Algunos
aun no se han enterado del papel de María de Nazaret. Apenas tenía 15 años cuando
fue ungida por el Espiritu Santo hasta quedarse embarazada y dar a luz al Mesías,
el Hijo de Dios hecho Hombre, que, solo con su palabra, en tres años hizo
trizas la Antigua Ley para proclamar el Amor al Prójimo como Ley de vida, origen
de una Civilización, -apellidada cristiana-, común a la mayor parte de la
humanidad.
La
tradición tiene a San Joaquín y a Santa Ana como padres de María. Eran gente sencilla
y piadosa, y lo poco que tenían lo compartían con los pobres. Después de unos
años de estancia en el Templo con otras doncellas dedicada a la oración y a instruirse en los
deberes de la Ley de Dios, María se desposó con José. Primero los esponsales donde
asumieron sus derechos y obligaciones, pero sin vivir juntos, y segundo ya pasados
unos meses, María fue llevada con música y fiesta a la casa de José y empezaron
a convivir bajo el mismo techo. En esos meses el ángel Gabriel le anunció su
maternidad y el embarazo de su pariente Isabel.
María, mujer de gran sensibilidad, bien pudo atender
a sus padres en su ancianidad y viajar a casa de Isabel para ayudarla en el
parto y animarla con el Magníficat, un canto de alabanza a Dios, sin percibir remuneración
alguna. Ni tuvo reparos en emigrar con lo puesto a Egipto para salvar a su Hijo
perseguido por Herodes. Años después, en Nazaret, se dedicó a cuidar a su
familia, a sus labores domesticas, compartiendo penurias con José, y al servicio de Dios para que su Hijo creciera, conociera la
ley de Moisés y se fortaleciera lleno de sabiduría.
María de Nazaret vio
crecer a su Hijo hasta que se emancipó y quedó sola unos años. Luego vio cumplida
la profecía: “Una espada te atravesará el alma», y Ella, advertida de la
condena de su Hijo, en compañía de Juan, María Magdalena, María la de Cleofás y
María Salomé, sabedora de los designios de Dios, padeció la vía dolorosa que
jamás madre alguna ha sufrido, un trance que soportó con una entereza ejemplar consciente
de su Mediación en el Misterio de la Redención.
No necesitó María de Nazaret ponerse en huelga entonces ni manifestarse ante Pilato - el poder romano tampoco lo permitiría- ni tampoco la haría hoy, porque «El plan divino de la salvación, -señala la Redemptoris Mater- revelado con la venida de Cristo, reserva un lugar a su Madre, que es introducida definitivamente en el centro del misterio de Cristo para la restauración de la vida sobrenatural de las almas. Así María entra de manera muy personal en la mediación entre Dios y los hombres». Un trabajo impagable.
Por otra parte la “Lumen gentium” «Exhorta
encarecidamente a los teólogos y a los predicadores de la palabra divina a que
se abstengan con cuidado tanto de toda falsa exageración cuanto de una excesiva
mezquindad de alma al tratar de la singular dignidad de la Madre de Dios…, y
que los Santos Padres y Doctores de la Iglesia expliquen rectamente los oficios
y los privilegios de la Santísima Virgen, que siempre tienen por fin a Cristo,
origen de toda verdad, santidad y piedad, y en las expresiones o en las
palabras eviten cuidadosamente todo aquello que pueda inducir a error a los
hermanos separados o a cualesquiera otras personas acerca de la verdadera
doctrina de la Iglesia».
Todo
lo dicho induce a pensar que no es prudente decir que María de Nazaret se
sumaría a la huelga de hace unos días, ni a nada parecido.
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