En cualquier estantería de cualquier casa conocida, no es raro que haya un ejemplar de El Quijote, otro de un Diccionario Enciclopédico y un tercero de la Biblia. Los tres a cual más lujoso; uno parece usado, y dos con indicios de estar cerrados sine die.
Ahora que ha empezado un nuevo curso, si el Ministerio y las Consejerías competentes (?) aciertan cómo evitar el virus SARS-CoV-2, y que los niños aprendan “para el día de mañana”, no estaría de más que les inculcaran la lectura de El Quijote y de la Biblia, no los que adornan la estantería, que hay ediciones muy aptas para los “peques”.
El Quijote es la novela cumbre de la literatura universal y su lectura debía ser obligatoria en la escuela. Su autor, Cervantes, relata las andanzas de un pobre hidalgo manchego que ha perdido el norte leyendo libros de caballeros andantes. Al leerlo no solo atraen las aventuras de don Quijote y su fiel escudero Sancho Panza, el libro también apela a los grandes valores humanos, como son la libertad, el compañerismo, el amor, o la noble lucha ante la adversidad.
La Biblia la forman 73 libros, 46 del Antiguo Testamento y 27 del Nuevo Testamento. Está inspirada por el Espíritu Santo y su lectura es un privilegio porque se aprende cultura religiosa con un lenguaje accesible y fácil de entender. Es el Libro que más ha influido en nuestra civilización.
Leyendo la Biblia, o Sagrada Escritura, se pueden conocer las maravillas que encierra y ahondar en las raíces de nuestra cultura con argumentos sólidos para acallar a los que la interpretan de forma torticera o tomando el rábano por las hojas. Contra los que tachan al cristianismo de aguafiestas, la lectura de la Biblia es el mejor antídoto frente a la cristofobia que rodea el ambiente.
Muchos saben de Jesús Nazareno por las representaciones de la Semana Santa, cada vez más fiesta turística; del Niño Jesús, por la Navidad; y de los Reyes Magos por los regalos. Pero ignoran quienes fueron Noé, Abraham, Jacob, Moisés, el Faraón, Job, Daniel, Ester, Judit, Goliat, Salomón o Jeremías, personajes del Antiguo Testamento, o los del Nuevo Testamento como Juan el Bautista, Mateo, Herodes, Pedro y Juan, Pilato, María Magdalena, el Cirineo, la cananea, la viuda de Naín, Natanael o Pablo de Tarso, hombres y mujeres reales que fueron el germen o formaron parte de muchas generaciones que dieron origen a la humanidad. De ellos, algunos anduvieron por lugares conocidos como el Sinaí, Jericó, el lago Tiberiades, Cesárea de Filipo, Getsemaní, Belén, el rio Jordán o el mismo Jerusalén.
Los textos de la Biblia han influido en muchas obras maestras de la literatura. Los Salmos, el Cantar de los Cantares, El Libro de la Sabiduría, el Eclesiastés, el libro de Isaías, los Proverbios o las Cartas de San Pablo, han sido fuente de inspiración para el arte y la cultura de occidente. Quien lo niegue no sabe lo que se pierde.
Finalmente leer el Apocalipsis de San Juan, sin hacerlo con ánimo catastrofista, acerca a la Revelación hecha por Dios a los hombres de un futuro sólo por Él conocido.
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