán confió a su criado más viejo ir a su tierra en
busca de esposa para Isaac. El criado rogó a Dios una señal para acertar con la
elegida: la encontraría junto a una fuente con un cántaro y le pediría de
beber. Al llegar a Jarán vio a Rebeca, hija de Betuel el hijo de Milcá y Najor,
hermano de Abrahán, que bajaba a una fuente con un cántaro. El criado le pidió
de beber y ella le dio el cántaro; fue la señal. El criado se presentó a la
familia, dio cuenta de su encargo y de la señal de Dios. Betuel dijo entonces:
«El asunto viene de Dios. Ahí tienes a Rebeca, tómala y vete para que sea la
mujer del hijo de tu amo».
Murió
primero Sara y más tarde Abrahán. A su muerte Dios bendijo a Isaac.
A
su vez Ismael, hijo de Abrahán y Agar, criada de Sara, tuvo doce hijos que
fueron jefes de doce tribus que se extendieron desde Javilá, tal vez una región
de Arabia, hasta Sur junto a Egipto.
Isaac
tomó por esposa a Rebeca y con su amor se consoló de la muerte de su madre
Sara. Se estableció en Guerar, tuvo cosechas y prosperó hasta hacerse muy rico.
Su mujer era estéril y rogó a Dios por ella. Dios lo atendió y tuvieron dos
hijos mellizos Esaú y Jacob. El primero que nació, Esaú, fue cazador, el
preferido de Isaac; su hermano Jacob, más comedido, fue el preferido de
Rebeca. Antes de nacer Dios dijo a
Rebeca: «Dos pueblos hay en tu vientre que al salir se dividirán y uno dominará
al otro, el mayor servirá al menor». Dios anticipó la historia de los dos
hermanos.
Cuando
Isaac envejeció perdió la vista. Quiso entonces bendecir a Esaú, el mayor, un
ritual que lo convertía en cabeza de familia. Enterada Rebeca tramó una treta
para que Jacob recibiese la bendición y logró su propósito. Al volver de caza
Esaú se dio cuenta del engaño y rogó a su padre una bendición para él. Pero
Isaac le respondió: «Le he constituido señor tuyo, le he dado por siervos a
todos sus hermanos y le he concedido el trigo y el vino, ¿qué puedo hacer ya
por ti hijo mío?». Esaú rompió a llorar e Isaac le dijo: «Lejos de la tierra
fértil tendrás tu morada; vivirás de tu espada y servirás a tu hermano». El
odio entre los hermanos obligó a Jacob a huir a Jarán.
«No
tomes por mujer una cananea. Vete a casa de tu abuelo Betuel. Que Dios te
bendiga, te haga fecundo, te multiplique y llegues a ser una multitud de
pueblos» le ordenó Isaac y lo bendijo.
Pasado
el tiempo
Jacob volvió a la casa de su padre Isaac, en Mambré, en Quiriat Arbá, hoy
Hebrón, donde también había residido Abraham. Isaac vivió ciento ochenta años, murió
anciano y cargado de años, y fue a reunirse con sus antepasados. Sus hijos Esaú
y Jacob le dieron sepultura.
José
Gimenez Soria
No hay comentarios:
Publicar un comentario