Cuando del almanaque salta la
gran Solemnidad de Cristo Rey y llegan los tonos morados del Adviento, que es
el tiempo precursor de la Navidad, es el momento de empezar a prepararse para
la alegre fiesta del Nacimiento de Cristo, que eso significa Navidad.
Al principio de nuestra era los cristianos solo conmemoraban la Pasión y Resurrección de Cristo por considerar irrelevante el momento de su nacimiento. Hubo que esperar hasta el año 320 para empezar a celebrar de forma humilde la Navidad, pero fue en el siglo VIII cuando la liturgia de esta Fiesta alcanzó el realce con la que, salvo algunas variaciones, ha llegado hasta hoy.
Si la Pasión y Resurrección de
Cristo se representan con imágenes sobre tronos en procesión, su Nacimiento se
representa en los belenes, siguiendo la tradición iniciada por San Francisco de
Asís en 1223 cuando se le ocurrió montar uno para reproducir la escena de
Belén.
Coincide
la entrada del Adviento con la aparición del libro del Papa Benedicto XVI “La
infancia de Jesús”, el tercero dedicado a la figura de Jesús de Nazaret. El
primero abarca desde su Bautismo hasta la Transfiguración y el segundo desde la
Entrada en Jerusalén hasta la Resurrección. Con el último libro se completa la
trilogía sobre Jesucristo, y sobre ello el teólogo Olegario Gonzalez de
Cardenal, ha escrito: «Cuando los
evangelistas tuvieron la experiencia de que aquel a quien los hombres habían
crucificado, Dios lo había resucitado, se preguntaron por el sentido de todo lo
que habían vivido con Jesús y sobre todo quien era y de donde venía para que
Dios hubiera actuado así con Él. Y evocaron todo lo vivido hasta llegar al
mismo nacimiento de Jesús. Una convicción les animó: El que ha resucitado es el
mismo que ha muerto en la cruz, el que ha predicado el Reino, el que ha nacido
en Belén. Y concluyen: éste a quien Dios ha resucitado es su Hijo. Y el que nace
en Belén es ese mismo Hijo encarnado».
El
libro ha desatado una falsa polémica porque, según algunos que ni siquiera lo han
leído, el Papa “niega la existencia del buey y la mula en el pesebre de Belén”.
Los que se han rasgado las vestiduras, antes de decir nada debían leer el
libro, y documentarse en los Evangelios, donde no aparecen ni el buey ni la
mula en el establo de Belén, que es la fuente empleada por el Papa para el
conocimiento de Jesús.
Muy al
contrario Benedicto XVI, anima a mantener esa tradición que inició San
Francisco. Más aún: ahonda en el significado del buey y la mula citando a
Isaías (1,2-3) que pone en boca del Señor esta profecía: «Hijos he criado y educado, y ellos se han rebelado contra mí. El buey
conoce a su amo y el asno el pesebre de su dueño; Israel no me conoce, mi
pueblo no comprende». De este
texto se sirvió la tradición cristiana para poner estos animales junto al
pesebre de Jesús, capaces de reconocer al único Señor, y como símbolo del amor del nuevo Israel que sí tiene
conocimiento del Señor a través de la Iglesia.
También
a los belenes se les pone nieve, pero según San Lucas “en la región había unos
pastores acampados al raso” lo que hace suponer que la noche no era tan fría
para que hubiese nieve. Por si acaso la Virgen había preparado el viaje
pensando en la profecía de Miqueas: «De
ti, Belén, Efratá, saldrá quien ha de gobernar en Israel», y por eso
iba provista de pañales con los que envolvió al niño y lo acunó en el pesebre.
La Navidad viene de camino. El Papa en su libro ahonda en esta fiesta que conmemora el Nacimiento del Niño Jesús, y sigue con el relato de su infancia vivida entre Egipto y Nazaret. Hay que leer el libro para conocer algo más de los primeros años de quien es el Señor de la Historia, y hay que seguir montando belenes, con mula, con buey, con nieve o si ella, cantar villancicos y si se tercia entonar el “Gloria a Dios en las alturas” que sí aparece en el Evangelio.
2 comentarios:
Aunque no soy de Albox, tengo buenos recuerdos de gentes de Albox. Poco a poco José Giménez Soria va consiguiendo que me vuelva de los "moraos" y hasta nazoreo. Así que, con gusto, felicito a la nueva Hermana Mayor, Ascensión, y le deseo todo el cariño de Jesús Nazareno, que Él se sienta orgullosa de ella
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