Lleva así varios años. Al principio su lámpara iluminó, pero fue palideciendo con el tiempo y ahora está apagada. Una falsa maniobra de un camión la puso torcida y seguirá mientras no acuda el farolero municipal y la arregle.
En esta época de falsas maniobras, de enredos ruidosos y de trampas éticas, donde se magnífica lo sucio, se aplaude lo necio, se desprecia el mérito y se degrada la moral, se echa en falta inteligencia para concebir pensamientos dignos y tener acciones nobles porque falta Sabiduría, ese don de Dios.
¿Cuántas falsas maniobras vamos a tragar para no clamar que el aborto es un asesinato? Los políticos, de uno y otro bando, unos por acción, y otros por omisión, nos están haciendo comulgar con las ruedas de molino de los tejemanejes materiales de la crisis, del paro o de la situación económica, mientras hurtan el derecho a la vida a un crío desamparado y adulan a la mujer que se presta a matarlo. Este crío nonato vale mucho más que todos los desastres económicos que pudieran ocurrir, pero ningún político español lo defiende de los progreadictos herodes que invaden esta sociedad, tan torcida y apagada como la luz de la farola.
Tan solo una mujer, una tal Sarah Palin, aspirante a la Vicepresidencia de los Estados Unidos, sin más credenciales que ser amante de la vida, se rebela frente al aborto y ampara el embarazo de su hija soltera de diecisiete años. Se nota que es cristiana y de paso militante del movimiento Feministas por la Vida. Sí, han leído bien, Feministas… por la Vida.
Tampoco desde el púlpito de mi parroquia he oído gritar el ¡No matarás! para que lo oiga el pueblo llano, y no se deje comer el coco por lo que oye o ve en la televisión.
El abortorio está abierto. El Preboste Mayor, tan atrofiado está de inteligencia, que arremete llamando hipócritas a los que no somos abortistas. Pues ¡viva esa hipocresía!, hombre de Dios. No quiera administrar vidas y muertes como de manera tan mezquina administra la hacienda, que va a contramano. ¿Por qué no se mete a enderezar farolas? La que cuento al principio sigue torcida otro año más. Está descolorida por el sol y el viento. Queda la esperanza de que, cualquier día, una mano amiga la vuelva a enderezar e ilumine la calle. Queda también la esperanza de que Otra Mano Amiga enderece la senda de sus desvaríos. ¡Que Dios le guarde!
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