Deambulando por el universo de la Red se pueden encontrar enseñanzas para ir por los caminos rectos de la conducta humana. Sirva de ejemplo el blog Sol y escudo que en los últimos días trata el tema que titula este comentario. El bloguero empieza: «Hay una petición en el Padrenuestro que siempre me ha parecido inquietante y no terminaba de entender, es la de: "perdona nuestras ofensas así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden"».
En este tiempo de limosna, oración y perdón que es la Cuaresma, sería un cargo de conciencia dejar pasar la ocasión de no contestar a esta pregunta ¿perdonamos a quienes nos ofenden?
Después de que Jesucristo enseñase la oración del Padrenuestro a los suyos, Pedro le preguntó: “Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces lo tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces? Jesús le contesta: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete”. Y en otra ocasión dijo Jesucristo “Así pues, si en el momento de llevar tu ofrenda al altar recuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda delante del altar y vete antes a reconciliarte con tu hermano”.
¿Tan importante es el perdón a los que nos han ofendido? En Sol y escudo se califica la frase del Padrenuestro de conclusión matemática: “Todos los pecados pueden ser perdonados menos uno, nuestra negativa a perdonar”, y lo ilustra con esta parábola: “Diez mil talentos le perdonó su señor al deudor moroso. Diez mil talentos en términos de moral, equivaldrían a la suma de todos los pecados habidos y por haber. De todos menos uno, por lo visto, ya que luego se negó a perdonar lo que según una estimación humana tal vez sólo supondría algunos decimales: no le perdonó el que a su vez él no perdonase a un compañero suyo la pequeña cantidad de cien denarios”. Mateo pone esto en boca de Jesús: "Si perdonáis, se os perdonará; si no perdonáis, no se os perdonará".
El bloguero termina con un cuento de Lichtwer: «Un rey tenía tres hijos y muchas posesiones. Pero entre todas sus riquezas sobresalía un brillante de valor inmenso. A la hora de repartir su hacienda, ¿a cuál de los tres hermanos reservaría el brillante? Decidió someterlos a una prueba; el brillante iría a parar a manos del que realizase, un día determinado, la acción más heroica. Al llegar la noche de aquel día, se presentaron los tres hermanos y cada uno relató su hazaña. El mayor había logrado dar muerte a un dragón que desde hacía mucho tiempo asolaba los campos y sembraba el pánico entre las gentes del reino. El segundo contó cómo había reducido, él solo, valiéndose de una pequeña daga, a diez hombres magníficamente armados. El pequeño habló en tercer lugar y dijo: "Salí esta mañana y encontré a mi mayor enemigo durmiendo al borde de un acantilado; lo dejé seguir durmiendo". El rey se levantó del trono, abrazó a su hijo menor y le entregó el brillante».
Con este hermoso relato Lichtwer quiso explicar qué heroico, qué costoso, qué difícil es el perdón entre los humanos.
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