Aunque la Iglesia celebra la Fiesta de la Exaltación de
la Santa Cruz el 14 de septiembre, entre los creyentes está enraizada la
celebración de un festejo en torno a la Cruz el día 3 de mayo cuyo origen,
según una antigua tradición, se halla en el hallazgo de la cruz de Cristo por
Santa Elena, la madre del emperador Constantino hacia el año 326.
La fiesta, conocida popularmente como “las cruces”, tiene
como elemento central la Cruz, que se expone en lugar visible adornada con
flores y objetos diversos. A su alrededor se crea un ambiente familiar y de amistad
en el que no faltan bailes, música, comida y bebida.
Desde que Cristo murió crucificado, la Cruz se ha
convertido en el símbolo y señal del cristiano. De estar considerada como el
instrumento de una muerte indigna, pasó a ser la marca de la Redención. En el
Vía Crucis que el Papa Francisco celebró la pasada Semana Santa, dijo, “La Cruz
de Cristo no es una derrota, es amor y misericordia”. La Cruz es camino de la
Redención.
En este festejo de mayo, la Cruz aparece sola, como quedó
cuando Cristo, una vez certificada su muerte, fue desclavado de ella por José
de Arimatea y Nicodemo, y depositado en brazos de su Madre en presencia de San
Juan y las mujeres. El episodio del descendimiento autorizado por Pilato para
permitir la sepultura de Cristo ha sido objeto de numerosas pinturas, como la magnífica
obra de Rogier Van der Weyden que muestra la imagen, cuyo original se encuentra
en el Museo del Prado en Madrid.
La escena contiene diez figuras colocadas de modo que
todas se ven. En el centro, Cristo muerto es sostenido por José de Arimatea,
Nicodemo y un ayudante. Al ver a su Hijo, María cae desmayada socorrida por San
Juan y una de las mujeres. Están María Magdalena, María la de Cleofás y Maria
Salomé. En un segundo plano la Cruz, que permanece para gloria y exaltación de
Cristo. La cruz es llamada también gloria y exaltación de Cristo.
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