domingo, 10 de enero de 2010

BAJARSE DEL GUINDO

Con frecuencia los tertulianos que pululan por los programas de radio y televisión, relativizan ciertos hechos y actitudes, supuestamente inocuos, que están invadiendo sutilmente los aledaños del catolicismo con claros indicios de convertir su doctrina en zoco privado, hasta hacerla residual y hasta que desaparezca completamente. Esto, que no es nuevo, cada día es más preocupante para los católicos, que ya empiezan a dejarse oír sus voces tímidamente.

Hace solo cuatro días hemos visto cabalgatas de los Reyes Magos muy coloristas sin referencia alguna al porqué de su largo viaje y a su llegada al lugar de Belén para adorar y hacer regalos al Niño Jesús, razón de ser de la fiesta. Más recientemente, el Ayuntamiento de Logroño ha editado un almanaque que omite deliberadamente, entre otras, la fiesta del 6 de enero, la del 15 de agosto, día de la Asunción de la Virgen; la del 12 de octubre, la Virgen del Pilar; el 8 de diciembre, la Inmaculada; o la del 25 de diciembre, Natividad del Señor, pero sí remarcando las fechas de carácter islámico con tipografía destacada. En ese Organismo Público nadie debe haberse leído el artículo 16.3 de la Constitución que se refiere a las relaciones de los poderes públicos con la religión católica en cuanto creencia mayoritaria de la sociedad española.

El desfile de los Reyes Magos ha pasado en los últimos tiempos de ser la primera y más importante fiesta infantil del año, a convertirse en una carnavalada circense falsificada con imágenes de la modernidad que no aportan más que técnica virtual; y lo del almanaque es un esperpento propio de ignorantes malintencionados que se burlan de su propia historia. Ante eso, los tertulianos, muy cuidadosos en lo políticamente correcto y para no jugarse el arroz, sueltan argumentos de ¡hombre no es para tanto! o ¡son cortinas de humo para tapar la crisis! y sentencias por el estilo, mientras la laicidad nos está llegando hasta el tuétano.

Este peligro, que existe desde que el cristianismo empezó a tomar cuerpo, ha sido combatido por los creyentes con la fe del evangelio porque, con la doctrina que emana de éste, los cristianos se reconocieron a sí mismos y descubrieron el camino a seguir. Ahora que la tendencia progre tiende a volver a las andadas hasta el extremo de pretender renunciar a las raíces cristianas de Europa ¿qué nos falta a los católicos para bajarnos del guindo del laicismo y subirnos a la realidad salvadora de la fe auténtica? O reaccionamos ante la tibieza de nosotros mismos y ante el reto del Islam, o nuestra civilización caerá en un imparable islamismo.

No podemos quedar impávidos ante el desgaste de nuestras memorias que vienen de siglos; tampoco podemos ser cómplices de la pérdida de nuestras tradiciones. Aunque se empiece en pequeñas dosis, hay que lanzar un grito de rebeldía.

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