Si nos situamos en el mapa de Palestina (Israel) de los tiempos de Jesús de Nazaret, distinguiremos varias regiones. Al norte Galilea, donde se asienta Nazaret, la ciudad en la que vivió Jesús con José y María hasta los 30 años; al sur Judea, con la capital Jerusalén como centro religioso del pueblo judío; entre ambas Samaria ocupa una amplia franja donde se sitúan Siquén y el pozo de Jacob; y al este, en el lado oriental del río Jordán, se ubican Perea y Decápolis, que luego formaron Transjordania. Al oeste limita con el mar Mediterráneo, con Cesárea del Mar como ciudad destacada.
El río Jordán divide todo el territorio en dos partes: la oriental y la occidental. Nace en las laderas del monte Hermón, en el sureste de Siria, formado por la confluencia de arroyos y riachuelos; ya en tierras de Israel afluye al mar de Tiberiades o mar de Galilea, muy cerca de Cafarnaúm, y continúa su curso hasta desembocar en el mar Muerto, tras fluir por más de 320 kilómetros. Aunque nace a una cota de 2.800 metros, su cauce discurre por una cota de unos 410 metros bajo el nivel del mar, la más baja de todo el planeta.
El trecho comprendido entre el mar de Tiberiades y el mar Muerto forma una depresión del terreno conocida como Valle del Jordán, en la que alternan las zonas áridas con las fértiles. En una de estas zonas tuvo lugar el Bautismo de Jesús, razón por la que el rio Jordán tiene fama universal.
Pero no
solo a Jesús. Juan el Bautista bautizó también en el rio a los
que acudían de Judea, sobre todo de Jerusalén, y de Perea alentándoles: «Convertíos,
porque está cerca el reino de los cielos». Predicó al sur de Jericó, cerca de
Betania, en la orilla occidental del Jordán como precursor del Mesías, preparando
las conciencias ante la llegada del nuevo reino.
Como
paso previo a comenzar su vida pública, Jesús de Nazaret quiso recibir las
aguas del bautismo. Abandonó Nazaret hacia el sur camino de Jerusalén, atravesó
la región de Samaria habitada por gente poco hospitalaria deteniéndose en el
pozo de Jacob, descansó por la noche en la llanura y al amanecer emprendió la
subida hacia Jerusalén. Visitó el Templo y cuando supo donde localizar a Juan
el Bautista, se unió a otra gente para continuar viaje a Jericó.
Al
llegar a la orilla del rio vio a Juan predicando y bautizando; se mezcló con
los que iban a bautizarse y al llegar su turno se encontró con Juan. Se
reconocieron; Juan se resistió a bautizarlo, pero finalmente lo bautizó para
cumplir la voluntad de Dios Padre. Jesús se marchó a un lugar del desierto de
Judá donde permaneció
cuarenta días en ayuno y oración.
José
Giménez Soria
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