Un
anhelo para muchos católicos de todo el mundo es acercarse al Papa. La Santa Sede
facilita estos encuentros con las Audiencias Generales que tienen lugar todos –
o casi todos- los miércoles en San Pedro de Roma. La asistencia, que es
gratuita, requiere una reserva previa que se puede hacer en la Prefectura de la
Casa Pontifica o a través de alguna agencia de viajes. El día de la Audiencia
conviene ir temprano a la Plaza de San Pedro buscar un buen sitio y poder ver
al Papa lo más cerca posible.
Pasada
la Semana Santa de 2018, el miércoles 11 de abril de la segunda semana de
Pascua, el papa Francisco celebró audiencia general para una multitud que podía
rondar entre 30 a 40.000 personas de toda raza, clase y condición. Como
curiosidad, tres llamas, un mamífero rumiante propio de América del Sur, aparecieron
con sus cuidadores alemanes ante la sorpresa de los peregrinos después de recorrer
más de mil kilómetros en seis semanas. El Papa mantuvo
luego un breve y ameno encuentro con los cuidadores, quienes le entregaron unos
regalos.
Previamente
a la aparición del Papa, sacerdotes de varios países fueron presentando y saludando
en distintos idiomas a los grupos y asistentes de sus países respectivos allí presentes,
saludo que era correspondido con vítores, aplausos y enarbolar de banderas.
Sobre
las 9:45 horas un incesante murmullo y el consiguiente revuelo anunciaron la
presencia del Papa de pie sobre el “papamóvil” acompañado de varios niños, que
recorría los pasillos entre vallas saludando a todos los peregrinos e incluso
deteniéndose a besar a los más pequeños que le presentaban al paso. Ver al
Vicario de Cristo a tres metros es de una emoción indescriptible y un recuerdo inolvidable
para toda la vida: El Papa Francisco se “gana” a los fieles porque se muestra
cercano.
Terminado
el recorrido y los saludos, el Papa subió los escalones de la Basílica hasta el
sillón del altar exterior cubierto donde se sentó para comenzar la audiencia.
Tras el saludo y la invitación a escuchar la palabra de Dios con el pasaje de Mateo
(28,19-20) «Id y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el
nombre del Padre y del Hijo y del Espiritu Santo; enseñándoles a guardar todo
lo que os he mandado», Francisco inició un ciclo dedicado a la catequesis sobre
el Bautismo, el primer sacramento «el fundamento de toda la vida cristiana».
“Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
“Este
tiempo pascual es propicio para reflexionar sobre la vida cristiana, que es la
vida que recibimos del mismo Cristo. Somos cristianos en la medida que dejamos
que Él viva en nosotros. Para avivar esta conciencia debemos volver al origen,
al sacramento del bautismo, que es el fundamento de toda la vida cristiana, es
el primero de los sacramentos y es la puerta que permite al Señor hacer su
morada en nosotros e introducirnos en su Misterio. Recuerden bien- insistió-el
bautismo es el fundamento de la vida cristiana, y los bautizados son de Cristo”.
“El verbo griego «bautizar» significa
sumergir. El baño con el agua expresa el paso de una condición a otra, signo de
purificación para un nuevo inicio. En virtud del Espiritu Santo, el bautismo
nos sumerge en la muerte y resurrección del Señor, ahogando en la fuente
bautismal al hombre viejo dominado por el pecado, para que nazca el hombre
nuevo, recreado en Jesucristo. El bautismo es un renacimiento y por eso os
pregunto ¿recordáis cuál fue la fecha
de vuestro bautismo? Si festejamos el día del nacimiento, ¿cómo no festejar el
día del renacimiento? Los que no os acordéis de la fecha del bautismo, preguntad
a la madre y a los tíos, «¿Sabes cuál es la fecha de mi bautismo?» y no la
olvidéis nunca y agradeced al Señor, porque es el día en el que Jesús entró en
mí, el Espíritu Santo entró en mí».
“El bautismo -siguió
el Santo Padre- permite a Cristo vivir en nosotros y a nosotros vivir unidos a
Él, para colaborar en la Iglesia, cada uno según la propia condición, en la
transformación del mundo. El sacramento supone un camino de fe cuando es un
adulto quien pide el bautismo. Pero también los niños desde la antigüedad son
bautizados en la fe de los padres, y sobre esto quisiera decir algo a los que piensan:
¿Por qué bautizar a un niño que no entiende? Esperemos a que crezca, que
entienda y sea él mismo quien pida el bautismo. Esto –aclaró el Papa- significa
no tener confianza en el Espíritu Santo, porque cuando nosotros bautizamos a un
niño, en ese niño entra el Espíritu Santo y el Espíritu Santo hace crecer en
ese niño, desde niño, virtudes cristianas que después florecen. Se debe dar la
oportunidad a todos los niños de tener dentro el Espíritu Santo que les guíe
durante la vida. ¡No os olvidéis de bautizar a los niños!”
Terminada la
alocución papal diversos prelados saludaron al Papa en nombre de los grupos
asistentes con breves lecturas en
italiano, inglés, francés, español, alemán, polaco, portugués y árabe, a los
que correspondió Francisco agradecido. A los españoles dijo: “Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua
española venidos de España y Latinoamérica y los animo a recordar el día de su
bautismo, que es el mayor regalo que hemos recibido, para que haciendo memoria
de nuestra condición de cristianos tomemos conciencia de que pertenecemos a
Dios y estamos llamados a ser testigos, en el ámbito donde vivimos, de la
alegría de la salvación. Que Dios los bendiga. Muchas gracias”.
Antes de terminar la audiencia, el Papa invitó a todos a cantar juntos
el Padre Nuestro en latín, cuyo texto estaba escrito en el reverso del papelito
que sirvió para acceder a la Plaza. “Oremos juntos”, dijo, y el coro de voces de
las miles de personas presentes entonó la gran oración que nos enseñó el Señor. Finalmente el Papa Francisco, como cabeza de la Iglesia Católica impartió su
bendición apostólica a la multitud, que hizo extensiva a los seres queridos, y
a los rosarios o crucifijos de los asistentes.
Fueron casi tres horas vividas en un ambiente de cristianismo latente que nos dejó una huella de emoción difícil de superar.
1 comentario:
Me alegro muy de veras de tan feliz encuentro.
En buena tierra cae tan buen grano.
¡Feliz retorno a Málaga cantaora!
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