Ocho siglos antes de la primera venida de Jesucristo, Isaías, un modelo
de hombre religioso, histórico de los
tiempos de los reyes de Judá Ozias, Jotán, Ajaz y Ezequías, profetizaba sobre
el conocimiento del Señor, el santo de Israel como él lo llama. Su vocación
profética, que ejerció durante cuarenta años, la recibió en el Templo de
Jerusalén donde tuvo la revelación de la trascendencia de Dios.
El libro de Isaías contiene cuatro Cánticos del Siervo de Dios, un término
que emplea en muchos pasajes para referirse a un personaje que carga con los
pecados del pueblo, y que los primeros cristianos identificaron con Jesús de
Nazaret. En el primer Cántico el Siervo es presentado como elegido por Dios. «Mirad a mi Siervo, a quien sostengo; mi elegido,
en quien me complazco. He puesto mi espíritu sobre él, manifestará la justicia
a las naciones». (Is. 42, 1)
En el segundo Cántico predice la misión del Siervo como luz que
trae la salvación de todas las gentes. «Te
pongo como luz de la naciones para que mi salvación alcance hasta los confines
de la tierra». (Is. 49,6). En el tercero invita a tener confianza en Dios: «El
que de vosotros teme al Señor y escucha la voz de su Siervo, aunque camine en
tinieblas, sin ninguna claridad, que confíe en el nombre del Señor y se apoye
en su Dios». (Is. 50,11).
En el cuarto
Cántico anuncia el destino del Siervo, la pasión de Cristo: la detención, la
humillación, las bofetadas, los salivazos, el juicio injusto, la flagelación,
la coronación de espinas, el camino del Calvario, la crucifixión y la agonía. «Despreciado y evitado de los hombres, varón de dolores,
acostumbrado a sufrimientos, ante el cual se ocultaban los rostros, fue
despreciado y desestimado. Soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros
dolores, mientras nosotros lo creíamos azotado, herido de Dios y humillado. Fue
traspasado por nuestras culpas, triturado por nuestras iniquidades. Nuestro
castigo cayó sobre él, aguantó y sus cicatrices nos curaron». (Is. 53, 3-5).
Por
la Cruz de los padecimientos de Jesús Nazareno, llegamos a Dios ayudados por la
gracia de su misericordia. Los alejados de Dios por el mal, se acercan a Él por
el bien de la Redención. Del camino del Calvario con la Cruz sobre el hombro,
brotaron ríos de vida que desembocan en la Resurrección y la Vida Eterna.
POST
DATA. Cada viernes Santo en la penumbra del anochecer sale Jesús Nazareno con
la cruz a cuestas. Año tras año su Imagen severa nos dicta desde lo alto del trono
la lección magistral de su Pasión. No pronuncia palabras elocuentes, solo con
el gesto de su mirada toca el alma de los albojenses que acuden a los lugares
por donde pasa. Ahora, en este otoño seco y desabrido volverá a hurgar en la
fibra de nuestros mejores sentimientos al verlo por las calles y plazas de nuestro
pueblo de Albox. Será el 19 de noviembre.
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