lunes, 5 de enero de 2015

LA BUENA ESTRELLA

En los primeros días del nuevo año se multiplican los buenos deseos de felicidad entre amigos y conocidos. Abundan también los deseos de un año con buena estrella que es desear suerte favorable en la vida, o sinónimo de ser afortunado.

Cuenta San Mateo que unos magos o sabios de Oriente, no dice cuantos, que pretendían ver el destino anunciado en los astros, vieron una estrella que les señaló el camino hacia Jerusalén, porque habían tenido noticias del nacimiento de un rey de los judíos para bien de todos los hombres. Al llegar a Jerusalén no se les ocurrió mejor idea que ir al astuto Herodes a preguntarle por el recién nacido. Éste, al oírlos, se inquietó por temor a perder su reino a manos de un advenedizo y convocó a los escribas y doctores para que le explicaran aquella novedad que traían los recién llegados.

Guiados por el resplandor de la buena estrella, de la que los estudiosos creen que pudo ser un cometa, los magos o sabios llegaron a donde estaba el Niño y le ofrecieron oro, incienso y mirra, unos regalos que simbolizan la dignidad del Mesías.

Este episodio dio lugar a las cabalgatas de los Reyes Magos que niños y mayores esperan con ansiedad la víspera de la fiesta de la Epifanía del Señor. En este día de regalos hay que agradecer al Niño Jesús el mayor regalo recibido de Él: la fe que guía nuestros pasos, una virtud que nos hace distinguir donde reside el bien y donde se oculta el mal. A cambio nos pide que el mejor regalo de Reyes lo hagamos con amor y generosidad, que nada tiene que ver con compromisos, obligaciones o con apariencias de lo que no se es, o no se tiene, como apunta el escritor Luis del Val en este cuentecillo:

“Se trata de un joven matrimonio compuesto por Delia y Jim. Delia quiere hacerle un buen regalo a Jim, pero sólo dispone de un dólar y 87 centavos, que a principio del  siglo pasado no es una fortuna. Pero ella, resuelta, sale de su modesto apartamento y decide vender su preciosa melena, que, sin las horquillas, le llega más abajo de la cintura. Con los veinte dólares que le dan recorre las tiendas hasta que encuentra el regalo perfecto para Jim: una cadena de platino para sujetar su reloj, un reloj de oro que perteneció a su padre, una joya que Jim no se atreve a exhibir porque lleva una correa de cuero gastada y pobre. Delia contenta por lo que ha comprado, pero asustada por la reacción de Jim cuando la vea sin su hermoso pelo, se hace unos rizos que disimulan el desastre y aguarda con una mezcla de ansiedad y miedo. Cuando regresa Jim y la mira con una expresión de estupor y sorpresa, Delia alarmada se apresura a decirle que el pelo pronto crecerá. Es entonces cuando Jim le tiende su regalo a ella. Delia lo abre y ve un maravilloso juego de peinetas de plata y carey que ella había visto en un escaparate, y que nunca pensó que pudieron ser suyas. Pero Delia, sin pelo, anima a Jim y le dice que en unos meses lucirá las bellas peinetas. Entonces se acuerda de que no le ha dado el regalo a él, y corre a poner en su mano la cadena de platino mientras le comenta que ahora podrá sacar su reloj siempre en cualquier lugar porque la cadena es tan lujosa como el reloj. Jim abraza agradecido a su esposa, y cuando ésta le anima a que coloque la cadena en el reloj, Jim le confiesa que eso es imposible porque para comprar las peinetas ha vendido su reloj”.

La comitiva de Melchor, Gaspar y Baltasar llega con personajes disfrazados de diversos pelajes que nada tienen que ver con la Epifanía del Señor, pero la buena estrella no se ha olvidado de traer regalos para hacer felices a las personas que amamos.

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