martes, 19 de enero de 2010

UN OBISPO Y UN FUNERAL.

A propósito de unas declaraciones del Obispo de Guipúzcoa Munilla a la cadena SER que han coincidido en el tiempo con el terremoto* que ha asolado Puerto Príncipe, capital de Haití, el patio progre se ha lanzado a su caza y captura porque descubrió que, además del horror que está sufriendo el pueblo haitiano, existen otros males como la pobre situación espiritual y la concepción materialista de la vida, tan catastróficos para el alma de nuestra sociedad.

El patio progre ha invadido la prédica de monseñor con comentarios para todos los gustos. Algunos se han adornado con el habitual insulto personal, porque José Ignacio Munilla es un obispo de la Iglesia Católica, de lo mejorcito de los católicos españoles, que no responderá a los comentarios ofensivos, porque ya se responden por sí solos.

Otros comentarios son jocosos, como este que el progre de turno se pregunta ¿y así quieren que vayamos a misa?, confundiendo el culo con las témporas. Para el creyente cristiano fetén, la misa es un acto de adoración a Dios que se hace en las iglesias, como los creyentes judíos lo hacen en las sinagogas y los musulmanes en las mezquitas. Y si no se es creyente, -la fe se propone no se impone-, no sirve como justificación una frase más o menos oportuna de un ministro de la Iglesia para argumentar el porqué no se va a misa a dar culto a Dios.

Otro caso, nada que ver con el obispo Munilla, es el de una señora que escribe en un dominical que el día de Navidad se ofició una misa funeral por el alma de su abuela fallecida el día antes y que, mientras ella esperaba que el celebrante citara por su nombre a su abuela en la homilía y tuviera palabras de consuelo, aquel olvidó nombrarla y se limitó a hablar del pecado. La carta de la señora acaba recriminado al sacerdote: “es por gente como usted por lo que se hace difícil creer”, tras asegurarle que “si existe el cielo su abuela estará allí con su abuelo en un chalet con vistas, en primera línea de nube”.

Tal como lo cuenta, el cura, o es un desabrido o se le fue el santo al cielo para olvidar o confundir el nombre de la difunta en momento tan triste para la familia, pero la fe de la nieta escritora es de una gran pobreza espiritual, que es lo que denuncia Munilla. A pesar de asegurar que su abuelita creyente está en el cielo en un chalet con vistas a las nubes, pontifica que la creencia de la gente puede torcerse por el despiste de un cura. Poético lo del chalet con vistas a las nubes, patético lo de la fe adosada de la nieta. O se cree con cura o sin cura, o no se cree.

El del progre que no va a misa, y el de la señora del funeral son casos paralelos que miran más lo aparente y lo superfluo y no lo esencial de la fe que es el amor a Dios y al prójimo. Sin embargo el primero, que no cree, se permite reñir al monseñor porque con sus dichos le impide ir a misa; y la otra tiene la fe cogida con alfileres. Ambos pueden vivir tranquilos en este mundo: ni Dios tiene una libreta donde apunta los que van a misa y los que no; y en el cielo los curas despistados no ofician funerales porque allá no están de moda.

Volviendo al Obispo Munilla, los comentarios de la progresía no hacen referencia a que, su Diócesis, a las 24 horas del terremoto, ya había enviado 100.000 euros para los daños de Haití, donde la Iglesia Española ha encabezado la ayuda para paliar la desgracia de ese pueblo a través de Caritas, Manos Unidas, Mensajeros por la Paz, Cofradías etc. como hace los 365 días del año con los pobres, las prostitutas, los drogadictos o los presos y en cualquier tipo de catástrofes incluida la del aborto que, sólo en España, ha acabado con 122.000 seres indefensos según el último dato conocido de 2008, pero esto se omite deliberadamente. Vende más arremeter contra Munilla, que como cree en Dios, siempre estará dispuesto a poner la otra mejilla.

*Este suceso ocurrió el 12 de enero de 2010.

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