Muchos de las luces y los adornos que vemos en las calles desde los primeros días de diciembre indican que se acerca la Navidad, la fiesta que pregona el Nacimiento de Jesús en Belén. Entre tanto ornato no faltan los reclamos publicitarios en plan atractivo comercial y turístico, pero pese a que la tradición navideña se está desvirtuando, aún prevalece la ilusión de dar luz al Misterio de Belén, dando significado a los símbolos de la Navidad.
El
Misterio de Belén
Representa el nacimiento de Jesús. En una gruta María es la Madre que contempla a su Hijo. El ángel de Dios le había pedido que fuese madre y Ella asintió con estas palabras: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Junto a María está José, el padre protector de su familia al que se representa con un cayado y siendo un hombre justo aceptó la voluntad de Dios. Junto con el Niño, recostado sobre paja en un pesebre entre la mula y el buey, forman la Sagrada Familia, el símbolo que recuerda la historia de este acontecimiento: Dios se hizo hombre y nació de una mujer para hacerse presente en el mundo. El belén compendia la escena evangélica; fue ideado en 1223 por san Francisco de Asís e introducido en España por el rey Carlos III.
La mula y el buey
Aunque
en los evangelios no hay referencias a la presencia de estos animales en la
gruta de Belén, la tradición, que data del siglo XIII inspirada en el texto de
Isaías: “El buey conoce a su amo y el asno el
pesebre de su dueño; Israel no me conoce, mi pueblo no comprende” (Is. 1,3), los sitúa
junto al pesebre.
El
pesebre
El pesebre simboliza la pobreza que el Hijo de Dios eligió para sus primeras horas de vida terrena. Tiene su origen en san Francisco y además de la pobreza indica la humildad, la modestia y la austeridad con que vivió Jesús hasta su muerte.
Los ángeles
Son los precursores de la Buena Nueva. Primero el ángel Gabriel
anuncia a María que de ella nacerá el Mesías; después habla en sueños a José sobre
este acontecimiento y más tarde otro ángel indica a los pastores que ha
nacido el Salvador. Luego entonan el Gloria.
Los pastores
Acampados al raso velando sus rebaños, dicen: «Vayamos a Belén y veamos lo que ha sucedido» (Lc. 2,15). Acuden y ven a una mujer joven y a un hombre joven con un Niño que duerme profundamente. Son los primeros testigos.
La
estrella
La
estrella guió a los Magos hasta la gruta donde nació Jesús. También revela
que Jesús es la luz del mundo. La estrella que ilumina la
Nochebuena es la señal de que estamos llamados a ponernos en camino para llegar
a la gruta y adorar al Niño.
Los Reyes Magos
Solo el evangelista Mateo hace referencia a los Magos.
Aquellos sabios de oriente se pusieron en camino para conocer a Jesús y
ofrecerle regalos: oro, por ser Rey; incienso, por ser Dios; y mirra, por ser Hombre. Representan a todos los pueblos de la tierra que no dudan
en arrodillarse para adorar a Dios. En el siglo VII se les dio los nombres de Melchor,
Gaspar y Baltasar.
Otras figuras como las del herrero, el panadero, el que carga leña o las mujeres que lavan simbolizan lo cotidiano. Comparten la alegría de hacer de manera extraordinaria las cosas de todos los días, igual que Jesús comparte con nosotros su vida divina.
La Misa del Gallo
Recibe este nombre porque se celebra a medianoche, con el canto del
gallo. Es la más popular de cuantas se celebran entre el 24 y el 25 de
diciembre y está vinculada a la reliquia del pesebre que se conserva en la
basílica de Santa María la Mayor de Roma. Su origen se remonta al papa Sixto
III en el siglo V. La Misa del Gallo reaviva las
raíces cristianas de la Nochebuena y despierta la conciencia religiosa de la
Navidad.
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