En el Evangelio se revela la justicia de Dios para los que creen
Moisés, siguiendo el dictado de Yahvé en el
monte Horeb, liberó al pueblo israelita de la tiranía egipcia. A los tres meses
de salir de Egipto los israelitas acamparon en el desierto de Sinaí. Moisés
subió al monte Horeb y Yahvé le habló: “Di a tu
pueblo que no tendrá otro Dios fuera de mí. Seis días trabajará, pero el
séptimo día es consagrado a Dios y no hará ningún trabajo. Levantará un altar para
ofrecer holocaustos y no hará escultura ni imagen de lo que hay en el cielo”. Y
añadió: “Te daré unas tablas de piedra con la ley y los mandamientos que he
escrito para instruir a tu pueblo”.
Josué oyó al pueblo y dijo a Moisés: “Hay ritos de guerra en el campamento”, a lo que Moisés respondió: “Son cantos de coros”. Al acercarse al campamento y ver el becerro, enfurecido, arrojó las tablas y las rompió al pie de la montaña. Después tomó el becerro, lo quemó y lo trituró hasta reducirlo a polvo, que esparció en el agua e hizo beber a los israelitas.
“¿Qué ha hecho este pueblo para que cometiera un pecado tan grave?”, dijo Moisés a Aarón. Éste respondió: “Te ruego que reprimas tu enojo, porque este pueblo está inclinado al mal”. Moisés le habló: “Habéis cometido un gran pecado. Subiré a Yahvé y tal vez alcance perdón para vuestro pecado”. Moisés subió a Yahvé y le dijo: “Este pueblo ha cometido un gran pecado. Han fabricado un dios de oro. ¡Si quisieras perdona su pecado! Si no, bórrame del Libro que has escrito”. Yahvé le respondió: “Borraré de mi Libro al que ha pecado contra mí”.
Los israelitas cambiaron la Gloria de Dios por la imagen de un becerro. Olvidaron a Yahvé que los había salvado de Egipto y Yahvé amenazó con destruirlos, pero Moisés, su elegido, se mantuvo firme y aplacó su enojo.
Esto revela la debilidad humana, que tiende a apartarse de Dios. El ser humano busca becerros de oro para adorarlo, ignorando lo que dijo a Moisés: “Di a tu pueblo que no tendrá otro Dios fuera de mí”. El hombre se preocupa más de los bienes terrenales y no cuenta con que Dios le reclamará el alma. El becerro de oro es una advertencia contra la idolatría.
Los creyentes debemos estar despiertos frente a lo
temporal, a lo mundano, y vivir en cristiano. Es precisa una nueva
evangelización para mantener las creencias en Jesucristo para no desviarse a
los nuevos ídolos que cambian la gloria del Dios por imágenes a semejanza del
becerro de oro.
Éxodo 32,
15-35
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