José
se convirtió en el preferido de Jacob y por eso lo odiaban sus hermanos, los demás
hijos de Jacob de otras mujeres. José tenía sueños que hacían predecir su
futuro: sobresalía por encima de su padre y sus hermanos, y estos, movidos por
la envidia, planearon matarlo mientras pastoreaban con el ganado en Siquén, en
el valle de Hebrón. Pero Rubén no quería derramar sangre y lo echaron en un
pozo sin agua. Judá propuso venderlo a unos ismaelitas de una caravana que iban
de Galaad hacia Egipto. Así lo hicieron y le dijeron a su padre Jacob que lo
había devorado una fiera. Éste, apenado, guardó luto muchos días deseando ver
la tumba de su hijo.
Entretanto
José fue revendido a Putifar, un egipcio cortesano del faraón que lo tomó por
esclavo. El Señor estaba con José y todo le salía bien. Su dueño vio que hacía
prosperar su negocio y lo hizo mayordomo de su casa, confiándole cuanto tenía.
La
mujer de Putifar viendo que José era guapo y esbelto, quiso acostarse con él
sin conseguirlo. Insistió pero fue en vano, hasta que un día que estaban solos
ella le arrancó su manto y se puso a gritar que la había obligado a acostarse
con él. La oyeron los criados y su marido, que mandó prender a José y meterlo
en la cárcel.
Pero
como el Señor seguía con él, el jefe de la cárcel le dio su confianza porque
hacia todo lo que le encomendaba. Por una culpa cometida contra su señor,
fueron a la cárcel dos servidores del Faraón, también confiados a José. Ambos
tuvieron dos sueños interpretados por José; uno saldría de la cárcel en tres
días y el otro sería decapitado, como así fue. El primero siguió al servicio
del Faraón y nunca se acordó de interceder por José como este le había rogado.
Dos
años después el faraón tuvo dos sueños que ningún sabio ni adivino supieron
interpretar. Fue cuando aquel servidor se acordó de José, lo comentó al Faraón
y lo mandó traer. Una vez en su presencia el Faraón habló a José de sus sueños.
Éste le dijo que era Dios quien le daría respuesta favorable. El Faraón soñó
primero con siete vacas hermosas y gordas que subían del Nilo, y detrás con
otras siete vacas escuálidas y flacas que devoraron a las gordas. Soñó después
con siete espigas granadas y lozanas y con siete espigas raquíticas que
devoraron a las otras. Oídos los sueños José dijo que era un solo sueño: Las
siete vacas gordas y las siete espigas lozanas significaban siete años; las
siete vacas flacas y las siete espigas escuálidas significaban siete años de
hambre. Los siete primeros años serán de abundancia, luego vendrán años de
hambre. José se atrevió a aconsejar al Faraón que buscara un hombre sabio que
almacenara víveres en los años buenos, como reserva para los años malos.
El
faraón nombró a José gobernador de su casa y le puso en el cuello un collar de
oro. Durante siete años José recorrió todo Egipto recogiendo y almacenando
víveres en las ciudades. Tomó por mujer a Asenat, hija de Putifar, de la que
nacieron dos hijos Manasés y Efraín.
Al
cabo de siete años de abundancia comenzaron los siete años de hambre como José
había dicho. El hambre llegó a todos los países, Canaán incluido, pero en
Egipto hubo pan. José distribuía el grano e incluso vendía a otros países.
Supo
Jacob que se vendía grano en Egipto y mandó a diez de sus hijos a comprarlo. El
menor, Benjamín, se quedó con su padre. Salieron los hijos de Israel, Jacob,
junto con otros de Canaán y al llegar a Egipto y ver a José se postraron ante
él sin reconocerlo. José sí los reconoció pero los trató como espías. Le
contaron que eran doce hermanos, de los que uno no vivía y el menor quedó con
su padre. José para comprobar que decían verdad, les ordenó que fuese uno de
ellos a por su hermano menor y lo llevase a su presencia. Después los metió en
la cárcel tres días, al cabo de los cuales les dijo que “temía a Señor y si
eran sinceros que solo uno se quedara preso y los demás llevaran el grano a su
familia y volvieran con el hermano menor”. Finalmente fue Simeón quien se quedó
preso. (Continuará)
No hay comentarios:
Publicar un comentario