Los
que creen que la Iglesia es un servicio esencial
lo expresa con acierto el autor de un artículo de este título, algunos de cuyos
párrafos son estos:
«Quiero escribir de lo duro que es no poder estar en el
Gólgota. No poder acompañar a Jesús. No poder recibirle. El cristiano no tiene
miedo a la muerte. Pero sí a la forma de morir. Los enfermos, ancianos y
moribundos, salvo excepciones privilegiadas, están solos y privados de los
últimos sacramentos.
Soy un sencillo fiel. No tengo Teología. Hablo sin querer
criticar. Solo plasmar lo que siento. Te echo de menos Jesús.
Puedo ir a comprar la comida que perece, con las debidas
medidas de seguridad, pero no puedo ir al Gólgota. Ni te puedo recibir. Esa es
la Comida que verdaderamente necesito. La que no se marchita y de verdad me
transforma.
No puedo ir
a contarte Señor mis pecados para que me los perdones. A
darme el baño que de verdad me limpia. A escuchar eso de lo malo que pueda
sufrir sea remedio de mis pecados y prenda de vida eterna, incluso aunque sea
un virus.
Entiendo las medidas decretadas por las autoridades. Pero
me duelen tanto Señor. ¿Por qué? ¿No cabe racionalizar el uso de las Iglesias?
No serían muchos los fieles que acudirían, que podrían adoptar las medidas
necesarias para la prevención. ¿No sería posible celebrar este próximo Triduo
Pascual con pueblo? Con el número razonable y siguiendo todas las medidas de
prevención, pero con pueblo.
Los sacramentos son el canal privilegiado para recibir la
gracia. Claro que Dios puede hacer lo que quiera. Podrá, digo yo, dispensar su
gracia como le venga en gana. A una la hizo Inmaculada. Pero precisamente
lo que quiso es que los sacramentos fueran el medio por el que recibir su
gracia, la vida divina. Y ahora no los tenemos.
Qué mundo más triste. Parece el escenario pensado
idealmente por un laicista.
Por eso quisiera dar las gracias a tantos sacerdotes que
se están desviviendo para ayudar a sus fieles. A los que llevan la Comunión. A
los que confiesan. A los que nos bendicen desde los tejados. Especialmente a los que han sacrificado su
salud y sus vidas. Dios se lo premiará, estoy seguro.
Estamos aplaudiendo a los que de forma elogiable se están
desviviendo por todos en sus puestos de trabajo en los hospitales. Ojalá
pudiera salir al balcón también a ver pasar a Jesús sacramentado bendiciendo
nuestras calles, nuestra ciudad».
Autor:
José Castro Velarde
Presidente
de la Asociación Enraizados
Comentario: Es un texto propio de quién está muy enamorado del Señor y de la Virgen. Es entrañable su relación con Jesús y verdadero lo que los católicos estamos viviendo estos días.
Miércoles Santo. 8 de abril de 2020
1 comentario:
Una "confesión", a mí me lo parece, plena de sentimiento cristiano en esta hora difícil que nos ha tocado vivir. Muchos serán, parece más que probable, los que echen de menos las carencias que el autor del escrito denuncia y pienso, como él, en que no hubiese sido demasiado complicado "racionalizar" el uso de las iglesias. Quizás esta reflexión requiera de un estudio más profundo, que no me atrevería yo a encarar; pero el pensamiento de que "parece el escenario pensado idealmente por un laicista" da pie para más de una conjetura.
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