Con
cierta frecuencia Agrupaciones de Hermandades y Cofradias de diversos puntos de
España, solicitan adhesiones para lograr la Declaración de Interés Turístico de
su Semana Santa. Pocos lugares deben quedar ya que no ostenten entre sus
peculiaridades una declaración de ese tipo para sumar a las consabidas excelencias
de su climatología, gastronomía, fiestas, eventos, paisaje, acervo cultural,
etc. Sus motivos y razones tendrán, y no entramos en ello.
Cada
primavera, la Semana Santa llega puntual con el Misterio de la Pasión, Muerte y
Resurrección de Jesucristo, el Misterio de la fe de la religión cristiana. Es
la conmemoración del Misterio de la Redención, sobre cuya figura central,
Cristo, San Pablo dice que es “Imagen de
Dios invisible y por él quiso reconciliar consigo todas las cosas, las del
cielo y las de la tierra, haciendo la paz por la sangre de su cruz”. (Col.
1,15-20). Cristo derramó su sangre y extendió la reconciliación a todos los
hombres. No se puede decir más con tan pocas palabras de un hecho tan formidable como éste, cuna de la Religión.
La solemnidad de la Cena del Señor el Jueves Santo, la lectura de
la Pasión el Viernes Santo y el simpar
ceremonial de la Vigilia Pascual del Sábado Santo, que es la esperanza
del retorno de Cristo a la vida, son formas excelsas de dar culto a Dios en el
templo.
Pero la
Semana Santa tiene en las procesiones su proyección en la calle. Son parte del
culto, pero no lo más importante por muy vistosas que sean. En ellas los
cofrades predicamos el credo cristiano a
pesar de la obsesión de algunos otros por destacar su lado festivo, cuando para
los fieles cristianos las procesiones sólo tienen el interés religioso congénito
de su propia naturaleza. Sus imágenes son retratos en positivo de unos momentos
claves para nuestra fe, los que padeció Cristo en tres días históricos que revolucionaron
la humanidad. Veinte siglos avalan el efecto religioso de esta celebración.
Más esos retratos
han sido plasmados por el hombre con su arte puesto al servicio de la historia
sagrada que nos cuenta la Semana Santa. Imagineros, tallistas, pintores,
bordadores, escultores, músicos, con más o menos fe, han legado su impronta
artística en imágenes, tronos, partituras y otros elementos que enriquecen el
culto con dignidad y belleza, y están en estrecha relación con la liturgia y la
catequesis. Desde hace mucho tiempo las cofradías y el arte van de la mano para
que se haga perceptible ese misterio cristiano a través de un patrimonio
artístico, felizmente integrado en las tradiciones religiosas del pueblo. Surge
así un patrimonio sacro que cada año se muestra con todo su esplendor en iglesias,
calles y plazas convertidas en escaparates con imágenes emotivas donde la fe y
el arte se hermanan y la belleza se pone del lado del Misterio, hasta llegar al
corazón del hombre.
Esa
hermandad, que nace de la fe y se transmite con singular belleza, es una prueba
para los sentidos de la cercanía de Dios a quien damos culto y adoración; es también
la respuesta viva del interés religioso y artístico que suscita la Semana
Santa, fuertemente arraigado en la conciencia de las personas.
¿Interés
turístico? Mejor interés religioso y artístico.
José Giménez
Soria
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