Según costumbre en los funerales, entre la multitud que seguía al
condenado que era llevado a crucificar, había muchas mujeres gritando
lamentaciones que se unían a las plañideras de oficio. En el caso de rabinos
ilustres, acudía el pueblo en general.
Tras Jesús camino del Calvario, -dice el evangelista-, le seguía
una gran muchedumbre. En el cortejo fúnebre había quienes querían presenciar la
ejecución, otros sentían curiosidad, otros iban para burlarse, y, según
Zacarías (12, 10-14), otros “hacían duelo por Él como por un hijo único”…
porque “En aquel día será grande el llanto en Jerusalen”, decía la profecía.
Pocas palabras salieron de la boca del Señor en el trayecto hacía lo
alto del monte. El tormento soportado las horas anteriores había disminuido sus
facultades. Reparó sin embargo en un grupo de mujeres mezcladas con la multitud
que lloraban golpeándose el pecho. Apoyó la cruz en el suelo, volvió la cabeza,
las miró y les dijo: “Hijas de
Jerusalén, no lloréis por mí; llorad más bien por vosotras y por vuestros hijos;
porque mirad que van a llegar días en que digan: «Felices las estériles, los
vientres que no han parido y los pechos que no han criado»”.
Jesús no quiere el duelo por Él, sino por la ciudad de Jerusalen
que será destruida a consecuencia del rechazo del Mesías. Su respuesta a estas
piadosas mujeres es una profecía sobre la ruina de la ciudad.
Una vez más se manifiesta el trato que Jesús da a las mujeres, que
contrasta con la situación dominante en aquella época en que la mujer estaba
discriminada en la convivencia social. Así ocurre cuando advierte a los
fariseos: “Hasta las prostitutas os
adelantarán en el reino de los cielos” (Mt. 21,31) les había dicho, o “El que
esté libre de pecado, que tire la primera piedra” cuando salió en defensa de
otra mujer acusada de adulterio. Lo mismo ocurre en esta ocasión: al notar su
presencia, confidencialmente les revela el futuro de Jerusalen: “No quedará
sobre ti piedra sobre piedra, porque no has reconocido la oportunidad que Dios
te daba”.
Se
acerca la Semana Santa. Como hicieron aquellas mujeres llega una buena
oportunidad para andar el camino de Cristo y prestar atención a sus palabras.
En la penitencia de una procesión lo importante no es recordar con tristeza lo que
padeció, sino entender por qué murió y resucitó.
No hay comentarios:
Publicar un comentario