San Pablo escribió a los
Gálatas: «Cuando llegó la plenitud del tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de
mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estaban bajo la ley,
para que recibiéramos la adopción filial» (Gal, 4,4-5) La mujer que cita el apóstol
es María de Nazaret, una joven judía de Galilea desposada con un hombre llamado
José.
María es verdaderamente "Madre de
Dios" porque es la madre del Hijo eterno de Dios hecho hombre. Colaboró
por su fe y obediencia en la salvación de los hombres compartiendo con su Hijo
el camino hacia la cruz.
Desde tiempos remotos, los cristianos
damos culto a la Bienaventurada Virgen María bajo diversas advocaciones. Estando
unida a su Hijo desde que nació hasta que murió crucificado, cooperó en la
Redención del género humano.
Como señala la encíclica REDEMPTORIS MATER, «El plan divino de la salvación revelado con la venida de Cristo, abarca a todos los hombres, pero
reserva un lugar reservado a su Madre. En el centro de ese misterio se halla
María, Madre del Redentor, orientada a realizar en unión con Cristo la
restauración de la vida sobrenatural de las almas».
Restauración en
la que interviene en su papel de corredentora y le confiere el título de María Santísima
de la Redención. A Ella la veneramos con
confianza por las gracias recibidas de Dios.
En este año que comienza conmemoramos el trigésimo quinto aniversario de la Bendición de su Sagrada Imagen.
No hay comentarios:
Publicar un comentario