Juan dijo a Jesús: “Hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos impedido porque no es de los nuestros”. Jesús respondió: “No se lo impidáis porque quien hace un milagro en mi nombre no puede hablar mal de mí. El que no está contra nosotros, está a favor nuestro” (Mc.9, 38-43.45.47-48)
Con frecuencia, los cristianos no
terminamos de superar una mentalidad de religión privilegiada que nos impide apreciar
todo el bien que se promueve en ámbitos alejados de la fe. Casi
inconscientemente tendemos a pensar que somos nosotros los únicos portadores de
la verdad, y que el Espíritu de Dios solo actúa a través de nosotros.
Una falsa interpretación del mensaje
de Jesús nos ha conducido a veces a identificar el reino de Dios con la
Iglesia. Según esta concepción, el reino de Dios solo se realizaría dentro de
la Iglesia, y crecería y se extendería en la medida en que crece y se extiende
la Iglesia.
Y sin embargo no es así. El reino de
Dios se extiende más allá de la institución eclesial. No crece solo entre los
cristianos, sino entre todos aquellos hombres y mujeres de buena voluntad que
hacen crecer en el mundo la fraternidad. Según Jesús, todo aquel que «echa
demonios en su nombre» está evangelizando. Todo hombre, grupo o partido capaz
de «echar demonios» de nuestra sociedad y de colaborar en la construcción de un
mundo mejor está, de alguna manera, abriendo camino al reino de Dios.
Es fácil que también a nosotros, como
a los discípulos, nos parezca que no son de los nuestros, porque no entran en
nuestras iglesias ni asisten a nuestros cultos. Sin embargo, según Jesús, «el
que no está contra nosotros está a favor nuestro».
Todos los que, de alguna manera,
luchan por la causa del hombre están con nosotros. «Secretamente, quizá, pero
realmente, no hay un solo combate por la justicia –por equívoco que sea su
trasfondo político– que no esté silenciosamente en relación con el reino de
Dios, aunque los cristianos no lo quieran saber. Donde se lucha por los
humillados, los aplastados, los débiles, los abandonados, allí se combate en
realidad con Dios por su reino, se sepa o no, él lo sabe» (Georges Crespy).
Los cristianos hemos de valorar con
gozo todos los logros humanos, grandes o pequeños, y todos los triunfos de la
justicia que se alcanzan en el campo político, económico o social, por modestos
que nos puedan parecer. Los políticos que luchan por una sociedad más justa,
los periodistas que se arriesgan por defender la verdad y la libertad, los
obreros que logran una mayor solidaridad, los educadores que se desviven por
educar para la responsabilidad, aunque no parezcan siempre ser de los nuestros,
«están a favor nuestro», pues están trabajando por un mundo más humano.
Lejos de creernos portadores únicos
de salvación, los cristianos hemos de acoger con gozo esa corriente de
salvación que se abre camino en la historia de los hombres, no solo en la
Iglesia, sino también junto a ella y más allá de sus instituciones. Dios está
actuando en el mundo.
José Antonio Pagola
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